miércoles, 24 de noviembre de 2010

La Felicidad y la Tecnología:

La Tecnología es la manifestación más palpable de la humanidad, dirigida fundamentalmente al control del medio físico que nos rodea.

La tecnología no es buena ni mala per se; es en la forma que es usada que la hace más o menos perjudicial para el ser humano y en principio para los ecosistemas (ahora el riesgo pesa sobre el planeta y el espacio circundante).

La tecnología en su inmensa mayoría incide de alguna forma en los ecosistemas en los que se utiliza, ahora en ecosistemas que están al otro lado del planeta o en el aire o el mar que todos compartimos. Los ecosistema pueden recuperarse si la acción del hombre y su tecnología es circunstancial, incluyendo la de los indígenas más primitivos (también cuando existen desequilibrios graves en poblaciones de animales o vegetales o por la acción violenta de los elementos como maremotos, terremotos, volcanes, etc., se pueden producir alteraciones graves a los ecosistemas); a veces la recuperación, en estos últimos casos produce la creación de un nuevo ecosistema con nuevas especies o algunas de las anteriores que lograren una readaptación.

Imaginamos que la tecnología surgió el día que un homínido, primate, ancestro o no de nuestra especie tomó en sus manos una rama de un árbol y la usó para alcanzar o derribar un fruto. Podemos ver chimpancés que sin haber obtenido un grado universitario en alguna de las recientemente inventadas instituciones universitarias de Venezuela, utilizan piedras para romper nueces y ramas para extraer hormigas o miel para su alimentación. También vi en la TV un pájaro que usaba una piedra para romper huevos de otros animales, con lo cual la tecnología pudiere no ser un atributo inventado por el ser humano, sino copiado y perfeccionado, una vez que osó comer de la fruta prohibida.

Desde allí en adelante evolucionó lentamente (la edad de piedra algunos la estiman desde 6.000 hasta los 2.500 años A.C., salvo algunos hallazgos que remontan la edad de cobre más atrás de los inicialmente estimado) y recientemente con una velocidad vertiginosa que nos ha llevado, entre otras cosas, a disponer de una red de comunicación e información que nos homologa, en alguna forma, a todos los seres humanos, dentro y fuera del planeta.

La tecnología ha alargado la vida, en la mayoría de los casos (aún hoy se pude morir de médico) y mejora sensiblemente la calidad de vida a cada día mayor número de personas (excluyendo de manera importante a la gran mayoría de los pobladores de África) ; pero por otra parte nos ha puesto en la posición de poder exterminar toda la vida en el planeta (es posible que se salven los insectos, quienes probablemente, luego de una larga evolución recuperen el favor de Dios), además de que la tecnología o el quehacer del hombre está deteriorando todos los ecosistemas, de forma que, a mediano plazo, se puede provocar nuestra propia extinción como especie y esto sin contar que hemos creado una dependencia en la tecnología que pudiere llevarnos a una adaptabilidad tan específica, que haría imposible nuestra sobrevivencia sin élla (una base marciana sería el ejemplo más próximo de esta hipótesis).

La Felicidad en este contexto corre grave peligro.

Si bien la salud que nos puede garantizar, en muchos casos, la tecnología, nos permite el disfrute de la felicidad (imagínense a los reyes europeos, de no hace muchos años, con sus piernas hinchadas por el ácido úrico sin saber la razón de esa afección ni disponiendo de la colchicina para remediar el terrible dolor), el apego a demasiados bienes y ventajas tecnológicas puede ser contraproducente.

Al disponer hoy de medios de comunicación integrales (TV con 100 canales, internet y celulares) podemos pensar que tenemos mayor contacto e integración con otras personas, pero resulta en realidad en una forma de codependencia, con pérdida de la privacidad e intimidad que nos proporciona la solitud, poniendo en riesgo nuestra felicidad o condicionándola gravemente a esta nueva forma de relacionarnos con el resto de los seres humanos, incluso con aquellos que tenemos enfrente de nosotros mientras “nos comunicamos” y esto sin contar con la dudosa veracidad, banalización y excesiva superficialidad de los contenidos comunicacionales.

Llegamos a los extremos de tener mayor comunicación que con las personas que se sientan a la mesa a comer con nosotros. Y yo me pregunto: ¿Un joven entre 15 y 20 años podrá pasar una vacación tipo aventura por una semana sin disponer de ninguno de estos medios de comunicación? Probablemente, si lo aguanta, perdería el aprecio de por vida de quien lo haya obligado a hacerlo.

El ser humano no solo se relaciona a través del lenguaje verbal (imagino que alguien pensará que ahora existe la video llamada) o escrito, sino se relaciona también a través de los demás sentidos y en especial con el tacto (es fácil conocer personas traumatizadas por haber vivido en hogares con costumbre victorianas que consideraban “vulgar” las manifestaciones de afecto y el mostrar sentimientos en público). La falta de contacto físico (de diversas intensidades dependiendo de las personas) nos inhibe de compartir una experiencia no solo afectiva sino de armonización energética indispensable para la creación de vínculos permanentes con los que amamos y nos aman.

Se ha demostrado que el contacto inmediato (dentro de los 15 minutos siguientes) , de un recién nacido con su madre, crea un vínculo inmediato de conexión permanente, que resulta necesario para el desarrollo físico, psíquico y emocional del neonato.

Además, la felicidad parte de un proceso mental, emocional y espiritual que se origina en el interior de cada ser humano y es en esa búsqueda y comunicación interior  que podemos encontrar la verdadera comunidad que existe entre los seres humanos, la creación  y nuestro creador y por ende de la felicidad plena.

2 comentarios:

  1. Mi falta de privacidad debido a la tecnología comenzó con el invento del celular. Recuerdo que me parecía una impertinencia el hecho de que me pudieran localizar en cualquier sitio,como por ejemplo, durante un delicioso almuerzo en buena compañía. Este recurso ha invadido tanto nuestras vidas que -como bien afirmas- paradójicamente estamos más incomunicados que nunca. Basta observar la pésima costumbre de colocar el dichoso aparato sobre la mesa, inclusive antes de sentarse, así como las chácharas interminables, mientras el otro comensal se siente íngrimo y solo, es decir, el paradigma de la incomunicación humana. De igual manera, el recurso excesivo de las redes sociales nos privan del contacto, del abrazo, del calor, del beso, del sabor a kinestesia, por decirlo de alguna manera. En definitiva, pienso que es cuestión de saber administrar la tecnología con mesura, de manera de aprovechar sus ventajas y ponerle coto cuando amenaza nuestra privacidad e intimidad.

    Gonzalo, además de tus acertadas consideraciones, te felicito por el corolario sobre el tema ¡me encantó!

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  2. Hoy un profesor de filosofía de Humberto Maturana me dijo que para él no existe la felicidad sino el bienestar. Pensado en el asunto, el bienestar nos puede hacer felices o no y la felicidad indudablemente nos proporciona una sensación de bienestar; conversando con María T. (pregemitora de este habla paja) me hizo reflexionar en que la elevación espiritual nos lleva a estados de felicidad que van mas allá de las satisfacciones básicas del ser humano (¿una suerte de alegría acética?); pero la felicidad tiene mucho más de interior, profundo o intenso que el bienestar. Me da la impresión que proyecta la felicidad en el futuro y por esto le resulta inalcanzable o es un tema de carácter terminológicos (significado de las dos distinciones: bienestar y felicidad). Espero por su bien que sea esto último.

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