viernes, 3 de diciembre de 2010

La Cortesía y la Felicidad:


La velocidad con que vivimos en este mundo moderno ha logrado que desechemos los modales y la cortesía que se han vuelto cada día más escasos.
La cortesía refiere a un comportamiento humano de buena manera y que se relaciona, además con las normas de etiqueta. La cortesía era vista como el apropiado comportamiento de las personas en la corte y que luego ha evolucionado modernamente hacia las normas de protocolo que se utilizan en el ámbito diplomático internacional.
Estas normas que pueden parecer ridículas, son de gran importancia debido a que en el mundo existe diversidad de costumbres y hábitos que hizo necesario la elaboración de una suerte de código común para evitar malos entendidos, producto del desconocimiento de un extranjero de las maneras propias de una cultura que le es desconocida. Por ejemplo, hay países en donde el espacio vital (el que nos separa de las demás personas) debe ser amplio, como es en el caso de los japoneses y por lo tanto sus saludos no conllevan un apretón de mano y mucho menos un beso; y por otra parte los árabes que aceptan un acercamiento significativo que los lleva hasta besarse dos veces en las mejillas entre hombres.
Todas estas normas son muy importantes para la convivencia humana debido a, que el saber cuando actuar como actuar, que decir, como decirlo, nos permite ser más acertados en el manejo de nuestras relaciones y más efectivos, pudiendo mantener un clima de respeto y cordialidad que es fundamental para las buenas relaciones humanas.
Las normas del trato personal que comienzan con los buenos días, por favor, gracias, abrirle la puerta u otro, ceder el paso, el no hablar en alta voz, no tirar la basura en el suelo, por su puesto complementadas con una sonrisa y tantas otras deferencias que hacen más grata nuestra vida y la de los demás.
Si vamos más allá veremos que las normas que existen en materia del tránsito automotor, para la navegación marítima y aérea, parten de este criterio de convivencia pero se constituyen en normas que garantizan la seguridad en estos contextos.
Las normas que arriba se han descrito y por las razones expresadas no pueden ser aplicadas de forma privilegiada a ninguna persona o grupo o género de personas, salvo en  los casos expresamente determinados, referidos a los vehículos de las autoridades policiales, los de emergencia, etc. Esto quiere decir que los que conducen un vehículo rústico, algunas mujeres, los taxistas, los motoristas, los conductores de autobuses ni los conductores de camiones, tienen derecho de preferencia de paso, sino cuando las normas así lo determinan.
Por estas razones, no quise utilizar la palabra Caballerosidad (que en su acepción original refería al actuar de una persona a caballo, en las épocas que disponer de este medio de transporte traía consigo un estatus social determinado, en comparación con los hidalgos o los plebeyos,  y que no es entendida o aplicada a las mujeres), puesto que considero que la cortesía no solo es un deber de todos, que ratifica una actitud de respeto, consideración, solidaridad y afecto hacia las demás personas, sino además una actitud necesaria para vivir en un entorno de mayor felicidad, que es un deber de todos los seres humanos.
Es mi juicio,  en un autobús, en el metro, en una sala de espera, debe tenerse una mayor consideración con una persona mayor (independiente de su genero), una persona con alguna discapacidad o alguna limitante circunstancial o permanente, según el caso, una mujer embarazada o con un niño en brazos, etc.; pero esta cortesía no debe ser solo por parte del hombre, sino de la mujer y más en los jóvenes. Una mujer que no se encuentre en alguno de los supuestos arriba señalados debe tener la cortesía correspondiente al igual que cualquier hombre. La cortesía debe practicarla las mujeres con las mujeres.
También es mi juicio que en aras de una supuesta liberación femenina, algunas damas han adquirido los  malos hábitos de los hombres, en todos sentido, incluyendo en la expresión verbal. Asombra escuchar conversaciones altisonantes entre mujeres que son similares a las que se escuchan entre obreros o camioneros (que tampoco son justificables).
Esto no excusa a los hombres de seguir practicando la caballerosidad que toda mujer merece en los ámbitos y contextos correspondientes y que las verdaderas damas corresponden generosamente con su feminidad. Los tiempos seguirán evolucionando y las normas y códigos de conductas se tendrán que adaptar a los tiempos, pero una actitud cortés enaltece a la persona que la vive y hace mucho más gratas la vida de los demás y por ende es importante para la felicidad.