domingo, 18 de julio de 2021

El Águila de Tres Cabezas


Hoy resulta impresionante que una institución como la Iglesia Católica y su órgano central el Vaticano estén afectados gravemente por el fenómeno comunicacional. Las redes sociales han creado la posibilidad, a una inmensa mayoría de la humanidad, de acceder a casi todo tipo de información, que normalmente era del dominio de personas con mucha preparación intelectual o poseedoras de poder económico o político. 

Ahora, las personas comunes tienen acceso a información, inclusive la que se trata de mantener en secreto, pero con el inconveniente de que la información carece de filtros para poder determinar su “validez” o “veracidad”. 

La dinámica comunicacional de estos tiempos ha creado una situación cuyas consecuencias no se pueden evaluar en su totalidad y que pueden crear efectos irreversibles para el sostenimiento de un clima de paz y desarrollo de la humanidad; el elemento generador de esta situación son los manejos delictivos e inadecuados de las redes sociales.

Esto no es un tema novedoso, porque las versiones de la realidad siempre han estado supeditadas a opiniones personales, matrices de opinión, juicios de valor, intereses personales o colectivos, la difamación e injuria e incluso el manejo de medias verdades. Recientemente, se ha desarrollado una revisión de versiones históricas, para equilibrar y corregir la costumbre de reflejar eventos pasados desde la perspectiva del triunfador. Sin embargo, cada vez es más la utilizaión de mecanismos o estrategias para la creación de opinión a través de “influencers”, o incluso programas que permiten multiplicar matrices de opinión para el logro de objetivos políticos o simplemente de descalificación de personas, instituciones e incluso países. 
Esto se agrava porque el bombardeo tan grande de información no permite, a la mayoría de la gente, ejercer la capacidad de discernir o cuestionar los hechos y juicios que se incorporan a las redes, más aún cuando esto tiene un efecto terrible para las personas, los entramados sociales, las instituciones, etc., generando una pérdida generalizada de la confianza.

 Nadie se salva de los juicios contenidos en las redes. Todos somos culpables  prescindiendo  del derecho a la defensa,  al debido proceso y al derecho de réplica. Por eso estamos dejando de lado derechos humanos fundamentales que son la base de las sociedades democráticas.

 En estos días el Papa Francisco emitió un Motu Proprio llamado Traditiones custodes, en el que restringe la celebración de la misa tradicional en latín (Tridentina) lo que ha creado un revuelo en redes sociales por parte de sectores tradicionalistas, que en algunos casos, han manifestado su determinación de desconocer el documento papal. 

Lo importante es entender que el tema planteado no es el problema, sino una posición de ciertos sectores radicales, más fundamentalistas -que los simplemente tradicionalistas- siempre presentes, incluso algunos legítimamente aceptados y hasta reconocidos por su coherencia personal, compromiso eclesial y logros pastorales -como el aumento de vocaciones, p. ej. en Francia -  que han adversado los intentos de los últimos papas de desarrollar y aplicar decisiones, tomadas en el Concilio Vaticano II, que siguen rezagadas, y los intentos de evolucionar en algunos temas, por parte del Papa Francisco, referidos a la comunión de los divorciados y vueltos a casar -que no fue aceptado por la mayoría de los obispos y que derivó en un relajamiento de las formalidades y la gratuidad en los procesos de anulación de los matrimonios- y temas como los del Sínodo de la Amazonia, en  el cual se pedía abrir la posibilidad de administrar sacramentos por diáconos, en zonas en donde no existe la presencia de sacerdotes.

Estos grupos fundamentalistas, tendencialmente cismáticos y tampoco novedosos (ej. piénsese en los “viejos católicos” luego del Vaticano I por hablar de tiempos recientes), que nos recuerdan al  Arzobispo Lefebvre,  se negaron a aceptar los avances del Concilio Vaticano II (terminado en 1965) y se empeñan en una rigidez absoluta. Esto está ahuyentando a la feligresía, en especial en Europa, donde muchas iglesias, vacías, están en ruinas o convertidas en teatros, museos y hasta discotecas. 

Por eso el tema no es la Misa en latín, sino una facción, que pretende estar por encima y se cree más fiel y ortodoxa, incluso espiritualmente mejor que el resto de la iglesia; una iglesia como la del Papa Inocencio XIII (Siglo XVII), en la que hegemonía territorial, el poder político y militar, la pompa, la opulencia y el distanciamiento con los más humildes, era la regla general, hasta la aparición de Francisco de Asís y Antonio de Padua (Ver sueño de Inocencio XIII), cuando dos pordioseros descalzos y andrajosos sostuvieron en pie a la iglesia. Bergoglio es en alguna forma “Francisco”, precisamente porque esas dos tendencias siguen vigentes hoy en día, en el entendido de que el Papa no es un sacerdote común. Distanciamientos tan antiguos como la disputa entre Santiago y Pablo, sobre la opción fundamental en favor de los pobres -los ricos no tienen cabida en cielo-  la conservación de la Tradición Judaica y la salvación de las almas con la fe manifestada en obras, versus una separación de la tradición judaica y el logro de la salvación solo por la fe.

 La misa en latín,  es un patrimonio espiritual de la iglesia, tanto como la eucaristía y ritos orientales y podría prevalecer en ocasiones especiales, ligadas a ciertas tradiciones venerables y consolidadas o de especial necesidad pastoral en celebraciones multitudinarias de proveniencias diversas e historial eclesial muy desigual, pero no debe usarse como bandera de una rebelión; una suerte de guerra entre los iconoclastas y los iconóndulos, los destructores y los adoradores de iconos. Las formas imponiéndose sobre la fe, la esperanza y la caridad, y a través de ellas sobre el mandato de Jesús: “que todos sean  uno”.

El papa orientó su misión hacia la labor pastoral y la misionera (que ha sido agredida en zonas predominantemente musulmanas, zonas de guerra y por razones ideológicas) y para modernizar algunas cuestiones que afectan a la feligresía y en especial la diminución de sacerdotes; también  al avance del ecumenismo entre cristianos y con otras religiones, con un sentido de promoción de la paz y en cierta forma de respeto a la libertad religiosa. Temas, estos últimos, que también encienden las pasiones de los reaccionarios. 

Ahora estamos ante una realidad de pandemias y guerras, cuya  dimensión más real no son las muertes, porque los porcentajes de fallecimiento, aunque son dolorosos, no son generalizados, sino los efectos de la violencia, los refugiados, los económicos, políticos y sociales que ha desencadenado, y que emergerán más aún, y que matan a más personas. 

Pero hay más. En un mundo que vuelve a instaurar una nueva guerra fría, caminando peligrosamente hacia una nueva guerra mundial, la tendencia política dominante es el autoritarismo, y los defensores de las democracias y los derechos humanos se han encerrado en sus muros, con actuaciones meramente retóricas (Europa) y de baja intensidad (Estados Unidos), ante la implantación de un paquete tecnológico que aplican estrictamente: Rusia, Bielorrusia, Corea del Sur, China, Mianmar, Nicaragua, Cuba, Venezuela, Turquía, posiblemente Filipinas etc., por el cual la cúpula militar, sola o acompañada de una cúpula política, a veces también religiosa, (Imanes y Patriarcas) toman el control económico de las naciones, construyen un sistema de control, terror social y judicial para sostenerse en el poder a como dé lugar y sin el más mínimo escrúpulo, controlando, corrompiendo o destruyendo todo tipo de instituciones oficiales y civiles.
 
Como en la primera guerra fría, los organismos internacionales se convierten en cajas de resonancia sin eficacia, salvo en algunos casos de ayuda humanitaria y hoy son más ineficaces que antes. La Corte Internacional de Justicia de la Haya puede que dicte una sentencia después de 15 años o más del momento en que se denuncian las violaciones de Derechos Humanos, haciendo nugatorio el derecho a la justicia y al resarcimiento de los daños. 

En los organismos internacionales de Derechos Humanos están en su mayoría representados por los países con mayores violaciones a los Derechos Humanos, lo cual  es una burla.

 En los recientes acontecimientos, los pueblos como los Uigures en China, los de Cuba, Mianmar (genocidio contra los musulmanes,) Hong Kong, Nicaragua, Haití, entre otros, parecen no  tener salida, al menos próxima, - si bien la historia del fin de los totalitarismos del s. XX debe recordarse una y otra vez - porque no hay límites para encarcelar, torturar, asesinar para aplacar las protestas de los pueblos. 

 Hace tiempo se logró un acuerdo de transición paulatina en Cuba, promovido por Obama, Benedicto XVI, luego Francisco, que resultó en una parodia de enroque para que todo siguiera igual. Hoy como ayer, los que piden comida, medicinas y libertad son etiquetados como “gusanos”, muy “goebbeliano” este hábito, por cierto,  (los Judíos eran etiquetados por los Nazis como “Ratas”). Las declaraciones del Papa hoy son de solidaridad con los sufrimientos del pueblo, pero omite hablar de la represión que  sufren estos pueblos afligidos por tiranías. Ellos sienten la falta de contundencia en sus palabras,  si bien es válida la pregunta si la cuestión es de palabras o de actos de presencia efectiva, de discretas pero eficaces gestiones diplomáticas, etc.  

¿Qué sucede? 

El tema con el que comencé tiene mucho que ver con esta situación. Cada vez que hay una posición vaticana o papal comienza un proceso de reciclaje de temas álgidos, verdaderos o falsos, como el tema de los abusos, asunto que fue fuertemente atendido por Ratzinger y luego por Bergoglio, y ante los cuales la mayor responsabilidad recae en los obispos,  o  la matriz de que el Papa es socialista (sic) y por eso no critica a los autócratas de ese bando, como en  sus recientes declaraciones sobre el derecho de propiedad. 

En la situación que señalamos, la estrategia de condenar solamente, no produce ningún cambio; se han armado mecanismos que, por un lado están sustentados por sanciones de las potencias, y que sabemos no son suficientes para resolver los asuntos, buscando promover mesas de acuerdo para lograr que se lleguen a soluciones de transición o cambio. Para que estos avances fluyan y pueda lograrse algo, se requiere abstenerse de comunicaciones públicas y la suspensión de acciones de ambas partes, que pueden “dinamitar” las negociaciones. De otra forma no se producen cambios ni mejoras de la situación planteada. Sin embargo, parece que los autócratas son capaces de aguantar presiones muy altas, porque en definitiva los efectos o costos recaen en los pueblos, no de manera significativa en las cúpulas. 

Por otra parte, en el ámbito diplomático del Vaticano, como Estado, maneja temas de relaciones “Inter pares” y entre las más recientes han sido las que ha mantenido con Rusia y China. 

En China se produjo una situación y es que el gobierno logró controlar una iglesia paralela afín al partido comunista, en la cual sus Obispos son designados por el gobierno. Esto produjo que la mayoría de los cristianos en ese país se convirtieran en una iglesia clandestina cuyos Obispos eran designados, “in pectore” por el Vaticano. Leí una estimación de que alrededor de tres millones de chinos pertenecen a la Iglesia Oficial y alrededor de cinco millones de personas a la clandestina (no se si se puede tener una cifra precisa). 

El tema es que el Vaticano ha buscado la unificación de la Iglesia en China, recientemente firmaron un protocolo secreto, que se está aplicando, con renovaciones por un cierto tiempo por el cual, según algunos opinadores, reconoce las designaciones de Obispos hechas por el régimen y sin que se haya logrado un acuerdo que incluya a la iglesia clandestina. Juzgar con  pertinencia sobre la realidad o no de todo  ello, remite gran parte de la responsabilidad, al  secreto que protege dicho acuerdo. 

Esta iglesia diplomática se cuida mucho de criticar gobiernos y trabajar desde la sombra, saliendo a la luz cuando logra los objetivos o se consolidan los acuerdos. 

¿Cuál es el sentido de tanta aprehensión? 

A mi juicio, la iglesia es una organización en la que sus miembros, como el resto de las poblaciones, viven y actúan en un número inmenso de países, en los cuales tienen mucha aceptación y apoyo y en otros en que las condiciones políticas, económicas y sociales son muy graves y en situaciones en donde son minorías y donde acciones o declaraciones pueden llevar a persecuciones, encarcelamientos, tortura, asesinatos, exilio y que pueden provocar acciones en contra de otros cristianos. 

Aquí existe un pragmatismo de coexistencia, con base doctrinal en el Concilio Vaticano II, en el cual resalta que el clero se abstiene de participar en política partidista – no así según los casos, en “Política con “P” -  para enfocarse en la doctrina, los sacramentos y el acompañamiento pastoral. Esto no es perfecto, pero cumple una labor beneficiosa para su colectividad. Hay un asunto que para mí es claro: el martirio es una opción personal.

 La elección de un consagrado es cumplir su misión, en principio, y puede ser básica o llevarla a extremos en búsqueda de la santidad, pero eso debe ser una opción personal, aunque a veces se ven atrapados por las circunstancias. 

Una expresión considerada destemplada, en una lectura “vulgar” de una intervención académica como la declaración en contra de los musulmanes de Ratzinger, pudo llevar a una retaliación en un país de mayoría musulmana. 

El tema de las matrices de opinión se puede matizar o reducir con estrategias comunicacionales, que necesitan de forma indispensable la transparencia. El único tema que pudiera tener reserva son los delicados en funciones diplomáticas. Para el logro de la trasparencia, el Vaticano debe actuar como una administración pública que actúe conforme a normas y procedimientos y controles de gestión con acciones correctivas de las desviaciones y que sea de conocimiento público esa gestión. 

Existen organismos que evalúan y califican la gestión pública entendiendo que en toda organización humana hay errores y delitos y lo que es importante, es que se logren remedios a estas situaciones. El Vaticano debería, cada vez más, disponer de una gestión pública modelo en el mundo. Como el reciente juicio por corrupción y lavado de dinero en contra de un Cardenal promovido por el Vaticano.

Creo que el Vaticano debe disponer de una Declaración de Principios y Derechos Humanos, y deberes y responsabilidades de los seres humanos, (en el Catecismo hay algunas) con las claras diferencias en temas de aborto, eutanasia, el tema la natalidad, la sexualidad, etc., tal y como se hizo con el tema ambiental. 

Con el tema de la imposibilidad de administrar los sacramentos, debemos aplicar la doctrina de los casos extremos que tienen las normativas vaticanas, recordando los muchos años de clandestinidad de los cristianos del Japón y Corea.

Creo que hace falta acordarnos de los mártires de hoy, porque ellos mueren también por nosotros y siembran sus bendiciones sobre el mundo.

 Todos los cristianos debemos adoptar nuestro compromiso y acción bautismal del ser “sacerdotes, profetas y reyes”. De otra forma, la ausencia de sacerdotes será suplida de alguna forma, por pastores, otras religiones o filosofías orientales. 

En fin, el nudo gordiano de la iglesia se puede comparar con un águila de tres cabezas: Una “cabeza dogmática” que se encarga de preservar la doctrina y de interpretarla, una “cabeza pastoral” que acompaña al pueblo de Dios y que nos bendice con los sacramentos y una tercera “cabeza política diplomática” en su condición de “gobierno interno” en el seno de Estados, o de país soberano (el Vaticano) cuya política debe también ser ejemplarizante. 

¿Cómo equilibrar y priorizar esas tres cabezas o “tiara eclesial”? 
Con mucha oración, meditación, ayuno y amor, actuando y acompañando de cerca al pueblo de Dios, “oliendo todos a ovejas”.

El águila de tres cabezas es una heráldica con muchas interpretaciones. Una de las que encontré está referida a que la primera cabeza se refiere a Roma, el Imperio;, la segunda, la "Roma" del  Este o Constantinopla y la tercera "Roma", Moscú, o la de Carlo Magno. Hay quien pueda ver el símbolo como agresivo y refiere a la unión de imperios, pero ha sido un símbolo cercano a Europa, su unidad y cristianismo.

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