El diálogo es más que palabras. |
El mundo en que vivimos se hace cada día más complejo: el crecimiento demográfico, la escasez de alimentos y agua potable y la contaminación ambiental que provoca cambios climáticos, son procesos a los que se suma el desarrollo desbordado de las comunicaciones y su disponibilidad cada vez mayor a todos los niveles de las sociedades. Esto último permite que estemos cada vez más cerca unos de otros, posiblemente evolucionando hacia una suerte de cultura mundial dominante, aunque hibridizada con los matices locales o religiosos y cada vez menos por los políticos.
Esta circunstancia exige al ser humano del siglo XXI, para no quedar relegado, una capacidad cada vez mayor de adaptación a los cambios que se están dando en todas partes, así como disponer de capacidades emocionales, de lenguaje e instrumentales.
Uno de los aspectos instrumentales que se ha vuelto “indispensable” es la capacidad de navegar a través de todos los medios modernos de comunicación, que si bien nos acercan cada día más a personas que pueden estar al otro lado del planeta o incluso fuera de él, nos alejan cada vez más de las personas que tenemos a nuestro lado, haciendo, en muchos casos, que la calidad de la comunicación se deteriore al banalizar su contenido, al disminuir la capacidad reflexiva, limitar la comunicación emocional y suprimir la corporal.
Los niños más pequeños tienen una dependencia de todo tipo de aparatos electrónicos, juegos digitales, computadoras, etc. Incluso los padres estimulan en ellos su uso para librarse de sus exigencias. A pesar de que la televisión ha dado saltos muy grandes al pasar de blanco y negro a color, y ahora a pantallas de plasma con alta definición, al tiempo que se dispone de centenares de canales de muchos países del mundo, este medio de comunicación ha cedido el paso a los tweets, los mensajes de texto y las redes sociales de la internet. Hasta este medio, el de los blogs, está siendo desplazado como forma de comunicación con el formato de 140 caracteres, que además ha requerido la creación de una forma simplificada de expresión escrita que está acabando con la ortografía en todos los idiomas. Esto, por supuesto, influye de la misma forma en la lectura y por esto debemos esperar, en un plazo más corto que largo, la eliminación de todos los textos impresos y de periódicos para ser substituidos por versiones electrónicas para un palm o una “tableta”.
Lo que hace falta resolver o conciliar es cómo un ser emocional, como es el humano, que ha sido calificado por algunos como un ser amoroso, podrá sobrevivir sanamente en un mundo en el que la gran mayoría de sus interacciones o relaciones se canaliza a través de sistemas electrónicos.
Los estudiosos de la emocionalidad humana han demostrado que, a pesar de que venimos dotados con un cerebro límbico que procesa toda nuestra realidad emocional, el manejo de las emociones es en gran parte aprendido. Hace muchos años, experimentos con simios que eran separados de sus madres al nacer y éstas eran substituidas por muñecos de felpa, al ser colocados con jóvenes de su edad, no podían contener el pánico al contacto con sus congéneres y las hembras, al procrear sus propios hijos, los rechazaban agresivamente. Habría que evaluar si estos cambios que está viviendo la humanidad pueden convertirnos en una suerte de analfabetos emocionales.
Pensarán: ¿qué tiene que ver toda esta introducción con el tema del diálogo? Para que exista un diálogo efectivo se requiere de una escucha activa, una que no se agota en oir, que va incluso más allá para recordar lo dicho; una que se sirva de las observaciones de lo que sucede, de lo que la gente hace o deja de hacer, además de ser capaz de percibir la emocionalidad involucrada, la nuestra y la de los observados y ser capaz de percibir la congruencia entre lo que se dice, se hace o no se hace, lo que se siente y se piensa. Esto requiere, en resumen, registrar e interpretar cabalmente lo que sucede. Esto algunos los han dado en llamar gestión ontológica de la realidad.
Pero no es suficiente una emocionalidad, sino que esta sea positiva, de ambas parte, porque, en caso contrario, colapsa la escucha al interponerse una barrera entre las dos personas motivada por un prejuicio o un juicio de valor, alimentado por esa emocionalidad negativa que afecta gravemente la comunicación
Pero no es suficiente una emocionalidad, sino que esta sea positiva, de ambas parte, porque, en caso contrario, colapsa la escucha al interponerse una barrera entre las dos personas motivada por un prejuicio o un juicio de valor, alimentado por esa emocionalidad negativa que afecta gravemente la comunicación
En ninguna forma es esto una ciencia exacta, pero en la medida en que nuestras percepciones de esa realidad sean más “acertadas” seremos más efectivos en el diálogo.
Pero para ser realmente efectivos, también tenemos que identificarnos como observador. Al leer la primera parte de este texto el lector puede darse cuenta del tipo de observador que soy, mi edad aproximada, mi formación en general, mi condición social, económica e incluso política, y otras muchas características que me pueden definir. Toda mi historia, mis creencias, mis experiencias me definen, y todo eso da contenido a mi narrativa, a mis historias, y éstas inciden en mi perspectiva.
Por eso el proceso de escucha pasa por observar a los demás en su contexto, en sus circunstancias porque, en definitiva, “todos opinamos según nos vaya en la feria”. Esto nos exige tratar de calzar los zapatos de los demás, algo que es realmente difícil porque no podemos conocer todas las circunstancias ni la historia de los que se nos cruzan en la vida, y esto sin contar que a veces no somos capaces de entender a aquellos con los que hemos compartido la vida por muchos años.
Hay quienes hablan de una escucha candorosa, otros la llaman empática; esto nos exige escuchar lo que nos dicen los demás y todas las implicaciones, emocionalidades y el trasfondo o la sombra que los acompañan, con humildad, afecto, interés, etc. En estas circunstancias, hacer preguntas resulta el instrumento más poderoso de esta tarea.
Quisiera poner un ejemplo de escucha frente a personas que no disponen de facilidades para sobrellevar la vida diaria y que solemos dar por descontadas.
El tema del diálogo no se agota con lo anterior, pero resuelto este asunto creo que el tema del diálogo se hace mucho más sencillo y efectivo.
En días pasados reflexionaba como debía ser exitoso un diálogo a partir de una dinámica espiral, pero eso es tema para otro artículo.