miércoles, 26 de diciembre de 2018

La Navidad un Reto de Vida.


En este año nos ha tocado ver y participar en situaciones y eventos que muchos no serían capaces de haber previsto. Hoy en muchos lugares de la tierra poblaciones enteras se trasladan a otros países, por falta de oportunidades, hambre o huyendo de la guerra. 

Los gobiernos y los organismos internacionales han quedado desbordados con estos temas o se han atrincherado en sus territorios y han comenzado a construir muros y barreras, las cuales han demostrado ser poco efectivas y generadoras de mayores rencores y disputas entre los pueblos.

También nos ha tocado presenciar los efectos del ataque permanente en contra del ambiente, cuyas consecuencias dejaron de ser locales y se han vuelto globales.

Las comunicaciones modernas nos han llevado a mantener contacto con personas que se encuentran al otro lado del mundo. Cuando esta ventaja tecnológica nos permite mantener contacto no solo con personas que de otra forma no podríamos mantener alguna cercanía,  o en el caso de familias y amigos, alejados por las circunstancias que les han tocado vivir, lo sentimos como una bendición; sin embargo, a veces esa cercanía con las personas distantes, pareciera que nos está alejando más de las que tenemos cerca, lo que lleva a relaciones más superficiales y que nuestros cerebros son incapaces de asimilarlas con la misma intensidad que las que son más próximas. Ya se habla de la adicción a los medios electrónicos, que además de afectarnos psicológicamente, nos aleja de la actividad física y del contacto significativo con la gente, el entorno social y la naturaleza. La realidad se convierte en una experiencia incompleta o fabulada o en una suma de imágenes rígidas como las de una foto.

Lo más grave es que se ha desatado un bombardeo de información, el cual, cada vez más está manipulado por intereses políticos y comerciales, lo que ha creado una maraña en la que no se sabe que es verdad ni que es mentira, como las campañas de descrédito que tienen alguna manifestación real, pero en muchos casos son falsas, creando una sensación casi generalizada de que no se puede confiar en nada ni en nadie. El desprestigio personas e instituciones se ha generalizado. 

Vemos, también, la tendencia de los países a radicalizarse política o religiosamente, con la grave consecuencia del deterioro de la democracia, por sectores políticos, que falazmente se escudan en ideologías y que buscan solo la preservación del poder a toda costa. Un nuevo estilo de gobierno autocrático, violador de derechos humanos y que en algunos casos usa este poder para explotar en el exclusivo beneficio de una cúpula corrompida, mediante la devastación de recursos y la riqueza de los países. Ha aparecido una re edición de colonialismo depredador, como el que existió especialmente en África en el siglo XIX y que, ahora con variantes, es promovido por las castas políticas de ese continente y que también estamos presenciando en Venezuela. Esto ha llevado a una corrupción a todo nivel que ha hecho perder las esperanzas de los pueblos en la posibilidad de salir de la pobreza o de poder optar a una vida digna.

Por último, el renacimiento de una nueva guerra fría política y económica, con la creación de bandos que se apoyan mediante el nefasto mecanismo de la solidaridad automática, para el mayor perjuicio de los pueblos.

En estas circunstancias, no nos queda más que estar conscientes de la realidad que nos toca vivir, con una capacidad mayor para escudriñar en los hechos y no dejarse engañar con el bombardeo mediático y encontrar un nuevo y más intenso diálogo para el logro de un nuevo equilibrio social e individual. 

Los pactos sociales que fueron logrados por muchas sociedades en el pasado, se han agotado y requieren nuevos consensos, con la laboriosidad que exigen, en especial la escucha y el respeto a la diversidad, para poder solventar problemas viejos que no hemos logrado resolver y los nuevos retos que se nos están presentando en este milenio.

Yo por mi parte me pregunto: 

1.- ¿La hipótesis de Maltus se hará realidad y con ello no podremos alimentar a la creciente población mundial?

2.- ¿El crecimiento de la población no es razón para una mayor devastación del ambiente y por ende de la pérdida de la capacidad productiva de alimentos?

3.- ¿Los hábitos de consumo, el sistema de obsolescencia programada, la falta de reutilización de deshechos no son una de las causas mayores para la destrucción del ambiente?

4.- ¿La producción y manejo racional de la energía como mecanismo para bajar emisiones de CO2?

5.- En esta nueva realidad: ¿Cómo podemos preservar e incrementar el acceso a empleos dignos y la transformación educativa que se requiere para que esto sea posible?

Pero esto no es suficiente. Aquí tenemos que asumir que lo malo no es la tecnología, lo malo es la emocionalidad y los valores de quien la usa. Una tecnología que sea perjudicial llevará a una sociedad consciente a corregirla o sustituirla.

El reto de Naciones Unidas de acabar con la pobreza debe llevarnos a que la pobreza no es solo un tema de comida, vivienda y medicinas, sino que la educación que forme ciudadanos, pensantes, con competencias y herramientas adecuadas para resolver problemas, y lo más importante, promover ciudadanos responsables, que participen activamente en los procesos políticos y sociales.

Hay quien dice que los países se hacen solos, y esto tiene mucho de verdad. Si no existe la conciencia de los individuos sobre la realidad y su entorno, sus problemas y responsabilidades frente a estos, esas sociedades se construirán solas. Pero sin conocer su destino, como el que va arrastrado por un río y sus oportunidades de acertar serán limitadas. Las sociedades necesitan liderazgo, pero no el tradicional mesiánico, sino el que se forja con el trabajo, la constancia, los valores y con objetivos claros. La complejidad de todos los procesos que forman parte de los sistemas sociales requiere de competencias múltiples que no solo pueden ser multidisciplinarias sino además transdisciplinarias, porque hoy más que nunca nadie tiene la verdad en sus manos. Todos somos necesarios en este proceso.

Esto es muy complejo porque se debe practicar el diálogo para lograr consensos y tener la valentía de reconocer los errores y los fracasos para utilizarlos como palanca de aprendizaje significativo.

En este mundo moderno nos hace falta cuidarnos de nuestros juicios, porque pensamos en muchos casos que son propios, cuando en realidad pueden ser la consecuencia de una matriz de opinión falsa o sin sustento alguno. Aquí es indispensable la humildad y el manejo de la vulnerabilidad que nos enseña a aceptar los aportes e ideas de los demás, ser capaz de corregir los propios errores y entender que los humanos tenemos debilidades e intereses y si no ejercitamos la autocrítica, eso nos hace perder el norte. Por eso tenemos que practicar el perdón, el pedirlo, el darlo, el dárnoslo y sabiendo distinguir claramente entre el error y la negligencia.

En esta Navidad creemos nuestro santuario familiar, en el cual podemos apagar nuestras conexiones electrónicas para poder dialogar con las personas más importantes que tenemos en nuestras vidas, para abrazarlas y apoyarlas, darles y recibir el afecto y la fuerza necesaria para los retos que tenemos por delante, en nuestra familia, nuestros lugares de trabajo y estudio y en la sociedad.

Que estas fiestas nos recuerden el poder del amor, con el cual podemos encontrar el coraje para sobrellevar las dificultades y su manifestación en nuestras familias y amigos; Esta fuerza que le da sentido y justificación a nuestras vidas.

Seamos espejo de la Sagrada Familia y de esa expresión, con nuestras acciones y palabras seamos ejemplo para propios y extraños, en la búsqueda de un mundo mejor.

Feliz Navidad.
Gonzalo Pérez Petersen.