domingo, 25 de julio de 2010

Conoce a los demás para ser feliz.


Si hemos logrado tener un conocimiento personal razonable, estaremos en mayor capacidad de conocer a los demás. El concocimiento de las personas constituye una competencia y un patrimonio muy valioso de información, porque nos lleva sólo a tener, respecto de éllas, expectativas reales, para poder encontrar la forma de compartir juntos la vivencia de la felicidad.
El conocimiento de las otras personas tiene como barrera la auto percepción. Si tenemos una auto estima excesivamente elevada, posiblemente exagerada, podemos caer en la tentación de pretender que las demás personas cumplan esos parámetros de perfección que creemos detentar.
Si tenemos realmente valores muy elevados o somos muy exigentes con nosotros mismos, debemos respetar el derecho del otro a regir su vida según su libre albedrío (sin que esto implique liberarlo de su responsabilidad) y aceptar que es válido que la otra persona tenga una visión diferente acerca de la vida (aceptación del otro o respecto a la “otredad”).
En estos casos puede suceder, así mismo, que al negarnos a ver nuestra sombra, lo que hacemos es proyectarla sobre los demás. Es más común de lo que puede parecer atribuirle defectos o fallas a otros que son propios.
También nos sucede que solemos proyectar en las personas nuestras mejores expectativas, colocándolas en un pedestal, con el inconveniente de que al cometer algún error o falta, se nos derrumban como pasa con un ídolo con pies de barro; todo esto pasa por habernos creado expectativas irreales que están más en nuestra mente que en la otra persona, produciéndonos decepción y tristeza. Si logramos evaluar y valorar a las personas tal cual son, no nos crearemos expectativas irreales.
Por supuesto debemos ser cuidadosos cuando nos encontramos con alguien que parezca demasiado perfecto o cautivador (cuando la limosna en muy buena hasta el santo desconfía). Esta es la clave del éxito de los estafadores. También debemos aceptar que existen personas psicopática (asesinos seriales, mitómanos, etc.) quienes por las características de su enfermedad carecen de moralidad (no son inmorales, son amorales), lo que les permite engañar a los demás con mucha facilidad.
Tarea compleja cuando todos en alguna medida proyectamos una imagen que dista en algo o mucho de la realidad. En estos casos utilizo una técnica que consiste en observar y escuchar con mucha atención a las personas (sobretodos para detectar sus incoherencias e incongruencias entre lo declarado y lo actuado) y utilizo la siguiente metodología:
1.- Observo el comportamiento en situaciones extremas que la afecten o a personas relacionadas con élla. Creo que, aunque es la forma más fácil de evaluarla, no es común ver a alguien actuando en estas circunstancias.
2.- Observo el comportamiento de la persona en las situaciones más insignificantes. En estos casos la persona baja sus defensas y suele manifestarse de manera más auténtica, lo que permite que lo dirijan sus valores y sus debilidades reales, no la retórica o la apariencia.
3.- Observo su comportamiento con otras distintas a mí. Si veo que se comporta mejor conmigo que con otras, estimo que en alguna oportunidad voy a recibir el mismo trato.
Por supuesto que existen técnicas más elaboradas como el uso de la Programación Neurolinguística, la observación del "body language" y creo que la más importante que es el uso de la intuición, que resulta una percepción no necesariamente basada en elementos objetivos, pero que consiste en una percepción a nivel inconsciente de un conjunto de señales que nos aporta la otra persona y que nos permite hacernos de una idea acerca de élla. Creo que es muy util la intuición pero no debe usarse sino como una señal de prevención que nos lleve a afinar nuestros sentidos para poder respaldarla o deshecharla con fundamento.
Recabando esta información establezco las virtudes y los defectos de la otra persona, agradezco sus virtudes y no me creo falsas expectativas de mejora de sus defectos; si son soportables, establezco un “modus vivendi” y en caso contrario guardo mi distancia sin darme mala vida.
Con este marco de acción establezco, por ejemplo, entre una persona que considero amiga o una simple "amistad". Puedo compartir y disfrutar mucho de la “amistad”, socializar, conversar y pasar un buen rato, sin esperar que un comportamiento más allá. Con un amigo, por el contrario, además de disfrutar o compartir un rato de superficialidad, puedo contar con su apoyo, en la medida de sus posibilidades y potencialidades, en caso de encontrarme en un mal momento.
Si logramos esto podemos comenzar a ver a los demás con una perspectiva más real y humana, comenzar a ser más humildes y más comprensivos de las debilidades ajenas y vivir esta fabulosa experiencia de conocer gente como parte de la felicidad. Al final de todo “Homo sum et nihil humanum a me alienum puto”(soy humano y nada humano me es ajeno) (frase de Terencio.)