sábado, 11 de diciembre de 2010

Premio Nobel de la Paz

Activista chino Liu Xiaobo
El texto fue leído en Estocolmo por la actriz sueca Liv Ullman. Corresponde a la declaración que Liu leyó en diciembre de 2009, durante el juicio que se le seguía por subversión del Estado. Es un ejemplo de la vivencia conforme a los valores de la Cultura de Paz. El texto es como sigue:

"Yo no tengo enemigos, ni odio. Ninguna de los policías que me investigaron, que me detuvieron, que me interrogaron, ni los fiscales que me llevaron a juicio, ni los jueces que me juzgaron, son mis enemigos. Aunque no puedo aceptar vuestras investigaciones, detenciones, interrogaciones, veredictos... sigo respetando vuestras profesiones, vuestra integridad. Siento vuestro respeto, y vuestra buena fe".
"El odio puede pudrir la inteligencia y la conciencia de una persona. La mentalidad enemiga puede envenenar el espirito de la nación, puede incitar a luchas crueles y mortales, destruir la tolerancia y humanidad de una sociedad, y complicar el progreso de una nación hacia la libertad y la democracia. Es por ello que espero llegar más allá de mis experiencias personales mientras soy testigo del desarrollo y cambio social de nuestra nación; espero contrarrestar la hostilidad de nuestro régimen con buena fe, y de acabar con el odio a través del amor".
"Precisamente por estas convicciones y por mi experiencia personal, estoy convencido que el progreso político de China seguirá adelante; yo, lleno de optimismo, espero la llegada de una China libre. No hay fuerza que pueda poner fin a esta lucha por libertad política, y China será -tarde o temprano- una nación regida por la ley, con derechos humanos inalienables. También espero que este tipo de progreso pueda reflejarse en este juicio, mientras espero el veredicto imparcial de este tribunal".
"Si me permiten decirlo, la experiencia más afortunada que he tenido en los últimos veinte años ha sido el amor incondicional de mi esposa, Liu Xia. Ella no pudo estar presente como observadora ante este Tribunal hoy, pero quiero decirte, querida, que creo firmemente que tu amor por mi persona se mantendrá igual en el futuro como siempre lo ha sido. A lo largo de todos estos años que he vivido sin libertad, nuestro amor estuvo lleno de la amargura impuesta por circunstancias exteriores, pero sigo disfrutando de su sabor, y este amor sigue existiendo sin límites".
"Cumplo mi sentencia en una prisión física, tangible, mientras tu me esperas desde la prisión intangible del corazón. Tu amor es la luz de sol que me llega incluso a través de los muros más altos y penetra las barras de acero de la ventana de mi celda, cayendo sobre cada centímetro de mi cuerpo, aportando calor toda parte de mi cuerpo, permitiendo que siempre sienta paz, libertad, y la felicidad del corazón, llenando cada minuto de mi tiempo en la cárcel con significado".
"Espero que yo sea la última víctima de la inquisición literaria de China; espero que nadie sea encarcelada por sus palabras en el futuro. Suprimir la libertad de expresión es suprimir la verdad. No hay nada criminal en aquello que he hecho, pero si traen cargos en mi contra por ello, no tengo queja alguna".

Si quieren saber la causa por la que fue condenado a once años de prisión, busquen el manifiesto 8, firmado por más de un centenar de personas y cuyo texto fue elaborado principalmente por Liu Xiaobo. Juzgue por sí mismo la justeza de la condena que fue aplicada en este caso. Pueden encontrarlo en:
 http://www.scribd.com/doc/38968692/Liu-Xiaobo-Carta-08-Manifiesto-de-la-disidencia-china

martes, 7 de diciembre de 2010

Navidad, siempre una Esperanza:

La Natividad

El objetivo trazado y que me llevó a escribir este blog, no fue más que dejar por escrito reflexiones acerca de mi vivencia personal a lo largo de muchos años. No pretendo pontificar sobre verdades absolutas (totalmente contrario a mi temperamento herético), porque entiendo que todos somos distintos y nos ha tocado vivir experiencias muy disímiles que nos dan visiones y perspectivas también diversas. Solo aspiro que una frase que haya escrito pueda significar para una sola persona algo positivo, haya abierto una rendija en un momento de confusión o simplemente que lo haya entretenido con algún disparate. En este momento agradezco mucho su paciencia y sobretodo hago énfasis en los que se han tomado la molestia de hacerme comentarios a favor o en contra en algún tema, en tal sentido, me encanta la diversidad de pensamiento, de visiones en las personas, de lo contrario hubiera sido aburrida esta labor.

A todos ustedes un abrazo fuerte y aquí les mando una reflexión de Navidad:

Siempre la Navidad  trae una mezcla de felicidad y tristeza.
Aparte de la connotación religiosa que supone la celebración en familia del natalicio del Jesús de Nazaret y con la incorporación de la leyenda de San Nicolás, que trae todos los años regalos a los niños del mundo (en otras tradiciones esta labor le ha sido encomendada a los tres Reyes Magos), la Navidad es una fiesta de generosidad en la que compartimos la alegría con propios y extraños.

Sin embargo, en cada Navidad recordamos también a todas aquellas personas con las que a lo largo de nuestras vidas compartimos esas alegrías y que hoy no se encuentran con nosotros.

Todos los años suceden terremotos, erupciones de volcanes o fuertes lluvias con pérdida de vidas y viviendas que afecta a muchas familias; pero ante estas situaciones es inútil la tristeza para el que es un observador; lo que requiere de nosotros es a solidaridad y el trabajo a favor de las personas afectadas

Así como hemos señalado que la felicidad es una vivencia del presente, la misma no puede ser entendida, disfrutada o vivida si no se han tenido momentos de tristeza, depresión, o pérdida. Los seres humanos requerimos vivir en una realidad contrastante para poder percibirla de manera más consciente e intensa.

La tristeza o la pérdida no son posibles sin que valoremos a las personas o eso que nos la causa o que se va. En definitiva podemos vivir sin grandes tristezas ni sufrimientos, pero eso requeriría de nosotros renunciar al amor.

Mirando hacia el pasado y meditando acerca de esos momentos difíciles, comprendo el gran aprendizaje que me han dado, además que esas experiencias son mejores que la indiferencia, porque mientras sufría me sentía vivo en el más intenso sentido de la palabra y no como un espectador abstraído de todo contacto con la realidad y las personas que me rodeaban.

Tanto los psiquiatras junguianos como los místicos ven en la vida del ser humano una suerte de ciclos en los que se nace y al concluirlos se “muere”, no en el sentido físico, sino en el sentido psicológico o espiritual. Pasar de la depresión a la “inflación” y de vuelta a la depresión, terminar una fase de la vida y comenzar otra.

Lo importante es no perder de vista a nuestros compañeros de viaje; todas esas personas con las que nos toca convivir día a día y que siguen a nuestro lado.

El otro día escuché una historia de una mujer judía que había sobrevivido al holocausto y comentaba que el día que la trasladaron al campo de concentración iba solamente acompañada de su hermano menor. Ya en el tren se dio cuenta de que su hermano no tenía zapatos. En esa circunstancia le dijo: ¿Eres estúpido? ¡Perdistes los zapatos!. Resultó que al llegar al campo, fueron separados y más nunca supo de él, porque le tocó la fila del exterminio inmediato. ....Al salir con vida del campamento se hizo una promesa: “Jamás le diré a alguna persona algo que, si fuere la última cosa que le dijera en su vida, le hiciere daño”.

Cuando estamos abajo debemos tener la esperanza de que “Dios al cerrar una puerta, abre una ventana”.  En la desesperación no nos queda más que orar: "De profundis clamo ad te Domine" (Desde las profundidades clamo por ti Señor).  Siempre podemos comenzar de nuevo, todos los días sale nuevamente el sol y con él, una nueva meta, una tarea que acometer para cumplir el objetivo primario: “ser cada día una mejor persona”, hasta el día que nos toque amanecer uno con Dios hasta la eternidad.

Hay que dar gracias a Dios por la vida, la salud y todas las bendiciones que nos ha dado, pero manteniendo siempre la “casa limpia”, la casa interior, libre de odios, sin cuentas por pagar o por cobrar, reconciliándonos con las demás personas a través del perdón  pedido y otorgado y el perdón hacia nosotros mismo, de manera que los que queden recuerden de nosotros un abrazo fuerte y cariñoso y esas últimas palabra que les hemos dicho: que los amamos profundamente y que volveremos a ser “uno” de nuevo con nuestro creador.

En esta Navidad les deseo que sus corazones palpiten intensamente, que se rían estruendosamente para que nos oigan en el otro lado, que sus ojos brillen más que las estrellas y que abracen con fuerza la esperanza y una fe indestructible en su capacidad de crear todos los días un mundo mejor.

Los quiero mucho.

Gonzalo Pérez Petersen.