sábado, 29 de septiembre de 2012

La Política Venezolana desde una Mirada Ontológica (3ª parte La Unidad Democrática):

Hecho el análisis del lado del oficialismo, corresponde tratar el tema referido a la Unidad Democrática.
Esta tarea es harto difícil debido a que esa alineación aparente hacia la falaz noción de socialismo, del lenguaje y la coordinación de acciones que encontramos en el oficialismo, no es tan fácil encontrarlo en el sector de la Unidad Democrática.

Como preámbulo me parece oportuno señalar que todos esos sectores de oposición no se sumaron a la propuesta de cambio radical del actual Presidente.

El actual presidente propuso en su época de candidato  que su proyecto consistía en una alternativa democrática (democracia participativa y protagónica); señalaba en 1998 y que Cuba era una dictadura;  que se iba a acabar con el dispendio de los recursos públicos, con la corrupción y con el bipartidismo y que en resumen para el logro de este proyecto era necesario convocar  a una Asamblea Nacional Constituyente; los que se opusieron a esta “nueva propuesta” fueron los que se constituyeron en oposición y que luego de pasar por la Coordinadora Democrática conforman el actual movimiento de Unidad Democrática.

El problema más complejo de este grupo de oposición fue que recibieron un golpe muy fuerte en las elecciones de 1998, que hizo prácticamente desaparecer la militancia de los más importantes partidos políticos de la era de la democracia post perejimenista.

Esto no era de extrañar porque la tendencia mundial que vemos hoy en contra de los partidos políticos ya estaba generalizada en Venezuela para 1998. Prácticamente los partidos políticos se quedaron solamente con sus cuadros directivos. Sin embargo, al haber obtenido una razonable votación en las elecciones del Congreso y de las Gobernaciones y Alcaldías y aunque una muy baja representación en la Asamblea Constituyente, les permitió mostrar un estilo de gobierno totalmente distinto, más eficiente, a nivel regional, que el exhibido por los mandatarios regionales del Oficialismo.

Cuando se elige a la Asamblea Nacional Constituyente, ésta da un golpe de estado, sin que ningún sector del país alce la voz. Este golpe se consumó con la disolución del Congreso Nacional, elegido por voluntad del pueblo, cuando ese cuerpo, la constituyente,  había sido designada solo  para redactar una constitución y no para convertirse en un poder supra constitucional con competencias legislativas y demás.

Tampoco resulta fácil analizar al sector de la Unidad Democrática porque si bien eran pocos al principio, con el tiempo, fueron ganando nuevamente simpatías, ya no como organizaciones políticas claramente identificadas sino como un movimiento opositor al gobierno. También los liderazgos, las estrategias y las acciones fueron evolucionando a medida de que los resultados de esas acciones no lograron el objetivo inicial de sacar al Presidente a como diere lugar. Esta línea de acción se puede resumir en la consigna: “¡Chávez, vete ya!”

Esta primera etapa las directrices y acciones del sector opositor eran dominadas por posturas más radicales sustentadas en instituciones como la CTV (la central obrera más importante del país para esa época), que siguió teniendo peso importante en la mayoría de los sindicatos del país; también formaban parte de este grupo, el sector empresarial, la iglesia católica, partidos “nuevos” como Primero Justicia y los apoyos regionales de los líderes de oposición que seguían ostentado gobernaciones y alcaldías en todo el país.

Esta época el sector opositor estaba concentrado en la Coordinadora Democrática y su actuación más resaltante fue la convocatoria del Paro Petrolero de 2002, que buscaba la renuncia del Presidente y que llevó al país a una recesión ese año que no fue agradecida por la mayoría de la personas del país. Aquí se puede apreciar el primer aspecto de la mirada ontológica y es el hecho de no conocer suficientemente al Presidente, quien, en esa circunstancia, solo hubiere renunciado por un golpe militar, aunque el país se hubiere visto sumido en una guerra civil. Vean a Al Assad hoy en día y podrán imaginarse porque el presidente no se doblegó ante el paro nacional. En este caso este paro no debió alargarse demasiado.

Aunque hay quien piensa que el gran fracaso de esta primera etapa se debe a la pérdida del referéndum revocatorio, en mi criterio, esta derrota se debe adjudicar a la obediencia ciega del presidente a los designios y consejos del dictador Fidel Castro, tal y como le expliqué en la entrada anterior.

También la oposición estaba tan debilitada y carente de liderazgos visibles que apoyó la candidatura de Arias Cárdenas (uno de los oficiales que acompañó a Chávez en el intento de golpe de estado en contra del gobierno de Carlos Andrés Pérez) en la relegitimación de los poderes acordada por la nueva Constitución, quien públicamente denunció como asesino y violador de derechos humanos al actual presidente y lo hizo único responsable de los fallecidos en 11 de abril de 2002, para luego pasar a ser embajador de Venezuela en las Naciones Unidas. El tiempo dirá si este individuo inmoral no era más que un candidato comodín del propio gobierno. 

Hasta este hecho no se puede considerar un gravisimo error puesto que el empuje que traía el régimen, hacía casi imposible derrotar al presidente en esa elección, pero reveló un pésimo conocimiento y manejo de la realidad. En esta etapa la consigna era: “Si el pueblo quiere un militar apoyemos a un militar”.

Resulta también muy complicado analizar las incidencias del 11 de abril de 2002, puesto que no se ha investigado lo suficiente, el gobierno ha ocultado y deformado mucha información y todavía resulta inexplicable que el alto mando militar presidido por Lucas Rincón le haya pedido la renuncia al Presidente “la cual aceptó”, para luego este soldado haya sido premiado con cargos diplomáticos, dando a entender que fue una celada puesta por el gobierno ante el conocimiento de los planes que tenían sectores de oposición de deponer al presidente a partir de la gran marcha a Miraflores. Esto revela que la gestión de la realidad siempre fue más efectiva del lado oficialista.

Pero la celada no fue lo único que determinó el fracaso del golpe y es que dentro de los sectores de oposición no se conocía la agenda de los que finalmente tomaron el poder, tanto así que la ausencia de Carlos Ortega, Presidente de la CTV, da a entender que él tenía una agenda distinta a los que se hicieron del poder o no estaba o no compartía la intención de romper el hilo constitucional con la supresión de la Asamblea Nacional y otros poderes públicos. Aquí hubo otra evidente omisión de la realidad: No se puede dar un golpe sin el apoyo del ejército (estamos en contra de cualquier golpe de estado, sostenemos solo que se pretendió hacerlo con el apoyo de un grupo de generales, que se habían negado a sacar la tropa a las calles para matar a los manifestantes, es decir, aquellos que desobedecieron una orden directa de “Tiburón 1“).  Cuando cae Pérez Jiménez en 1958, se alzó la Fuerza Aérea, pero el Presidente abandona el país cuando no encuentra apoyo del ejército. El presidente y los sectores más radicales del país, han tenido que entender, de la forma más amarga, que los generales no tumban gobiernos ni dan autogolpes.  

Tanto de lo mismo sucede cuando en las penúltimas elecciones parlamentarias, ante un escenario optimista del sector opositor de solo obtener no más de veinte por ciento de la representación parlamentaria de la Asamblea Nacional, deciden jugar a la abstención, logrando que el ochenta por ciento de la población se abstuviera de votar, con lo cual la totalidad de los diputados electos fueron del bando oficialista. Primero esto no podía bajo ningún concepto considerarse un triunfo, porque los votantes del sector oficialista no requerían ir a votar para ganar todos los escaños como sucedió, con lo cual  el esfuerzo fue inútil; adicionalmente, la baja votación de los diputados le dio una carta adicional a favor del Presidente, porque visualmente el parlamento tenía una legitimidad muy menguada a lado de la del ejecutivo y esto permitió al Presidente convertir al Parlamento en un circo de focas obedientes a su sola voluntad. Otro aspecto que revela la gravedad de esa decisión fue que, al pasar el tiempo, varios parlamentarios, en principio afines al oficialismo, comenzaron a asumir una posición crítica del régimen que en otras condiciones hubieran podido juntar hasta un veinticinco por ciento de diputados que podían ejercer influencia en decisiones que requerían mayoría calificada, que es lo que pasa en este momento en que la Asamblea, electa en las últimas elecciones, no puede nombrar al sustituto del Contralor General de la República (fallecido) sin contar con el acuerdo de la oposición. De todos modos esto demuestra el carácter meramente decorativo de las instituciones del país al no generase ningún tipo de problemas por la vacante (la momia del fallecido hubiera seguido cumpliendo los designios del presidente). Recientemente, Maduro compró o sacó del juego diputados de oposición suficientes para lograr la aprobación de la Ley Habilitante y tener la mayoría absoluta de la Asamblea, sin que se produjera ninguna acción o se desarrollare ninguna estrategia defensiva por parte de la MUD.

Después de todos estos hechos, errores y aciertos, se creó un convencimiento de que la única forma de triunfar políticamente requería una posición unitaria. En los tiempos de la coordinadora la unidad giraba en torno a la salida del Presidente de la República, no existía otros aspectos a considerar; esto explica la candidatura de Arias Cárdenas y posteriormente  una candidatura escogida a toda carrera mediante el uso de encuestas que favoreció a Manuel Rosales.

No creo que el manejo de la elección de Rosales como candidato hubiere sido errada, ni siquiera el mecanismo de su designación, sino que las circunstancias no dieron tiempo para otra cosa. Me parece que él fue un buen candidato y comenzó a esbozar lo que hacía falta al sector de la unidad democrática y era una oferta electoral que vaya más allá de cambiar el Presidente sino de un proyecto para ese cambio y él lo centró en una oferta social, a mi modo de ver populista, que implicaba misiones para todos sin discriminación (tarjeta “la negra”).

Lo mejor de su actuación fue reconocer el triunfo del oficialismo, porque uno de los aspectos que había afectado más al sector opositor era la matriz, a partir del referéndum revocatorio, de que había habido trampa en el acto electoral.

No es que no haya habido trampas en el proceso electoral, previo a la votación, la posibilidad de nacionalizar y cedular sin controles, el ventajismo en las campañas, el uso de recursos públicos y no solo de dinero, para la misma, el cambio de las circunscripciones y su peso en la elección última de la Asamblea Nacional, es en lo que ha consistido la trampa. Sin embargo, en las urnas, por lo menos en un muy alto porcentaje se voto de la manera en que se dio el resultado. La poca trampa en la votación ha ido disminuyendo paulatinamente con una mayor organización de testigos de mesa por parte de la unidad democrática. En las mesas sin testigos, todo es posible, entre otras cosas, ingresar los votos de los que no asistieron al acto electoral o utilizar el voto asistido, por ejemplo.  Como diría Manuel López Obrador la trampa más grande fue disponer de una chequera abultada para comprar voluntades a placer.

He tenido el gusto de ser testigo de mesa en la últimas seis elecciones, centro de votación en la cual los votantes en un 90% pertenecen a las clases sociales D y E y nunca vi que el resultado no correspondiera a la realidad (la auditoría manual del 50% de las mesas seleccionadas aleatoriamente, confirmó la validez de los procesos electorales). El resultado de la votación del referéndum de reforma constitucional que fue tan cerrado, demostró que el sector democrático con las copias de las actas en mano, no permitieron el robo del triunfo, ni siquiera con la amenaza de violencia organizada desde la Alcaldía de Libertador.  El dictador gritó, rompió muebles y obras de arte, pero la Fuerza Armada no lo acompañó en su berrinche, porque son más leales al Protocolo de Roma de los Derechos Humanos que al presidente.

Este esfuerzo comunitario y de los partidos políticos es encomiable y lo resalto porque de este trabajo ha dependido la preservación de una democracia que está más en el corazón de nuestro pueblo que en la realidad. No tenemos un corazón dictatorial. Este aspecto revela una acertada gestión de la realidad y se resume en que un testigo entrenado y comprometido mata la trampa. Esto no quiere decir que las personas que son seleccionadas “cuidadosamente” y “aleatoriamente” por el CNE y los testigos del oficialismo sean tramposos, porque en mi experiencia, esos testigos en su gran mayoría han tenido un compromiso ético en favor del resultado de las urnas, otra cosa pensarán sus líderes, pero los venezolanos de un bando como del otro no somos tan distintos como se ha querido hacer ver.

Una de las herramientas más poderosas de un político es su capacidad de lograr consensos. El consenso no es fácil, porque requiere paciencia, pero es lo que define a una verdadera democracia; por el contrario lo regímenes autocráticos se basan en la obediencia a una sola y única voluntad.

En Venezuela tenemos catorce años dirigidos por una sola y única voluntad, que ni siquiera acepta lo que se establezca por mayoría, porque siempre se ha burlado de la voluntad mayoritaria y para ello tenemos los ejemplos de todas las leyes posteriores al referéndum de la constitución que consagraban todo lo que había sido votado en contra, la selección de los directivos de su propio partido y el desconocimiento de hecho del triunfo de oposición de la Alcaldía mayor, a la cual se le superpuso un organismo controlado por el ejecutivo con los recursos que correspondían al órgano electo por el pueblo.

Ese consenso permitió la elección primaria entre seis candidatos de todas las tendencias políticas. Esto fue trascendental, también en cuanto a la gestión de la realidad, en el sentido de que no serían los partidos que designarían el candidato, sino una elección abierta para cualquier ciudadano venezolano; nada más incluyente que esto y llevado a cabo magistralmente por un equipo liderado por Ramón Guillermo Aveledo. Pero lo más importante de esta elección no fue elegir a una persona con exclusión de otras, sino que al realizarse dos debates que permitieron escoger una posición, una actitud y una manera de hacer política.

La elección fue un éxito frente a los augurios y amenazas del gobierno que estimaba alrededor de quinientos mil votantes y una oposición pesimista que estimaba desde setecientos mil a un millón y medio de votantes. Todos fueron sorprendidos con una votación de tres millones cien mil votantes; una elección que por su naturaleza no debía ser tan concurrida. Aquí estamos viendo éxitos en la gestión de la acción. Los errores del pasado fueron aprendidos y haber depositado la confianza en la gente, les rindió frutos más allá de lo esperado. Pero lo mejor de todo fue el abrazo y apoyo irrestricto de los candidatos desfavorecidos en post de la candidatura de Capriles.

Aquí el régimen comienza su rosario de gravísimos errores al promover la entrega de los cuadernos electorales para continuar con su práctica de persecución política. Las llamas fueron más rápidas que las garras de la dictadura.

En esta circunstancia, como señalé al inicio, resulta difícil hacer un análisis simplificado del sector de la unidad democrática, porque la diversidad de sus actores es demasiado amplia, pero hay un elemento unificador, el candidato, pero más allá de eso, el representa un elemento unitario de un electorado, no necesariamente afiliado políticamente a ninguna tendencia o vinculado a cualquiera de ellas, es decir, un electorado que representa la diversidad de lo que somos en realidad, caldo de cultivo perfecto para el logro de un consenso nacional acerca de la posibilidad y a su gestión con miras al futuro del país.

El mensaje es claro, respetuoso, incluyente, con alto sentido social, alejado del sentimiento de la revancha, basado en una gestión pública efectiva enfocada en educación, lucha en contra de la pobreza a través del desarrollo económico privado con generación de empleo y lucha contra la delincuencia.

Para completar el análisis ontológico faltaría ver hasta donde la opción de la unidad democrática puede actuar en la gestión de la posibilidad. Tanto Capriles como otros gobernadores han demostrado que son capaces de gerenciar mas exitosamente que el poder Nacional y más que esto, demostrado que el centralismo en estos últimos catorce años ha deteriorado todos los servicios públicos en las regiones y ha pegado fuerte en el sentimiento de las personas de provincia el hecho de que el retroceso al centralismo ha empeorado su calidad de vida en general.

El retorno a la descentralización, con una distribución justa de los recursos nacionales presenta una oportunidad de mejora, además, la perspectiva de un gobierno más moderno y menos frontal que el actual, trae esperanza a las personas en todo el país. Esto por supuesto se contrapone con el sentimiento de muchos de la posible pérdida de planes sociales que han ayudado a muchos con necesidad y a otros que prefieren vivir de una ayuda antes que lograr su bienestar con el trabajo.

En la gestión de la posibilidad se encontraba la mayor dificultad de Capriles. Una persona con un fuerte arquetipo apolíneo, racional al extremo, que se rige por valores que considera superiores, con una dificultad de relacionarse afectivamente a nivel personal, porque da prioridad a su misión de vida a otra consideración. 

Esta dificultad de conexión emocional dificulta la forma como se conecta y convence a un electorado, porque la credibilidad en un discurso racional pasa por la forma como transmite su mensaje el candidato. 

Primero se requiere que transmita un verdadero convencimiento de lo que dice; segundo que tenga la forma de inspirar en el electorado una emoción positiva; y, tercero que tenga muestras de integridad y valor. Este último aspecto es percibido a partir de una buena gestión administrativa, especialmente en Miranda y haber soportado la persecución injusta montada por el gobierno que lo obligó a pasar una temporada en la cárcel. 

Por una parte la tiene fácil porque en el bando de la unidad una mayoría está dispuesta a votar por quien no sea del gobierno, pero para ganar la elección, se requiere convencer a un grupo mayor de personas en el lado oficialista y en los que han sido llamados “NI-NI” o no-alineados.

El comienzo fue duro en esta tarea. Imagino que alguien pensó en una campaña al estilo Fujimori, en la cual no podía contrarrestar al aluvión y abuso comunicacional del régimen, sino con una maratónica gira alrededor de todo el país para compensar la hegemonía comunicacional y la imposibilidad del candidato del gobierno de movilizarse físicamente alrededor del país. Algunos, sin embargo, consideraron esto un disparate inútil. Ahora bien, que otra cosa podía hacer: ¿Una campaña distante por internet y redes sociales? 
Esta podía hacerla y de hecho ha tenido más presencia en estos medios que el gobierno. ¿Más propaganda de vallas o carteles? No tenía recursos económicos para hacerlo, mucha desconfianza en algunos sectores económicos y miedo a apoyarlo económicamente por las amenazas del gobierno.

Hay un dicho que reza que: “La mejor forma de aprender es haciendo”, y en este caso me parece que esto fue lo que sucedió. El tener que visitar casa por casa, en un maratón extenuante a extremos increíbles, escuchar a las personas cara a cara expresar sus necesidades más sentidas, el poder ver que es posible que una persona que está en “el bando contrario” puede tener un trato respetuoso y cordial, un político sin tantos círculos de seguridad para protegerlo,  que se mezcla con la gente y que las toca, las abraza y las alienta; más que transformar al electorado, transformó al candidato en un ser movido por una emoción inmensa, una convicción indetenible de que un cambio es lo que quiere y necesita este país. Ahora, convencido hasta los tuétanos de la trascendencia que tiene el mensaje de reconciliación y de construcción de un país mejor con el aporte de todos, creó una oleada de afecto y entusiasmo muy grande a su alrededor. Tanto ha sido esto cierto que la sala situacional de Miraflores ya no impone la pauta de lo que pasa o se habla en el país, ahora no le queda más que la triquiñuela, el insulto, la descalificación y el soborno de personas con  flaquezas morales,  para tratar de detener lo indetenible y es la voluntad de recobrar la democracia y el camino hacia el progreso.

Del otro lado hay desaliento y desmovilización, pero esto no será en definitiva así, porque hasta los que apoyan al gobierno saben en lo más hondo de su corazón que con Capriles ganamos todos.
Carpriles logró sembrar en el pueblo que la posibilidad es una realidad que está en nuestras manos.