sábado, 26 de junio de 2010

Felicidad vs Dualismo.


Nos pasamos la vida en la disyuntiva de decidirnos entre dos polos contrapuestos. Todo lo que conocemos está regido por la polaridad y hasta nosotros mismos estamos divididos en dos y la eterna búsqueda no se resuelve hasta que logramos entender que la suma de uno más uno es simplemente uno y no dos. Solo encontrando la unidad en el todo podremos vislumbrar la verdadera felicidad.
El ser humano no es ajeno a este dualismo natural. Debemos todos reconocernos simétricos (o casi simétricos) o la unión de dos partes complementarias, en cuanto a lo físico, “buenos” y “malos”, “hombre” y “mujer”, “consciente” e “inconsciente”, “luz” y “sombra”, ánimus y ánima para comenzar a andar el camino hacia la integración de nuestra entidad y ésta con el todo. En este proceso comienza con el reconocimiento de la espiritualidad en nuestras vidas, que puede incluir la fe en un ser superior o creador, en la concepción que se prefiera. Este sendero es hacia nuestro interior, hacia un verdadero conocimiento de nuestras “verdades” y sus incoherencias e incongruencias. Un camino que nos puede llevar a descender hasta el infierno, ese que tenemos dentro de nosotros mismos y en ese camino dentro de nosotros, podremos crecer y solo haciendo propio ese aprendizaje podremos proyectarlo hacia afuera con acciones en beneficio de otros y así encontrar esa unidad en la que todos esos entre comillas pierden su identidad y también se hacen uno.........León Tolstói escribió un libro llamado "El Reino de Dios está en vosotros", lo que implica que las respuestas fundamentales que buscamos en las religiones están en nosotros, más que en el mundo.
Debemos pués reconocer nuestro dualismo básico entre lo que los psiquiatras llaman “persona” (viene del griego personar o máscara que suena, usada por los artistas) que podríamos definir como la mejor versión que mostramos de nosotros mismos, imagen aunque “buena” siempre tiene su trasfondo, “la sombra”, que no es más que lo que en realidad vive detrás de la máscara. Cuando hablo de la sombra no necesariamente refiero a algo malo, pero si a algo oculto. Nuestra naturaleza nos lleva a resaltar lo “bueno” y ocultar lo “malo” de nosotros mismos, o lo que pensamos que lo es, sin que necesariamente lo sea. La “persona” es necesaria para vivir en este mundo, no tenerla es como andar desnudos en la calle, por tanto esa barrera es sana y necesaria y tiende a mantener la armonía social, lo que puede variar es el grosor o la translucidez de la máscara.......
Esta labor solo puede llevarse a cabo con paciencia y constancia; también nos ayuda una disciplina espiritual o “sadana”, con meditación u oración y usando la mente para ir capitalizando ese conocimiento que no se adquiere de manera tradicional y muchas veces solo se percibe….Con la mente al servicio del espíritu y no al revés
Hasta que comencemos a entender que no hay absolutos y los polos comienzan a desdibujarse delante de nosotros, entenderemos que algo “malo” tiene aspectos o consecuencias positivas y algo “bueno” tiene aspectos o consecuencias de signo contrario.
En filosofía política se dice que no hay mayor contradicción que la que hay entre la “libertad” y la “igualdad”, porque el logro de la primera no hace más que reafirmar la desigualdad y el logro de la segunda sólo se materializa mediante la supresión de la primera. Para encontrar unidad entre dos conceptos aparentemente contradictorios hay que encontrar el elemento integrador o unificador y que la doctrina liberal llamó “confraternidad”. Curioso término político. La integración se logra mediante el ejercicio de la libertad, no solo en el propio beneficio sino en beneficio de la colectividad en la que te desenvuelves, de manera de compensar a quien es menos favorecido por cualquier circunstancia. Pero este equilibrio solo es posible en un régimen de libertades que permita que se pueda evolucionar, y esa libertad permitirá que, aunque se cometan errores, éstos se puedan corregir.
Cuando somos capaces de conseguir este equilibrio, podemos ver la infinita belleza de la verdad y vivir a plenitud una felicidad profunda.
Ante esta tarea, cada día se me hace más difícil sentirme “bueno” y más complejo el acto de “amar”, incluso cuando peco a voluntad, porque no encuentro otra respuesta...... Por eso no me queda más consuelo que el de bajar la cabeza y repetir sin fin: “Señor Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de mí que soy un pecador”. “Kyrie eleison, Kyrie eleison, Kyrie eleison”...........

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