martes, 5 de octubre de 2010

La Felicidad y la Urbe:


Los seres humanos podemos discrepar acerca de cual es el lugar más adecuado para ser felices, la ciudad o la provincia; lo cierto es que a medida que avanzan los tiempos, cada vez hay más personas que vivimos en grandes ciudades y menos en el campo o en pequeñas poblaciones.
Esto se debe, entre otras cosas, a que las necesidades alimentarias de la sociedad y la globalización comercial, exigen que la producción agrícola y pecuaria no sólo cumpla con una mayor producción sino con una mayor productividad, para lo cual se requiere de la utilización de extensas áreas de terreno en producción con el uso de cada vez mayor tecnología en detrimento del uso de mano de obra, que la obliga a buscar trabajo en las ciudades.
En este contexto requerimos crear nuevos paradigmas acerca de cómo debe ser la vida en la ciudad, de forma que propenda a una mayor felicidad de sus habitantes y más cuando el número de habitantes promedio cada vez es más cercano a una decena de millones de habitantes.
Vivir en una gran ciudad va, en principio, en contra de la capacidad de socialización para la que estamos diseñados genéticamente. Dicen los expertos en la materia que el número máximo de relaciones que puede mantener un ser humano no excede de las 150 personas, es decir, que nuestras mentes sólo conciben pertenecer a una tribu no mayor de ese número. Estos mismos expertos señalan que en prácticamente todos los ejércitos existen batallones que no exceden los 150 soldados, puesto que es el límite que la experiencia ha dado para que un ejercito pueda funcionar razonablemente.
La realidad urbana nos obliga, en la mayoría de casos, a vivir en edificios que superan este número de personas. Esta sobrepoblación a nivel micro, o excesiva densidad poblacional, nos produce una situación de estrés que puede devenir en toda clase de conflictos.
Otro aspecto fundamental es la cantidad y calidad de los servicios básicos de los que dispone una comunidad urbana; la ausencia o deficiencia de los mismos nos afecta gravemente.
El otro aspecto que resulta determinante es la contaminación (de la tierra, del aire, aguas y sónica), que recientemente ha tomado una importancia capital, porque a partir de la revolución industrial el tema se centraba en como se pueden desalojar los deshechos sólidos, los líquidos, etc., cuando en estos tiempos tenemos la necesidad de disminuir la contaminación, reciclar los desperdicios y sanear los terrenos y aguas que contaminamos, puesto que el planeta se nos ha hecho pequeño e incapaz, cada vez más de “metabolizar” los deshechos de la actividad humana.
Recientemente hubo una cumbre de la tierra para revisar el avance a partir del Protocolo de Kyoto (cuyos objetivos no fueron logrados) y su resultado fue boicoteado por un pequeño grupo, entre los que estaban quienes no habían asumido ningún compromiso ambiental con la humanidad, en beneficio de los mayores contaminadores del planeta, quienes salieron de dicha reunión sin una clara responsabilidad hacia el futuro.(ver presentación acerca del crecimiento poblacional abajo)
En nuestra opinión, se debe asumir que la causa fundamental del problema de la contaminación del planeta es el crecimiento paulatino de la población, si no se limita de alguna forma el problema, será cada vez peor; además de todos los demás compromisos necesarios en cuanto a la producción de bienes que propendan a una menor contaminación y que nos permitan su reciclaje y en las tecnologías que disminuyen las emanaciones o efluentes y desperdicios tóxicos que degradan el ambiente o los sistemas de saneamiento de lo que se haya contaminado.
Entendemos que estos temas son de tal magnitud que no están en nuestras manos solventarlos, pero si tenemos la responsabilidad de modificar nuestros personales hábitos culturales para orientarlos hacia el reciclaje y la disminución de nuestro aporte de contaminación. Podemos por ejemplo, acumular los papeles y cartones, botellas para el reciclaje; utilizar bolsas reutilizables en el mercado, ahorrar electricidad y caminar en vez de usar el automóvil cuando las distancias nos lo permitan.
Las demás acciones deben dirigirse hacia nuestra actuación política, en el sentido de apoyar los liderazgos que propendan a la mejora ambiental y por ende de nuestra calidad de vida.
En este sentido ha surgido una tendencia que contrapone la concepción de la ciudad al estilo Norteamericano con una concepción más europea. La ciudad norteamericana fue concebida básicamente como el lugar de trabajo rodeada de ciudades satélites dedicadas principalmente a la vivienda (suburbios), con lo cual se le dio una mayor preponderancia al automóvil como medio de transporte y en algunos casos, al congestionarse de manera insostenibles las ciudades, complementado con medios de transporte masivos como son el autobús y el metro. Esto las ha llevado a un incremento cada vez mayor de avenidas y superautopistas que por más que crezcan, nunca resultan suficientes para solventar el cada vez más grave problema de tránsito.
La ciudad europea y en especial la de los tiempos modernos, es para vivir y trabajar en ella; las ciudades por su antigüedad no permiten ampliaciones de calles y avenidas y más porque implicaría la destrucción de edificaciones que en muchos casos forman parte del patrimonio histórico y cultural de la humanidad y con muy pocos espacios para el estacionamiento de vehículos; en esta circunstancia no les ha quedado más que desarrollar sistemas de transporte público masivos para poder trasladar a la gran mayoría de sus habitantes; solo se permita el acceso a la ciudad a vehículos de personas que habitan en élla o se imponen peajes y facilidades de estacionamiento con altísimo costo, para desestimular el uso de automóviles. Cuando se le pone límites a la circulación de automóviles se puede pensar en ampliar las aceras y bulevares para dar prioridad al peatón, se pueden crear vías para la circulación de bicicletas, estimulando al peatón para que circule por su ciudad y se relacione con las personas que viven el élla.
En este sentido hay estrategias adicionales que se pueden implementar: preservar y estimular la conservación de los edificios antiguos o no de la ciudad y además tener un ordenamiento arquitectónico de manera que lo nuevo, que se construya, se haga de una manera grata, bella e incluso ergonómica, respetando las necesidades de circulación de personas mayores o con discapacidades (cuesta casi lo mismo hacer una edificación fea que una hermosa) y crear, mantener e incrementar las áreas verdes, parques, canchas deportivas y todo tipos de instalaciones y edificaciones destinadas al entretenimiento de las personas y poner a disposición de los habitantes las escuelas, dispensarios, hospitales y demás entidades de servicio, accesibles y distribuidas equitativamente en toda la ciudad. Estos planes no deben ser solo para las zonas centrales sino que deben hacerse de manera prioritaria para zonas en donde vivan personas con menores recursos, puesto que la mejora de la calidad de vida en la ciudad propenderá a una mayor felicidad de sus habitantes y a la mejora de problemas tan serios como el tráfico y consumo de drogas y la delincuencia.
Esto de lo que hablamos no es un sueño, solo basta visitar muchas ciudades europeas que ya funcionan con estos principios y algunas en Latinoamérica que están evolucionando para que sus habitantes vivan en felicidad.
Nota: Este video me lo envió un seguidor del blog y demuestra, en opinión del conferenciasta, que en la medida de que se mejoran las condiciones de vida en los paises en desarrollo, se incrementa la expectativa de vida y se disminuye la cantidad de hijos en cada familia propendiendo a una población más estable en el tiempo.