Bota Fumeiro: Catedral de Santiago de Compostela |
Como señalé en la entrada anterior, el manejo de la ira resulta importante para mantener buenas relaciones interpersonales. Esta competencia está basada en el auto control de esa emoción, salvo en las situaciones de emergencia en las que necesitamos ese empuje extraordinario para sobrevivir.
En el tema del autocontrol encontramos una explicación en un libro, que prestamos y nunca nos devolvieron, que planteaba la teoría bautizada como del péndulo (*).
Como sabemos el péndulo tiene un tiempo, es decir, se desplaza hacia un extremo, pasa por el centro y se desplaza hacia el otro extremo, en una suerte de movimiento perpetuo.
En un extremo del desplazamiento se encuentran las personas que carecen de control de su ira y que ante el más mínimo estímulo, explotan, aquí veremos a los que son agresivos la mayoría del tiempo e incluso los que ladran y no muerden; en el otro extremo se encuentran los “pacíficos”, que aguantan todo lo que les dicen y hacen, también podemos incluir en este lugar a los pasivos-agresivos, que se defienden con cinismo, malas caras, etc.; y en el medio los que logran equilibrar su ira y la administran adecuadamente. Es evidente que existen todas las gamas de grises a las que la humanidad nos tiene acostumbrados.
También tenemos que considerar que dependiendo del contexto en el que nos desenvolvamos sea este el familiar, el social, el laboral, etc., podemos tener diferentes maneras de actuar, siendo pacíficos, en unas o equilibrado o agresivos en otras. A veces sucede que el que aguanta agravios en un contexto determinado, utiliza otro contexto para desahogar su rabia o resentimiento, haciendo que paguen justos por pecadores.
Los del primer extremo no tienen en absoluto control de su ira, viven auto imbuidos en un estrés permanente, sus relaciones humanas son muy pobres y les cuesta conseguir personas que se atrevan si quiera a hacerles alguna observación, no digamos crítica o reclamo.
En el otro extremo tenemos los súper controlados (pueden ser también temerosos o sumisos al extremo); a estos les tengo más miedo por lo del agua mansa. Cuando se está en esta posición se reciben agravios, burlas, incumplimiento de promesas o compromisos y la persona no reacciona hacia fuera, aparentemente o lo hace "por banda". Este grupo también se va cargando de estrés al ir acumulando agravios y rencores que no expresa y al no hacerlo no los resuelve y estimula que se repitan. El peligro con este grupo es que llega un día en que una gota rebasa el vaso y se trasladan violentamente al otro extremo, al de los violentos, pudiendo en estos casos agredir gravemente a otra persona. Estas personas pueden convertirse en “pasivas-agresivas”, es decir, personas que al no confrontar directamente las situaciones que no les agradan, boicotean a las otras personas y a sus acciones y sus declaraciones y acciones se dirigen hacia el fracaso o están llenas de cinismo. Son las que ven con pesimismo la vida y hacen todo lo posible para que su presagio se vuelva realidad (estas últimas las he bautizado como auto coprófagas).
En el otro extremo tenemos los súper controlados (pueden ser también temerosos o sumisos al extremo); a estos les tengo más miedo por lo del agua mansa. Cuando se está en esta posición se reciben agravios, burlas, incumplimiento de promesas o compromisos y la persona no reacciona hacia fuera, aparentemente o lo hace "por banda". Este grupo también se va cargando de estrés al ir acumulando agravios y rencores que no expresa y al no hacerlo no los resuelve y estimula que se repitan. El peligro con este grupo es que llega un día en que una gota rebasa el vaso y se trasladan violentamente al otro extremo, al de los violentos, pudiendo en estos casos agredir gravemente a otra persona. Estas personas pueden convertirse en “pasivas-agresivas”, es decir, personas que al no confrontar directamente las situaciones que no les agradan, boicotean a las otras personas y a sus acciones y sus declaraciones y acciones se dirigen hacia el fracaso o están llenas de cinismo. Son las que ven con pesimismo la vida y hacen todo lo posible para que su presagio se vuelva realidad (estas últimas las he bautizado como auto coprófagas).
Las personas que se encuentran en el centro, controlan la ira, pero la utilizan. Cuando existe una situación que no tiene trascendencia, no le dan importancia y la dejan pasar, es decir, mueven a voluntad el péndulo hacia el extremo de los “pacíficos”; si la situación amerita una actuación, la resuelven con una acción o con un reclamo, en los términos de efectividad que hemos señalado con anterioridad.
Aquí surge una pregunta importante: ¿qué pasa si la persona a la que se le hace el reclamo, no lo escucha o se abstiene de corregirse?. En estos casos la persona equilibrada comienza a mover su péndulo gradualmente hacia el lado de los violentos. Esto lo debe hacer fríamente utilizando una estrategia de incremento paulatino de las hostilidades, buscando que, con la intensificación, la otra persona asimile el mensaje. Esto se puede llevar hasta el punto de armar un lío o un reclamo airado y fuerte, pero en completo control de lo que se dice o se hace.
En un taller preguntó una participante como practicarlo con su marido, (en lo particular pienso que las mujeres tienen muchas armas para dar a entender lo que exigen y son más efectivas que los hombres para lograrlo); la respuesta fue que: lo importante es que en cada paso quede expresado el objetivo que se busca, de manera que se pueda incrementar la acción hasta el extremo último, que es el de poner la maleta en la puerta de la casa -no llegar al sicariato-, y puedas alegar con propiedad: "¡Te lo advertí!".
En un taller preguntó una participante como practicarlo con su marido, (en lo particular pienso que las mujeres tienen muchas armas para dar a entender lo que exigen y son más efectivas que los hombres para lograrlo); la respuesta fue que: lo importante es que en cada paso quede expresado el objetivo que se busca, de manera que se pueda incrementar la acción hasta el extremo último, que es el de poner la maleta en la puerta de la casa -no llegar al sicariato-, y puedas alegar con propiedad: "¡Te lo advertí!".
Cuando se tiene tal nivel de control, la persona puede convertirse en una hábil actora social, que puede llegar al extremo, en alguna circunstancia, de lograr el decideratum señalado por un famoso político y abogado, Luis Jerónimo Pietri, que sostenía lo siguiente: “El patrimonio más grande de una persona es una cara de pendejo bien administrada“. Lo importante es que se haga de forma estratégica para que rinda sus frutos.
Si, a pesar de todo lo que aquí se señala, ya estás en la situación de haberte excedido en la respuesta hacia otra persona, no te queda más que buscar resolver la situación a través del perdón y así poder construir un nuevo "modus vivendi" con esa persona.
Lo importante es que para poder mantener el equilibrio se requiere ser exitoso en la expresión adecuada de nuestro malestar y en la efectividad de la estrategia de incremento de las hostilidades. En la medida de que seamos más efectivos en el manejo de estas situaciones, viviremos más tranquilos y relajados y esa paz nos ayudará a sentirnos empoderados, pro activos, con una sabia autoestima, la cual va a ser respetada por los demás y por ende imbuidos en felicidad.
(*) En un evento acerca de Manejo de Conflictos se usaba el símil para ilustrar que en algunas circunstancias un estímulo relativamente pequeño (se empujaba la parte superior del péndulo), el efecto era muy grande (la parte inferior del péndulo recorre una gran distancia de un lado a otro).
(*) En un evento acerca de Manejo de Conflictos se usaba el símil para ilustrar que en algunas circunstancias un estímulo relativamente pequeño (se empujaba la parte superior del péndulo), el efecto era muy grande (la parte inferior del péndulo recorre una gran distancia de un lado a otro).
Hasta leer este artículo, creí que mi esposa tenía razón cuando opina que soy iracundo. Ahora sé que uso la ira del modo deliberado y gradual que es descrito en el texto. Es un alivio, viniendo del coaching de Gonzalo Pérez Petersen.
ResponderEliminarQuienes son objeto de un reclamo sólo se fijan en el final airado, que se justifica porque no responden porlas buenas. Entonces hacen desaparecer su culpa original reclamando ellos el reclamo y el disgusto que causaron.
He visto crecer en los últimos tiempos la irresponsabilidad y el abuso entre nosotros. No deben ser tolerados, ni siquiera porque el Presidente de la República es modelo perenne de ambas cosas.
Esto que señalas es correcto, pero tal y como señalé siempre debe haberse expresado con claridad, el motivo del desagrado, la diferencia surgida, el motivo del reclamo, o el cambio que se aspira, de manera que al terminar pidiéndolo a gritos puedas sostener validamente que la razón del "duro reclamo" se sustenta en la falta de escucha del otro o del menosprecio hacia el requerimiento hecho.
ResponderEliminarEstas situaciones que funcionan a nivel personal pueden extrapolarse hacia otros contextos e incluso como parte del ejercicio del derecho a la protesta e incluso como sustento fáctico del ejercicio del derech0o a huelga.
Se me olvidó señalarte que si bien la gente puede excusarse u ofenderse por el airado reclamo como mecanismo para desconocer su responsabilidad primaria en el conflicto, el sentido de la metodología planteada va dirigida a conseguir un objetivo deseado de manera estratégica (efectividad). En la "batalla" no debemos entregarle armas de defensa al oponente; por esto el reclamo airado debe usarse como último recurso y conservando el autocontrol.
ResponderEliminarHoy escuché un comentario en la radio en el cual se señalaba que hay que observar con cuidado a las personas que se manifiestan con cierta frecuencia con ira, porque es muy probable que usen la ira para esconder una emoción que les resulta muy duro vivir. Ponían como ejemplo el de una persona que no quiere mostrar o sentir su tristeza y utiliza la ira para ocultarla. Esto puede equiparase a la ira que es reflejo de la frustración y que fue tratado en un comentario de la entrada anterior. Lo importante del comentario es que al esconderse la emoción verdadera se deja de vivir la experiencia, de vivir el aprendizaje que ella nos aporta y se priva la propia persona de su crecimiento como ser humano.
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