viernes, 31 de julio de 2015

MANIFIESTO DEL REGRESO

El regreso a la patria es más tema para un cuento, o para un poema, que para un artículo de prensa. Ciertamente, después de casi tres años de ausencia  es "la  flor amarilla del camino", la profundidad de los árboles o  la presencia del Ávila lo que más nos conmueve. Hay demasiados reencuentros a cada paso, en cada hora, en cada brazo de calle, para sentir nostalgia - como el turista insatisfecho -por las orillas del Sena, por las luces de Broadway o por  el aperitivo en la Gran Vía. Nuestro espíritu como el labio del niño, conserva su sed permanente por la leche materna.- Por ese olor húmedo de nuestra tierra oscura, por sus frutos rebosantes de forma y aroma, por sus semillas, por sus crepúsculos precoces, por el aliento de sus montañas, por la música del trópico, espesa y turbia, que retumba como la ola y recuerda el mar.
Pero de pronto se nos acerca alguien y nos cuenta, uno de los infinitos chistes que se inventan a diario, para ironizar sobre los desaciertos del régimen; o nos hablan, con furia, de los males que han originado  "la democracia"; o, con lágrimas en los ojos, nos narran el triste destino de alguna empresa que fue  floreciente. Entonces volvernos a la realidad. Nos encontramos con que Venezuela ha cambiado — para bien o para mal—, pero que los venezolanos  seguimos siendo los mismos.
Después de todo, nadie -salvo los muy ingenuos- tenía derecho a pensar que íbamos a transformarnos, por el simple hecho de sustituir un dictador por un Presidente electo. La expectativa de lucro fácil, el vicio espiritual, la indisciplina, la ausencia, de fe (en algo o en alguien), siguen siendo parte integrante y esencial de nuestro patrimonio colectivo. Se me dirá que poseemos también muchos valores y no faltarán, sin  duda los amigos de las explicaciones prefabricadas para acusar de todas nuestras taras al "imperialismo yankí" o al "peligro comunista". Afortunadamente para mí es a los políticos de uno y otro bando a quienes corresponde la grata tarea de cantar las virtudes del pueblo y de acusar a "los verdaderos" responsables de sus miserias.
Lo cierto es que al reencontrar de nuevo a Venezuela, me hallo frente al mismo pueblo que posee el hábito de disfrazar la decepción con el chiste. El mismo que hace alarde de improvisación y de indisciplina, porque cree más en la magia y en el instinto que en el esfuerzo sostenido y en el talento. Con el mismo pueblo, aventurero e impaciente, que después de cinco siglos de sumisión y de violencia cree que la fuerza y el azar pueden redimirlo.
Y si repito aún todo esto es porque conservo intacta la convicción de que, pese a los desatinos y a la carga de ineficacia que arrastra el presente ensayo democrático, es la con­vivencia y la legitimidad democrática nuestra única y verdadera salida. Me niego a aceptar -como lo anuncian infinidad de profetas- que Venezuela sólo tenga dos alternativas: o la dictadura facistoide, o la dictadura-marxista. Con horror: he escuchado las voces -hasta de hombres que yo creía sensatos-  que me anuncian, sin disimular su complacencia, la proximidad de una nueva dictadura. Otros mas ingenuos que yo, aguardan "el golpe" que nos llevará al fidelismo. En resumen, continuamos aguardando, como siempre, que el  azar y la violencia resuelvan nuestros  males.
Pocos, muy pocos, creemos aún que no son imputables al sistema los errores y las limitaciones de los hombres encargados de aplicarlo. Todavía hay tiempo de enmendar, de rectificar, de corregir.
El Nacional –Domingo 15 de octubre de 1961
Antonio Stempel París


Nota: Este artículo cayó en mis manos gracias a Teresa Casanova, talentosa artista plástica venezolana.