domingo, 18 de julio de 2021

El Águila de Tres Cabezas


Hoy resulta impresionante que una institución como la Iglesia Católica y su órgano central el Vaticano estén afectados gravemente por el fenómeno comunicacional. Las redes sociales han creado la posibilidad, a una inmensa mayoría de la humanidad, de acceder a casi todo tipo de información, que normalmente era del dominio de personas con mucha preparación intelectual o poseedoras de poder económico o político. 

Ahora, las personas comunes tienen acceso a información, inclusive la que se trata de mantener en secreto, pero con el inconveniente de que la información carece de filtros para poder determinar su “validez” o “veracidad”. 

La dinámica comunicacional de estos tiempos ha creado una situación cuyas consecuencias no se pueden evaluar en su totalidad y que pueden crear efectos irreversibles para el sostenimiento de un clima de paz y desarrollo de la humanidad; el elemento generador de esta situación son los manejos delictivos e inadecuados de las redes sociales.

Esto no es un tema novedoso, porque las versiones de la realidad siempre han estado supeditadas a opiniones personales, matrices de opinión, juicios de valor, intereses personales o colectivos, la difamación e injuria e incluso el manejo de medias verdades. Recientemente, se ha desarrollado una revisión de versiones históricas, para equilibrar y corregir la costumbre de reflejar eventos pasados desde la perspectiva del triunfador. Sin embargo, cada vez es más la utilizaión de mecanismos o estrategias para la creación de opinión a través de “influencers”, o incluso programas que permiten multiplicar matrices de opinión para el logro de objetivos políticos o simplemente de descalificación de personas, instituciones e incluso países. 
Esto se agrava porque el bombardeo tan grande de información no permite, a la mayoría de la gente, ejercer la capacidad de discernir o cuestionar los hechos y juicios que se incorporan a las redes, más aún cuando esto tiene un efecto terrible para las personas, los entramados sociales, las instituciones, etc., generando una pérdida generalizada de la confianza.

 Nadie se salva de los juicios contenidos en las redes. Todos somos culpables  prescindiendo  del derecho a la defensa,  al debido proceso y al derecho de réplica. Por eso estamos dejando de lado derechos humanos fundamentales que son la base de las sociedades democráticas.

 En estos días el Papa Francisco emitió un Motu Proprio llamado Traditiones custodes, en el que restringe la celebración de la misa tradicional en latín (Tridentina) lo que ha creado un revuelo en redes sociales por parte de sectores tradicionalistas, que en algunos casos, han manifestado su determinación de desconocer el documento papal. 

Lo importante es entender que el tema planteado no es el problema, sino una posición de ciertos sectores radicales, más fundamentalistas -que los simplemente tradicionalistas- siempre presentes, incluso algunos legítimamente aceptados y hasta reconocidos por su coherencia personal, compromiso eclesial y logros pastorales -como el aumento de vocaciones, p. ej. en Francia -  que han adversado los intentos de los últimos papas de desarrollar y aplicar decisiones, tomadas en el Concilio Vaticano II, que siguen rezagadas, y los intentos de evolucionar en algunos temas, por parte del Papa Francisco, referidos a la comunión de los divorciados y vueltos a casar -que no fue aceptado por la mayoría de los obispos y que derivó en un relajamiento de las formalidades y la gratuidad en los procesos de anulación de los matrimonios- y temas como los del Sínodo de la Amazonia, en  el cual se pedía abrir la posibilidad de administrar sacramentos por diáconos, en zonas en donde no existe la presencia de sacerdotes.

Estos grupos fundamentalistas, tendencialmente cismáticos y tampoco novedosos (ej. piénsese en los “viejos católicos” luego del Vaticano I por hablar de tiempos recientes), que nos recuerdan al  Arzobispo Lefebvre,  se negaron a aceptar los avances del Concilio Vaticano II (terminado en 1965) y se empeñan en una rigidez absoluta. Esto está ahuyentando a la feligresía, en especial en Europa, donde muchas iglesias, vacías, están en ruinas o convertidas en teatros, museos y hasta discotecas. 

Por eso el tema no es la Misa en latín, sino una facción, que pretende estar por encima y se cree más fiel y ortodoxa, incluso espiritualmente mejor que el resto de la iglesia; una iglesia como la del Papa Inocencio XIII (Siglo XVII), en la que hegemonía territorial, el poder político y militar, la pompa, la opulencia y el distanciamiento con los más humildes, era la regla general, hasta la aparición de Francisco de Asís y Antonio de Padua (Ver sueño de Inocencio XIII), cuando dos pordioseros descalzos y andrajosos sostuvieron en pie a la iglesia. Bergoglio es en alguna forma “Francisco”, precisamente porque esas dos tendencias siguen vigentes hoy en día, en el entendido de que el Papa no es un sacerdote común. Distanciamientos tan antiguos como la disputa entre Santiago y Pablo, sobre la opción fundamental en favor de los pobres -los ricos no tienen cabida en cielo-  la conservación de la Tradición Judaica y la salvación de las almas con la fe manifestada en obras, versus una separación de la tradición judaica y el logro de la salvación solo por la fe.

 La misa en latín,  es un patrimonio espiritual de la iglesia, tanto como la eucaristía y ritos orientales y podría prevalecer en ocasiones especiales, ligadas a ciertas tradiciones venerables y consolidadas o de especial necesidad pastoral en celebraciones multitudinarias de proveniencias diversas e historial eclesial muy desigual, pero no debe usarse como bandera de una rebelión; una suerte de guerra entre los iconoclastas y los iconóndulos, los destructores y los adoradores de iconos. Las formas imponiéndose sobre la fe, la esperanza y la caridad, y a través de ellas sobre el mandato de Jesús: “que todos sean  uno”.

El papa orientó su misión hacia la labor pastoral y la misionera (que ha sido agredida en zonas predominantemente musulmanas, zonas de guerra y por razones ideológicas) y para modernizar algunas cuestiones que afectan a la feligresía y en especial la diminución de sacerdotes; también  al avance del ecumenismo entre cristianos y con otras religiones, con un sentido de promoción de la paz y en cierta forma de respeto a la libertad religiosa. Temas, estos últimos, que también encienden las pasiones de los reaccionarios. 

Ahora estamos ante una realidad de pandemias y guerras, cuya  dimensión más real no son las muertes, porque los porcentajes de fallecimiento, aunque son dolorosos, no son generalizados, sino los efectos de la violencia, los refugiados, los económicos, políticos y sociales que ha desencadenado, y que emergerán más aún, y que matan a más personas. 

Pero hay más. En un mundo que vuelve a instaurar una nueva guerra fría, caminando peligrosamente hacia una nueva guerra mundial, la tendencia política dominante es el autoritarismo, y los defensores de las democracias y los derechos humanos se han encerrado en sus muros, con actuaciones meramente retóricas (Europa) y de baja intensidad (Estados Unidos), ante la implantación de un paquete tecnológico que aplican estrictamente: Rusia, Bielorrusia, Corea del Sur, China, Mianmar, Nicaragua, Cuba, Venezuela, Turquía, posiblemente Filipinas etc., por el cual la cúpula militar, sola o acompañada de una cúpula política, a veces también religiosa, (Imanes y Patriarcas) toman el control económico de las naciones, construyen un sistema de control, terror social y judicial para sostenerse en el poder a como dé lugar y sin el más mínimo escrúpulo, controlando, corrompiendo o destruyendo todo tipo de instituciones oficiales y civiles.
 
Como en la primera guerra fría, los organismos internacionales se convierten en cajas de resonancia sin eficacia, salvo en algunos casos de ayuda humanitaria y hoy son más ineficaces que antes. La Corte Internacional de Justicia de la Haya puede que dicte una sentencia después de 15 años o más del momento en que se denuncian las violaciones de Derechos Humanos, haciendo nugatorio el derecho a la justicia y al resarcimiento de los daños. 

En los organismos internacionales de Derechos Humanos están en su mayoría representados por los países con mayores violaciones a los Derechos Humanos, lo cual  es una burla.

 En los recientes acontecimientos, los pueblos como los Uigures en China, los de Cuba, Mianmar (genocidio contra los musulmanes,) Hong Kong, Nicaragua, Haití, entre otros, parecen no  tener salida, al menos próxima, - si bien la historia del fin de los totalitarismos del s. XX debe recordarse una y otra vez - porque no hay límites para encarcelar, torturar, asesinar para aplacar las protestas de los pueblos. 

 Hace tiempo se logró un acuerdo de transición paulatina en Cuba, promovido por Obama, Benedicto XVI, luego Francisco, que resultó en una parodia de enroque para que todo siguiera igual. Hoy como ayer, los que piden comida, medicinas y libertad son etiquetados como “gusanos”, muy “goebbeliano” este hábito, por cierto,  (los Judíos eran etiquetados por los Nazis como “Ratas”). Las declaraciones del Papa hoy son de solidaridad con los sufrimientos del pueblo, pero omite hablar de la represión que  sufren estos pueblos afligidos por tiranías. Ellos sienten la falta de contundencia en sus palabras,  si bien es válida la pregunta si la cuestión es de palabras o de actos de presencia efectiva, de discretas pero eficaces gestiones diplomáticas, etc.  

¿Qué sucede? 

El tema con el que comencé tiene mucho que ver con esta situación. Cada vez que hay una posición vaticana o papal comienza un proceso de reciclaje de temas álgidos, verdaderos o falsos, como el tema de los abusos, asunto que fue fuertemente atendido por Ratzinger y luego por Bergoglio, y ante los cuales la mayor responsabilidad recae en los obispos,  o  la matriz de que el Papa es socialista (sic) y por eso no critica a los autócratas de ese bando, como en  sus recientes declaraciones sobre el derecho de propiedad. 

En la situación que señalamos, la estrategia de condenar solamente, no produce ningún cambio; se han armado mecanismos que, por un lado están sustentados por sanciones de las potencias, y que sabemos no son suficientes para resolver los asuntos, buscando promover mesas de acuerdo para lograr que se lleguen a soluciones de transición o cambio. Para que estos avances fluyan y pueda lograrse algo, se requiere abstenerse de comunicaciones públicas y la suspensión de acciones de ambas partes, que pueden “dinamitar” las negociaciones. De otra forma no se producen cambios ni mejoras de la situación planteada. Sin embargo, parece que los autócratas son capaces de aguantar presiones muy altas, porque en definitiva los efectos o costos recaen en los pueblos, no de manera significativa en las cúpulas. 

Por otra parte, en el ámbito diplomático del Vaticano, como Estado, maneja temas de relaciones “Inter pares” y entre las más recientes han sido las que ha mantenido con Rusia y China. 

En China se produjo una situación y es que el gobierno logró controlar una iglesia paralela afín al partido comunista, en la cual sus Obispos son designados por el gobierno. Esto produjo que la mayoría de los cristianos en ese país se convirtieran en una iglesia clandestina cuyos Obispos eran designados, “in pectore” por el Vaticano. Leí una estimación de que alrededor de tres millones de chinos pertenecen a la Iglesia Oficial y alrededor de cinco millones de personas a la clandestina (no se si se puede tener una cifra precisa). 

El tema es que el Vaticano ha buscado la unificación de la Iglesia en China, recientemente firmaron un protocolo secreto, que se está aplicando, con renovaciones por un cierto tiempo por el cual, según algunos opinadores, reconoce las designaciones de Obispos hechas por el régimen y sin que se haya logrado un acuerdo que incluya a la iglesia clandestina. Juzgar con  pertinencia sobre la realidad o no de todo  ello, remite gran parte de la responsabilidad, al  secreto que protege dicho acuerdo. 

Esta iglesia diplomática se cuida mucho de criticar gobiernos y trabajar desde la sombra, saliendo a la luz cuando logra los objetivos o se consolidan los acuerdos. 

¿Cuál es el sentido de tanta aprehensión? 

A mi juicio, la iglesia es una organización en la que sus miembros, como el resto de las poblaciones, viven y actúan en un número inmenso de países, en los cuales tienen mucha aceptación y apoyo y en otros en que las condiciones políticas, económicas y sociales son muy graves y en situaciones en donde son minorías y donde acciones o declaraciones pueden llevar a persecuciones, encarcelamientos, tortura, asesinatos, exilio y que pueden provocar acciones en contra de otros cristianos. 

Aquí existe un pragmatismo de coexistencia, con base doctrinal en el Concilio Vaticano II, en el cual resalta que el clero se abstiene de participar en política partidista – no así según los casos, en “Política con “P” -  para enfocarse en la doctrina, los sacramentos y el acompañamiento pastoral. Esto no es perfecto, pero cumple una labor beneficiosa para su colectividad. Hay un asunto que para mí es claro: el martirio es una opción personal.

 La elección de un consagrado es cumplir su misión, en principio, y puede ser básica o llevarla a extremos en búsqueda de la santidad, pero eso debe ser una opción personal, aunque a veces se ven atrapados por las circunstancias. 

Una expresión considerada destemplada, en una lectura “vulgar” de una intervención académica como la declaración en contra de los musulmanes de Ratzinger, pudo llevar a una retaliación en un país de mayoría musulmana. 

El tema de las matrices de opinión se puede matizar o reducir con estrategias comunicacionales, que necesitan de forma indispensable la transparencia. El único tema que pudiera tener reserva son los delicados en funciones diplomáticas. Para el logro de la trasparencia, el Vaticano debe actuar como una administración pública que actúe conforme a normas y procedimientos y controles de gestión con acciones correctivas de las desviaciones y que sea de conocimiento público esa gestión. 

Existen organismos que evalúan y califican la gestión pública entendiendo que en toda organización humana hay errores y delitos y lo que es importante, es que se logren remedios a estas situaciones. El Vaticano debería, cada vez más, disponer de una gestión pública modelo en el mundo. Como el reciente juicio por corrupción y lavado de dinero en contra de un Cardenal promovido por el Vaticano.

Creo que el Vaticano debe disponer de una Declaración de Principios y Derechos Humanos, y deberes y responsabilidades de los seres humanos, (en el Catecismo hay algunas) con las claras diferencias en temas de aborto, eutanasia, el tema la natalidad, la sexualidad, etc., tal y como se hizo con el tema ambiental. 

Con el tema de la imposibilidad de administrar los sacramentos, debemos aplicar la doctrina de los casos extremos que tienen las normativas vaticanas, recordando los muchos años de clandestinidad de los cristianos del Japón y Corea.

Creo que hace falta acordarnos de los mártires de hoy, porque ellos mueren también por nosotros y siembran sus bendiciones sobre el mundo.

 Todos los cristianos debemos adoptar nuestro compromiso y acción bautismal del ser “sacerdotes, profetas y reyes”. De otra forma, la ausencia de sacerdotes será suplida de alguna forma, por pastores, otras religiones o filosofías orientales. 

En fin, el nudo gordiano de la iglesia se puede comparar con un águila de tres cabezas: Una “cabeza dogmática” que se encarga de preservar la doctrina y de interpretarla, una “cabeza pastoral” que acompaña al pueblo de Dios y que nos bendice con los sacramentos y una tercera “cabeza política diplomática” en su condición de “gobierno interno” en el seno de Estados, o de país soberano (el Vaticano) cuya política debe también ser ejemplarizante. 

¿Cómo equilibrar y priorizar esas tres cabezas o “tiara eclesial”? 
Con mucha oración, meditación, ayuno y amor, actuando y acompañando de cerca al pueblo de Dios, “oliendo todos a ovejas”.

El águila de tres cabezas es una heráldica con muchas interpretaciones. Una de las que encontré está referida a que la primera cabeza se refiere a Roma, el Imperio;, la segunda, la "Roma" del  Este o Constantinopla y la tercera "Roma", Moscú, o la de Carlo Magno. Hay quien pueda ver el símbolo como agresivo y refiere a la unión de imperios, pero ha sido un símbolo cercano a Europa, su unidad y cristianismo.

domingo, 20 de diciembre de 2020

Dios es Amor.

Esta oración la hemos escuchado muchas veces a lo largo de nuestras vidas y a pesar de esto podemos seguir meditando su alcance.

Como cristianos podemos encontrar en Jesucristo algunas pistas para elaborar algunas interpretaciones. En su infancia vivió en Egipto y muy probablemente aprendió a hablar griego (la lengua del comercio). Esto lo puso en contacto con comunidades judías en el extranjero.

También hay que considerar que, a partir del año uno de esta era, surge en Israel el fenómeno de la Cábala o misticismo Judío. No resulta extraño por el tema de la ruta de la seda, por la cual no solo circulaban telas y especias, sino también ideas y tendencias. Esto nos puede llevar a reforzar las opiniones que señalan que los años ocultos de Jesús los pasó en Asia. Aunque esta tesis tiene las dificultades propias de todos los sucesos antiguos, pero un rasgo muy importante en el cristianismo es que es claramente una doctrina oriental, que se aleja grandemente del judaísmo y de las religiones occidentales de la época, tanto que, Jesucristo declaró que el viejo pacto con el Dios castigador y severo sería sustituido por el nuevo pacto, a partir de la redención de los pecados del mundo mediante la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

Esta declaración no fue una simple formalidad, porque Jesucristo instituyó una ley para el mundo, que tenía dos elementos fundamentales: primero que su doctrina podía ser definida por un nuevo, y en mi criterio, un único mandamiento: 1.- “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como así mismo.” 2.- Que Dios nos es solo de Israel, sino es el Dios Grande y Misericordioso de toda la humanidad. Un doctrina cuyo pecados son el odio , el desamor y. la omisión del perdón.

Aquí se presentan dos temas: Jesucristo no creó una religión y mucho menos una religión que sustituyera la religión judía, puesto que el aspecto determinante de una religión es la dogmática y solo creo su iglesia, es decir, Iglesia de Cristo, que no es equivalente a Religión Cristiana (en un término muy amplio de la palabra). Probablemente, Jesucristo, parafraseando a Carl Jung, podría alegar que él no es cristiano.

Las religiones tienen un elemento excluyente: Todos creen que su religión es la única y la verdadera y a partir de ese concepto, viene el odio y las guerras. Las religiones son un fenómeno humano y por tanto imperfecto. Cuando la religión se aleje del amor, quedémonos con el amor.

Cuando leemos sobre la vida de Jesús, él interactuaba con los Fariseos, con los Saduceos, con los Samaritanos, probablemente con los Esenios, con los Romanos y su mensaje trascendía cualquier división. Los Samaritanos que eran considerados herejes por los Fariseos y odiados por eso, debido a sus particulares interpretaciones de la religión de Moisés, nunca fueron cuestionados por Jesús ni rechazados por sus interpretaciones de la Ley. Sus discípulos podían ser tan despreciables como Mateo, o invadida por siete demonios como María Magdalena, o tan racionalista como Tomás, o traidor como Pedro, con lo cual acogía a todos, a pesar de sus defectos o pecados, y a pesar de eso, logrando todos la santidad. Usó la parábola del buen samaritano para establecer que en todo ser humano existe la bondad y el amor y que éste se superpone hasta la devoción específica a Dios (se ama primero al prójimo antes de la devoción a Dios, o ¿haciéndolo se cumple con la devoción a Dios?). Sanó a los gentiles y llegó a decirle a sus apóstoles que los publicanos le llevaban ventaja.

Luego de Pentecostés: ¿Qué sucede? 

La expansión de mensaje de Cristo se ve afectado por dos temas: 1.- La limitación que generaba el liderazgo de los Apóstoles y la necesidad de una persona tenaz que resultó ser Pablo de Tarso, mezcla de radical y ciudadano romano. 2.- La evolución del cristianismo de una religión oriental a una occidental que logró cautivar a los gentiles, que se logra efectivamente con la “conversión”  al cristianismo del emperador Constantino.

Aquí volvemos, cuando Jesús habla de su reino dice que no es de este mundo y como dijo Santo Tomás: ese reino está dentro de todos nosotros; entonces: ¿Cuál es nuestro camino?

Es claramente hacia adentro, en busca de crecer en el amor y esto se incrementa cuando nos acercamos cada vez más al reino de Dios. Pero el mandamiento fundamental es amar a Dios, que resulta ser un amor de ida y vuelta, nos exige amar al prójimo como a nosotros mismos (este también es un deber), en otras palabras, amar a Dios, amar al prójimo y a nosotros mismos es un acto único y completo, una expresión trinitaria del amor. La falta de uno, especialmente el amor al prójimo, hace nugatorio los demás. Esto que suena a herejía lo leo cuando Jesús nos dice: “No hagan lo que digo, sino lo que hago” y cuando dice: “Lo que hagan con alguno de mis hijos los hacen conmigo”. 

Esto me lleva a que el que ama a su prójimo, se ama así mismo y a la vez ama a Dios, aunque no crea en Dios. El que hace lo que hizo Jesucristo se apega: “al camino, a la verdad y a la vida” y por tanto cree en Jesucristo y tendrá vida eterna, aunque no lo reconozca.

Por eso el acto más noble y poderoso de Jesús fue morir por todos nosotros y con eso se amó así mismo, al no ceder a las tentaciones del demonio y amó al Padre cumpliendo su voluntad.

Aquí nos encontramos con un dilema: ¿Cuál es la Iglesia de Cristo?

Tenemos una iglesia mundana con una suerte de Presidente que maneja un Estado desde la política, con manejo de varias ramas del poder público y financiero, por una parte y por la otra una estructura dedicada a la difusión del Evangelio, la realización de los Sacramentos y para la labor social y educativa en el mundo.

¿Cómo se compaginan estos dos mundos, el del Cesar y el de Dios y cual de ellos se impone y cómo resolver los conflictos?

Por otra parte, la Iglesia de Cristo no tiene dueños, “es el Cuerpo Místico de Cristo” donde todos los que hacemos el esfuerzo, aun siendo pecadores, seguimos en esa vida guiada por el amor; nos reencontramos, en lo personal con la fe, y que a partir de allí, con el prójimo y con la comunidad cristiana.  La iglesia en la tierra necesita que su feligresía sea activa y participativa, no solo receptiva, e inseparable de la comunidad. Lo humano tiene defectos y requiere de todos nosotros. 

En esta Navidad debemos reflexionar sobre nuestra responsabilidad como seres amorosos y hasta qué punto nos engañamos cuando escurrimos nuestros deberes con nuestros seres queridos y con la colectividad, enfocándonos más en los derechos que nos corresponden. Pensar si estamos siendo cautivados por la cultura del descarte, en la cual, desechamos y destruimos cosas y la creación  de manera negligente y cuando nos engañamos y confundimos asesinato con el “derecho de propiedad de nuestro propio cuerpo”, con el aborto, cuando ninguna persona tiene el derecho de propiedad sobre sus hijos, ni poder de vida y muerte, que es la base de una civilización basada en el amor; ser indiferentes ante las carencias de los que están cerca de nosotros; cuando confundimos la libertad al omitir las medidas preventivas de la pandemia de Covid 19 y colaboramos para el contagio y la muerte de pacientes y de personal sanitario  que sacrifican sus vidas por el bien común. 

Que la venida del Niño Dios nos cautive con su amor y nos permita ver el rostro de Dios en cada persona que encontremos y que a pesar de sus defectos, agradezcamos y exaltemos sus virtudes y sus potencialidades, sin detenernos ante los prejuicios y diferencias que tengamos, en fin, amarlos por lo que son y no por lo que creemos que deben ser, que nuestras buenas acciones no nos envanezcan sino que inspiren el amor y que “Seamos luz del Mundo y Sal de la Tierra”.

Feliz Navidad para todos.


martes, 29 de octubre de 2019

Amoris Laetitia y La Comunion para Divorciados y Vueltos a Casar

Carta Pública en defensa de su Santidad Francisco I. 

 “Todo lo que aten en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desaten en la tierra, será desatado en el cielo.” (Mateo 18-18)

A finales del año 2014, el papa Francisco anunció la convocatoria de un Sínodo Extraordinario de la Familia el cual arrancó con la elaboración de una encuesta que debía ser levantada en las Diócesis del planeta con la finalidad de disponer de información actual acerca de cuál era la situación de la familia cristiana en el mundo. El mencionado cuestionario se consigue en la página web del Vaticano.

Este cuestionario no parece bien elaborado, porque mezcla preguntas que van dirigida a los miembros de la iglesia jerárquica; otras que refieren a información que debe ser recabada, como por ejemplo: legislaciones o estadísticas sobre algunos temas; y preguntas que deberían ser contestadas por la feligresía. Por cierto, no conozco a nadie que lo hayan encuestado y me han informado que los resultados de la misma han sido mantenidos en reserva.

Finalmente se produjo un pronunciamiento del señalado Sínodo Extraordinario, en el cual se ratifican en su totalidad las concepciones tradicionales sobre la familia cristiana y lo único que fue percibido como un avance en estos aspectos fue la declaración siguiente: “Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana: ¿estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades?”.

La mayoría de los expertos en estos temas vaticanos consideran que esto ha sido un fracaso absoluto para Francisco: Convocar a un Sínodo para ratificar todo lo establecido.

El tema del divorcio se ha convertido en un dolor de cabeza en los países en que lo tenían prohibido por su compromiso histórico con la Iglesia Católica. En estos países la prohibición del divorcio produjo problemas como los siguientes: Hijos adulterinos sin posibilidad de reconocimiento y de protección legal y económica (admitir una paternidad por adulterio era aceptar la comisión de un delito), personas separadas que formaban uniones de hecho con otras personas, privando a la nueva pareja de las protecciones legales y a los hijos de esa unión y, el estímulo a la corrupción eclesiástica mediante la “venta” de anulaciones de matrimonios con tarifas exorbitantes, recientemente se estableció que el procedimiento de anulación es gratuito.

En días pasados en un programa de la televisión española se señaló que en España cada año se producían alrededor de 100.000 matrimonios y la misma cantidad de divorcios.

Este tema del divorcio luego de dos mil años de cristiandad se sigue manejando sin las consideraciones históricas que son relevantes en el mundo de hoy, y que justificaron en su momento, el rechazo de Jesucristo al repudio que era admitido entre los judíos.  En esa época el repudio de la mujer (porque no funcionaba al revés) implicaba dejar en la calle a la cónyuge, probablemente indigente, obligada a la prostitución o a morir de hambre. 

Además en esa época se había abusado del repudio, porque a pesar de que la posibilidad del divorcio se reconocía cuando había habido una infidelidad de la mujer, como el mismo no requería de ningún trámite y solo la participación por escrito a la afectada, las razones del repudio, en la realidad, podían ser totalmente banales y esto había generado una situación escandalosa.

En los tiempos modernos las legislaciones protegen a los cónyuges, existe igualdad jurídica de los esposos, se reconoce la comunidad de gananciales que obliga a repartir entre ambos el patrimonio formado durante el matrimonio en caso de divorcio. En cuanto a las mujeres, hoy también son activas y más independientes desde el punto de vista económico y la protección de los niños y su derecho a percibir una pensión de los padres.

Entiendo que el tema no puede ser como cambiarse de camisa, pero en otras iglesias cristianas hay una intervención para tratar de resolver los problemas de la pareja y algunos requisitos para aceptar como última instancia el divorcio.

Con relación al tema del divorcio, el Papa Francisco dice: “Estoy pensando en la situación de una mujer que tiene a sus espaldas el fracaso de un matrimonio….Después de aquello esta mujer se ha vuelto a casar y ahora vive en paz con cinco hijos….Le encantaría retomar la vida cristiana. ¿Qué hace el confesor?”

El tema en este asunto es que una persona casada, divorciada y vuelta a casar no se le da el perdón del pecado, porque no tiene propósito de enmienda, es decir, en teoría debería dejar a este cónyuge  y volver con el primero o en todo caso vivir soltera (o)  el resto de su vida. Así si sería perdonada y podría comulgar.

Hay que aclarar que la iglesia, en cuanto al divorciado que permanece solo, si les permite recibir la Eucaristía.

En el Sínodo no se trató directamente el tema del divorcio, sino desde el tema de la Eucaristía, es decir, lo que planteó Francisco fue la aceptación de recibir la comunión de una persona vuelta casar y que vive en un segundo matrimonio con una vida cristiana, educando y cuidando a sus hijos, como fue el ejemplo que puso el papa Francisco en la transcripción de arriba y en vista de lo que su confesor podía discernir de la pareja. Finalmente quedó en manos de las Conferencias Episcopales, establecer la manera en que era posible la realización de discernimiento y la posterior autorización para permitir la comunión.

         Esta perspectiva tiene menos obstáculos pero tiene sus propias complejidades porque involucra un punto que fue reafirmado de manera muy tajante durante el papado de Benedicto XVI, acerca del indispensable “estado de gracia” que debe tener el cristiano para recibir la comunión, para lo cual ha ratificado fuertemente la necesidad del sacramento de la reconciliación (confesión) para así obtener el perdón de los pecados, como pre requisito para la comunión, en especial los mortales como el adulterio, siguiendo el antiguo procedimiento de la confesión: Examen de conciencia, dolor de corazón, propósito de enmienda (mi papá decía: corregir la falta cuando es posible, por ejemplo, devolver lo robado), confesar los pecados al confesor y cumplir la penitencia.

         Cuando pienso en la visión del pecado de Gregorio de Pálamas el pecado va mas allá de los diez Mandamientos, en realidad es  la manifestación de la imperfección del ser humano siento que pensar que estoy en estado de gracia constituye un acto de soberbia. La Eucaristía no se hizo para los que estén libres de pecados, fue una gracia de Jesús para la redención de todos los pecadores.

         Aquí cabe una reflexión a los obispos. ¿Puede un sacerdote en pecado mortal comulgar como parte de la celebración de la Eucaristía, o debería consagrar el pan y el vino y abstenerse de comulgar? Todavía no he conseguido una respuesta satisfactoria oficial.
            
           Extraoficialmente, un miembro de la iglesia que formó parte de Instituto Para la Defensa de la Fe y hoy no es sacerdote activo, cuyo nombre me reservo, me dijo ante el planteamiento: ¿Qué sucede con un sacerdote en pecado mortal celebrando o participando de un sacramento?, me respondió: Que ese punto había sido resuelto por la Iglesia hace tiempo con el argumento de que los sacramentos se realizan entre Dios y el que recibe el mismo y que el pecado del oficiante no contamina ni lo invalida; sin embargo, frente al planteamiento arriba señalado me manifestó que tenía razón: El sacerdote en situación de pecado mortal puede consagrar el vino y el pan, pero no podría recibir la comunión.   

Imagino que el papa Francisco pensó que plantear el tema de un posible divorcio, o una suerte de bendición otorgada a la unión de una pareja que continuaba a cuestas con un matrimonio anterior, sería cuestionar la prohibición expresa de Jesús de disolver el vínculo matrimonial (aunque hay quien ha interpretado que Jesús no cuestionó el divorcio por causa de adulterio), buscando en cambio una suerte de reconciliación con los vuelto a casar y con vidas de rectitud que les permitiera comulgar.

En este sentido, existe la posibilidad de interpretar válidamente que Jesús no impuso ningún requisito o impedimento para participar en la Eucaristía, ni siquiera insinuó nada acerca del pre requisito del sacramento de la confesión solo dio autoridad y poder para perdonar los pecados, pero no estableció la obligación de confesarlos, con lo cual un sacerdote podría perdonarlos sin ni siquiera conocerlos.

A esto podemos añadir una preocupación: ¿Hasta dónde un Papa con el "don" de la infalibilidad para ciertos asuntos
ex cathedra en temas de fe y moral, puede ejercerlo para llevar la contraria a lo establecido por un anterior Papa, también infalible? Asumo que lo infalible no puede estar sujeto a revisión y creo que los temas del divorcio y la Eucaristía están muy atados en este sentido.

Sería necesario renunciar a tal infalibilidad para abrir la posibilidad de revisar temas según las necesidades de las épocas, sin perder el foco en las enseñanzas de Cristo.

Esto no hace el tema fácil porque Jesús al referirse al matrimonio citando al Génesis (Gn.2.4) dijo: "..que al casarse se convierten, marido y mujer, en una sola carne";  y, en Mateo 16-6 6 cuando dice: “...por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”; lo que ha sido interpretado como una unión indisoluble. Aquí existe el tema del origen del Génesis que parece más un libro pre-científico que una obra inspirada por Dios (no se conoce al profeta al que se le reveló esa verdad, aunque Jesús lo cita).

Sin embargo, en Mateo 19, 9 señala: “Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación,  y se casa con otra,  adultera;  y el que se casa con la repudiada,  adultera.”;  implicando, con esto,  que pareciera que no excluye de manera absoluta el divorcio.

Algunos entienden que en la 1ª Carta a los Corintios (7:15) como otra excepción, que permite el segundo casamiento si un cónyuge incrédulo se divorcia de un creyente. En este caso pareciera más una nulidad que un divorcio. Sin embargo, el contexto no menciona el segundo casamiento, sino que solamente dice que un creyente no está limitado a continuar un matrimonio, si un cónyuge no creyente quiere abandonarlo.

Hay quien ha señalado que ninguno de estos casos puede tomarse como una autorización para volverse a casar.

Sin embargo, cuando la iglesia, se sirve de la nulidad, institución jurídica referida a la invalidez absoluta de un contrato por vicios del consentimiento (error, dolo o violencia) para conceder la extinción del matrimonio, pudiera estar transgrediendo la prohibición del Mesías. Un tema discutible porque modernamente no se considera un contrato sino una relación o vínculo jurídico, aunque mantiene ciertos atributos del contrato bilateral, por el cual las partes, mediante un consentimiento válido y mutuo, aceptan obligaciones y prestaciones mutuas, pero que trasciende más allá de los contratantes porque se constituye en una institución en la que participan los hijos, quienes no se comprometen a nada, pero están sometidos a la autoridad de los padres y con un interés social que permite a la autoridad intervenir en ella, normarla de manera importante, dirimir controversias y es solo a través de ella se puede lograr su extinción Orden Público.

Cuando se buscan las soluciones dadas al tema en la ortodoxia, se consigue que, al haber sido esta parte de la iglesia dominada en sus orígenes por los emperadores romanos cristianos, éstos impusieron el criterio de que era posible el divorcio y así fue asumido pacíficamente. El tema de las causales varió en el tiempo en cuanto a cantidad y posibles sanciones a los divorciados (hubo casos en que se suspendía la comunión por un período de tiempo) y en definitiva resultó, en la práctica, en una aceptación por parte de esa iglesia de los divorcios que se daban por la vía civil.

En cuanto a la realización de segundas o terceras nupcias la tendencia fue la de bendecir las uniones matrimoniales, más que celebrar un nuevo matrimonio, según algunos por la conservación del criterio de la indisolubilidad del vínculo. Esta se ha dado en llamar "unión de corazones".

La aceptación de la separación y de una posterior unión matrimonial “bendecida” estaba fundamentada en un sentimiento de misericordia y de protección de los hijos y de esas familias. Tampoco se encuentra reflexión teológica profunda sobre el tema en las iglesias orientales.

Esto nos lleva a una conclusión preliminar en el sentido de que la barrera más importante que tiene el tema es la sentencia de indisolubilidad propuesta por Jesucristo, a pesar que de ella misma admite el divorcio por causa de “fornicación” y que habría que extender también al “adulterio”.
        Pero hay que considerar que el mismo Jesucristo concedió a los apóstoles la siguiente facultad: “Todo lo que aten en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desaten en la tierra, será desatado en el cielo.”



        De esto se puede deducir que el sacramento puede ser desatado por ellos y así será reconocido en el cielo.

      Hay varios aspectos que no se contemplan y son que las causales de anulación en muchos casos se inventan para que se ajusten a la normativa y resulta en muchos casos para los hijos de esos matrimonios como si ellos hubieren nacido fuera del matrimonio.

      Una persona divorciada me mencionaba: "Yo me casé enamorada y nuestros hijos nacieron del fruto de ese amor, si yo anulo mi matrimonio es como reconocer que ese amor, que fue real, nunca existió, la anulación sería un agravio moral muy grande para mis hijos y eso no lo haría jamás."

    Aquí haría falta que la iglesia construyera una narrativa apropiada para esta transición.

Buscando alguna analogía con el tema del sacramento del matrimonio,  me puse a pensar en el sacramento del orden sacerdotal y que la iglesia ha  dado, en este caso, la solución de la dispensa al no aceptar tampoco la posibilidad de la disolución o desaparición del mismo.

Este caso se parece mucho al del matrimonio (sacramentos que "imprimen carácter"), puesto que ha sido considerado como indisoluble, pero se resuelve con una dispensa al sacerdote que le permite casarse, en secreto, y mantener oculta el acta de matrimonio, reconocer a los hijos que haya concebido, con las prohibiciones para ejercer las tareas y participar en sacramentos para lo que estaba investido realizar o presenciar; la prohibición incluso para impartir enseñanza religiosa, salvo en colegios públicos y debidamente autorizado y para esconderse y ocultarse de la sociedad, en una suerte de barrido del sucio debajo de una alfombra.

A este sacerdote se le permite desembarazarse de su compromiso con Dios y en casos excepcionales la dispensa puede ser decretada de oficio,  por una cantidad grande de razones que se encuentran con facilidad en el página web del Vaticano.

Aquí me surge una pregunta, ¿por qué tanta laxitud en el tratamiento de la dispensa del sacramento de ordenación sacerdotal y tanta rigidez e incomprensión por parte de los obispos del Sínodo Extraordinario en cuanto al tema de los divorciados y vueltos a casar?

En ningún momento critico que la Iglesia haya encontrado una forma para buscar el mal menor y en todo caso buscar una forma de privilegiar un valor más preciado como es la familia. Si el sacerdote ha procreado un hijo, tiene como obligación moral y primaria ver por ese hijo. El hijo es el prójimo más cercano e indefenso que merece vivir en una familia funcional, para poder crecer no solo físicamente sino emocionalmente y más importante, moral y espiritualmente.

Lo absurdo es que este sistema permite el matrimonio de sacerdotes, cuando esta persona consagrada nunca pierde el sacramento de ordenación.

En el caso de los divorciados vueltos a casar el valor de la familia también está involucrado fuertemente en este asunto, por la reconstrucción del ambiente familiar en beneficio de los hijos.

En la hipótesis que señaló su Santidad, socialmente y cristianamente una pareja vuelta a casar, está preservando la institución de la familia y no está corrompiendo, escandalizando ni destruyendo el orden social. Algo debe hacerse en este sentido. Francisco ha llamado la atención a todas esas personas que han repudiado a los divorciados y los han señalado y juzgado severamente, poniendo en evidencia el fariseísmo de esa actitud, pero esto no es suficiente.

Si mi opinión valiera algo, diría que desatar este nudo o asumir una posición intermedia como la de las iglesias orientales,  no se puede hacer sin que medie una profunda reflexión y el establecimiento de regulaciones en la que no sea tan simple casarse, ni tampoco separase o divorciarse, sin que medie un compromiso consciente de la pareja, la intervención de las familias y la comunidad cristiana hay muchos matrimonios de parejas que ni siquiera asisten regularmente a misa y algunos que parecen valorar más la apariencia que el fondo de lo que hacen; todos, no solo nuestros pastores, debemos asumir la responsabilidad de cuidado, apoyo, escucha y solidaridad con aquellos que quieren casarse, sino también de aquellos con problemas en las parejas y los que luego de varias gestiones, apoyen a esta familias separadas para que se preserve el amor, la solidaridad y el mejor futuro para los hijos de estos matrimonios; la conservación de estos esposos dentro de la comunidad, en el espíritu de comunidad de San Pablo y como hace Dios con todos nosotros, a pesar de nuestros pecados; y, que no se estigmatice ni se juzgue al que no ha sido exitoso en su proyecto de familia, ni a sus inocentes hijos.

Excluir de la eucaristía a una persona en estos casos, resulta muy severo y de profundas consecuencias. Esto ha generado un sentimiento de rechazo que ha alimentado la pérdida de la fe.

Ahora se ha puesto de moda la llamada "comunión espiritual", que era usada como un anticipo a la Eucaristía para el que no podía recibirla en un determinado momento y que ahora se pretende usar en favor de todos los pecadores a los que se les conmina a no comulgar, por su pecado mortal del que no van a ser perdonados, inventando algo en sustitución de la original Eucaristía creada por Cristo. Si no estás "en estado de gracia" no puedes comulgar ni siquiera espiritualmente. Después hablan de relativismo religioso.

Es desproporcionado este castigo de ex comunión de hecho, en comparación con las consecuencias en caso de verdaderas abominaciones como son las violaciones de derechos humanos y toda una serie de delitos que han sido encubiertos para no generar “escándalo”. 

Esa exclusión implica la separación de un pecador, igual que nosotros, de lo que es esencial en nuestro credo, la comunión, que es el acto de recibir el cuerpo y la sangre de Cristo, y que  junto con la creencia en la resurrección y del amor y la misericordia de Cristo, nos define como realmente católicos.

     La Eucaristía es un milagro que, desde la perspectiva mística, da cohesión a la comunidad cristiana - la común unión de los cristianos - y por tanto es el vínculo que establece la pertenencia del feligrés a la comunidad cristiana. Excluir a alguien de ella es como expulsarlo desde el punto de vista espiritual de esa comunidad. Es el elemento de cohesión del Cuerpo de Cristo con su iglesia, en el sentido más amplio de la palabra.
En un artículo escrito por el Padre Ugalde llamado "Quo Vadis Francisco", en el que, entre otras cosas, señala:

"El Papa camina dando señales elocuentes. Va a Roma para hacer que Jesús sea más visible en el gobierno de la Iglesia católica, en sus signos y en su modo de actuar. La aspiración es muy elevada: que el Vaticano sea signo trascendente de Jesús, encarnación del amor gratuito de Dios; del Jesús que no vino a condenar sino a sanar, que entró en la casa del ladrón Zaqueo sin reproche, llevando el perdón, la conversión y la vida nueva; que rechazó el apedreamiento hipócrita de la adúltera y le dio la mano para que se levantara; que pidió agua a la samaritana, que no era creyente judía, ni de vida correcta; que tocó a leprosos y enfermos y los curó incluso en sábado."

"El Papa insiste en que no quiere “príncipes” de fachada, sino el pueblo de Dios, hombres y mujeres tocados del amor de un Dios que se hace visible en los múltiples rostros que viven con alegría y esperanza, que consuelan, que acompañan, curan y ayudan a levantarse. Hoy una de las grandes, complejas y esperadas reformas es hacer visible que la Iglesia no son los clérigos, sino el pueblo de Dios con el obispo de Roma, que no es una monarquía vaticana sino un primado colegiado con las conferencias episcopales del mundo en toda su variedad y pluriculturalidad expresada en sínodos y otras formas de gobierno universal. Un gobierno de Roma con menos cardenales y más laicos, hombres y mujeres creyentes y competentes servidores." 

"La pregunta evangélica del papa Francisco: “Quién soy yo para juzgar a un gay si él busca al Señor y tiene buena voluntad”, vale también para el divorciado, agnóstico, budista, preso y para la conciencia de todos, que nos lleva a aquella milenaria frase feliz: “De internis neque Ecclesia iudicat”, de lo íntimo de la conciencia ni la Iglesia juzga. Doctrina y normas disciplinares sí, pero por encima de todo el diálogo de la conciencia personal con Dios. No estamos para condenar sino para acompañar, dar la mano, llevar el agua del amor de Dios y la esperanza. Es lo que más necesitamos en este mundo, y sin ello la disciplina eclesiástica es vacía y los templos se convierten en museos."

        Por eso insisto a los Obispos, ¿Seguimos insistiendo en apedrear a la adúltera? ¿No es el amor y la misericordia lo que debe guiar nuestras acciones y nuestras posiciones?

En los últimos dos meses me he pasado leyendo más de treinta artículos acerca de Amoris Laetitia y este tema de la posibilidad de permitir la comunión de divorciados y vueltos a casar, con posiciones que van desde las más radicales que acusan a Francisco de hereje, pasando por los que piden una revisión, hasta llegar a un minoría que lo apoya que me hizo tener la siguiente reflexión:

1.- Pienso que la discusión tiene un objetivo distinto al tema que en cuestión, a mi juicio es una finta para esconder otros intereses no muy santos de ciertos personajes de la Iglesia.

Esto lo sostengo porque Francisco comenzó su pontificado con el tema de la humildad y de la necesidad pastoral de salir de los escritorios y mezclarse con la gente más necesitada para adquirir el olor a oveja.

A pesar de todas la celebración ecuménica de los quinientos años de la reforma, que ha  llevado hasta la creación de un rito común imagino que a los que he dado en llamar lefrevianos detractores del Concilio Vaticano II no les debe haber caído nada bien el acercamiento a los protestantes−, quienes han  generado una influencia negativa en los países de mayor presencia luterana o afín, sobre la Iglesia Católica de esos países, que la lleva a estar enfocada más en el dinero y en los bienes terrenales que en su labor pastoral. He sido testigo en países como los Estados Unidos que todo está tarifado y el éxito de una Diósesis o una Parroquia se mide por las señales de opulencia de los sacerdotes. A más ostentación se considera que son más exitosos –la predestinación a lo Calvino−.

Un caso de personas cercanas a mí revela el estilo crematístico de algunos sacerdotes: Un obispo le prohibió a una pareja hacer el curso prematrimonial en la iglesia en la que se iban a casar y les facturó doscientos dólares por su participación en el curso dictado por él.

Entiendo que Francisco ha cuestionado estas exhibiciones de opulencia de parte de sus príncipes y pares. Esto no debe haber caído nada bien. En Venezuela tenemos un dicho: “Métete con el santo pero no con la limosna”. Le están pasando una factura.

2.- Francisco cortó algunas cabezas por actos graves de corrupción y buscó asesoría externa para el manejo del que llaman banco del Vaticano.

3.- El camino hacia una mayor transparencia en materia de abusos sexuales y la pederastia y su encubrimiento.
Aquí señalo que hoy por hoy el proceso de captación de personas se ha convertido en el proceso organizacional más importante. La aceptación de novicios debe profundizar mucho no solo en las competencias, sino en la actitud y la emocionalidad del aspirante y también en una evaluación detallada del cuadro psicológico y familiar, porque muchas veces se presentan situaciones en las que una persona que ha sido víctima de la violencia o de abusos sexuales, y en estos casos, puede haber una tendencia a repetir esos comportamientos. Supe que en el caso de los legionarios se diezmó a la cúpula de la orden, pero resulta importante determinar todas las víctimas (las externas y las internas) para lograr sanar ese trauma y evitar la repetición de comportamientos inadecuados. También la captación de jóvenes a tan tempranas edades, manteniéndolos aislados del mundo, en vez de enriquecerlos los empobrece al no ser partes del mundo. Siempre hay que acordarse de San Agustín y su camino hacia la santidad.

4.-El haber permitido que las personas arrepentidas por participar en un aborto pudieran ser perdonadas en confesión, durante el año de la misericordia, gesto que fue interpretado por algunos como una forma de permitir el aborto en algunos casos, como los han ido aprobando legislaciones de algunos países, sin considerar que el perdón en este caso puede funcionar como un forma de evitar que estas personas vuelvan a caer en este pecado.
ºººº

Cada día más entiendo el pedido de Francisco de que oremos por él, pero creo que hay varias cosas que puede hacer:

1.- Es necesario evaluar el tema de la infalibilidad papal y hacer caso a lo que señaló muy acertadamente Paulo VI cuando dijo que este tema era uno de los obstáculos de la ruta ecuménica. Lo que está encadenando a la Iglesia es la rigidez absoluta que le impide desatar nada, ya todo está dicho y todo es dogma, contradiciendo la autorización expresa del Mesías de poder hacerlo.

2.- Se requiere evaluar la idoneidad de la encuesta de la familia elaborada para el Sínodo de la Familia y mostrar los resultados para que juntos, Iglesia como pueblo de Dios podamos reflexionar y encontrar caminos hacia Dios. ¿No sería conveniente que a lo interno supiera la jerarquía interna de la Iglesia en que anda su propia gente?

3.- Es indispensable que la iglesia reflexione más acerca de los derechos humanos fundamentales de los individuos y  modernizar los delitos y sanciones (excomunión) frente a las realidades modernas, como el genocidio, comisión de delitos de lesa humanidad, corrupción, tráfico de personas, tráfico de armas, narcotráfico, terrorismo, abusos sexuales y la pederastia. En este sentido me parece oportuno el planteamiento acerca de la pena de muerte, que es de los más incongruentes de todos. Esto contrasta de manera tan sospechosa que se ha llegado a decir que el tema de los divorciados es capaz de producir un sisma en la Iglesia y por el contrario los tema arriba señalados no.

4.- También se requiere una comprensión moderna acerca de la sexualidad del ser humano. También evaluar la castidad, la cual parece estar más vinculada a un carisma personal o más a una necesidad espiritual que surge de su practicante, que a una imposición o requisito de ordenación y de permanencia en el sacerdocio. Evaluar las normas de la ortodoxia en este sentido. ¿Se tiene idea del porcentaje de sacerdotes que la practican firmemente?

5.- Parece necesario evaluar la operación política y diplomática del Vaticano y la afectación de la Iglesia ante posturas que, pueden verse como objetivos que dejan de lado a la gente y su sufrimiento, y que pueden lucir condescendientes con regímenes irrespetuosos de los Derecho Humanos. Ha creado mucho rechazo el manejo del tema cubano y al acercamiento al Gobierno chino.

6.- El Estado Vaticano debe marchar hacia la modernización de sus actividades políticas, diplomáticas y financieras estableciendo buenas prácticas y políticas conocidas, de eficiente y correcto desempeño en aras de una mayor transparencia para crear una imagen que se constituya en ejemplo para organismos públicos y privados del mundo. No señalo que sea desastrosa sino que debe aplicar el mejoramiento continuo y con más transparencia.
ºººº

No termino de entender que un grupo de Obispos tan significativo ponga tanto empreño en este tema, en una surte de cruzada para derrotar o defenestrar a Francisco y por otra parte un silencio ante la persecución y asesinatos de sacerdotes y fieles en todo el mundo, de las víctimas de las persecuciones políticas y  los genocidios por razones políticas y religiosas. Tampoco la pérdida de vocaciones y el alejamiento alarmante de la grey.


Caracas, 9 de noviembre de 2017.
Gonzalo Pérez Petersen





miércoles, 26 de diciembre de 2018

La Navidad un Reto de Vida.


En este año nos ha tocado ver y participar en situaciones y eventos que muchos no serían capaces de haber previsto. Hoy en muchos lugares de la tierra poblaciones enteras se trasladan a otros países, por falta de oportunidades, hambre o huyendo de la guerra. 

Los gobiernos y los organismos internacionales han quedado desbordados con estos temas o se han atrincherado en sus territorios y han comenzado a construir muros y barreras, las cuales han demostrado ser poco efectivas y generadoras de mayores rencores y disputas entre los pueblos.

También nos ha tocado presenciar los efectos del ataque permanente en contra del ambiente, cuyas consecuencias dejaron de ser locales y se han vuelto globales.

Las comunicaciones modernas nos han llevado a mantener contacto con personas que se encuentran al otro lado del mundo. Cuando esta ventaja tecnológica nos permite mantener contacto no solo con personas que de otra forma no podríamos mantener alguna cercanía,  o en el caso de familias y amigos, alejados por las circunstancias que les han tocado vivir, lo sentimos como una bendición; sin embargo, a veces esa cercanía con las personas distantes, pareciera que nos está alejando más de las que tenemos cerca, lo que lleva a relaciones más superficiales y que nuestros cerebros son incapaces de asimilarlas con la misma intensidad que las que son más próximas. Ya se habla de la adicción a los medios electrónicos, que además de afectarnos psicológicamente, nos aleja de la actividad física y del contacto significativo con la gente, el entorno social y la naturaleza. La realidad se convierte en una experiencia incompleta o fabulada o en una suma de imágenes rígidas como las de una foto.

Lo más grave es que se ha desatado un bombardeo de información, el cual, cada vez más está manipulado por intereses políticos y comerciales, lo que ha creado una maraña en la que no se sabe que es verdad ni que es mentira, como las campañas de descrédito que tienen alguna manifestación real, pero en muchos casos son falsas, creando una sensación casi generalizada de que no se puede confiar en nada ni en nadie. El desprestigio personas e instituciones se ha generalizado. 

Vemos, también, la tendencia de los países a radicalizarse política o religiosamente, con la grave consecuencia del deterioro de la democracia, por sectores políticos, que falazmente se escudan en ideologías y que buscan solo la preservación del poder a toda costa. Un nuevo estilo de gobierno autocrático, violador de derechos humanos y que en algunos casos usa este poder para explotar en el exclusivo beneficio de una cúpula corrompida, mediante la devastación de recursos y la riqueza de los países. Ha aparecido una re edición de colonialismo depredador, como el que existió especialmente en África en el siglo XIX y que, ahora con variantes, es promovido por las castas políticas de ese continente y que también estamos presenciando en Venezuela. Esto ha llevado a una corrupción a todo nivel que ha hecho perder las esperanzas de los pueblos en la posibilidad de salir de la pobreza o de poder optar a una vida digna.

Por último, el renacimiento de una nueva guerra fría política y económica, con la creación de bandos que se apoyan mediante el nefasto mecanismo de la solidaridad automática, para el mayor perjuicio de los pueblos.

En estas circunstancias, no nos queda más que estar conscientes de la realidad que nos toca vivir, con una capacidad mayor para escudriñar en los hechos y no dejarse engañar con el bombardeo mediático y encontrar un nuevo y más intenso diálogo para el logro de un nuevo equilibrio social e individual. 

Los pactos sociales que fueron logrados por muchas sociedades en el pasado, se han agotado y requieren nuevos consensos, con la laboriosidad que exigen, en especial la escucha y el respeto a la diversidad, para poder solventar problemas viejos que no hemos logrado resolver y los nuevos retos que se nos están presentando en este milenio.

Yo por mi parte me pregunto: 

1.- ¿La hipótesis de Maltus se hará realidad y con ello no podremos alimentar a la creciente población mundial?

2.- ¿El crecimiento de la población no es razón para una mayor devastación del ambiente y por ende de la pérdida de la capacidad productiva de alimentos?

3.- ¿Los hábitos de consumo, el sistema de obsolescencia programada, la falta de reutilización de deshechos no son una de las causas mayores para la destrucción del ambiente?

4.- ¿La producción y manejo racional de la energía como mecanismo para bajar emisiones de CO2?

5.- En esta nueva realidad: ¿Cómo podemos preservar e incrementar el acceso a empleos dignos y la transformación educativa que se requiere para que esto sea posible?

Pero esto no es suficiente. Aquí tenemos que asumir que lo malo no es la tecnología, lo malo es la emocionalidad y los valores de quien la usa. Una tecnología que sea perjudicial llevará a una sociedad consciente a corregirla o sustituirla.

El reto de Naciones Unidas de acabar con la pobreza debe llevarnos a que la pobreza no es solo un tema de comida, vivienda y medicinas, sino que la educación que forme ciudadanos, pensantes, con competencias y herramientas adecuadas para resolver problemas, y lo más importante, promover ciudadanos responsables, que participen activamente en los procesos políticos y sociales.

Hay quien dice que los países se hacen solos, y esto tiene mucho de verdad. Si no existe la conciencia de los individuos sobre la realidad y su entorno, sus problemas y responsabilidades frente a estos, esas sociedades se construirán solas. Pero sin conocer su destino, como el que va arrastrado por un río y sus oportunidades de acertar serán limitadas. Las sociedades necesitan liderazgo, pero no el tradicional mesiánico, sino el que se forja con el trabajo, la constancia, los valores y con objetivos claros. La complejidad de todos los procesos que forman parte de los sistemas sociales requiere de competencias múltiples que no solo pueden ser multidisciplinarias sino además transdisciplinarias, porque hoy más que nunca nadie tiene la verdad en sus manos. Todos somos necesarios en este proceso.

Esto es muy complejo porque se debe practicar el diálogo para lograr consensos y tener la valentía de reconocer los errores y los fracasos para utilizarlos como palanca de aprendizaje significativo.

En este mundo moderno nos hace falta cuidarnos de nuestros juicios, porque pensamos en muchos casos que son propios, cuando en realidad pueden ser la consecuencia de una matriz de opinión falsa o sin sustento alguno. Aquí es indispensable la humildad y el manejo de la vulnerabilidad que nos enseña a aceptar los aportes e ideas de los demás, ser capaz de corregir los propios errores y entender que los humanos tenemos debilidades e intereses y si no ejercitamos la autocrítica, eso nos hace perder el norte. Por eso tenemos que practicar el perdón, el pedirlo, el darlo, el dárnoslo y sabiendo distinguir claramente entre el error y la negligencia.

En esta Navidad creemos nuestro santuario familiar, en el cual podemos apagar nuestras conexiones electrónicas para poder dialogar con las personas más importantes que tenemos en nuestras vidas, para abrazarlas y apoyarlas, darles y recibir el afecto y la fuerza necesaria para los retos que tenemos por delante, en nuestra familia, nuestros lugares de trabajo y estudio y en la sociedad.

Que estas fiestas nos recuerden el poder del amor, con el cual podemos encontrar el coraje para sobrellevar las dificultades y su manifestación en nuestras familias y amigos; Esta fuerza que le da sentido y justificación a nuestras vidas.

Seamos espejo de la Sagrada Familia y de esa expresión, con nuestras acciones y palabras seamos ejemplo para propios y extraños, en la búsqueda de un mundo mejor.

Feliz Navidad.
Gonzalo Pérez Petersen.