La Natividad |
Este año ha sido muy impactante
para todos los que vivimos en este planeta. El terremoto de Japón, que se vio
agravado con el tsunami y la destrucción de la planta nuclear de Fukushima, ha puesto de manifiesto las graves consecuencias que podremos sufrir en el
futuro si no atendemos los temas ambientales.
Lágrimas en Akita |
Para el pueblo del Japón, mis mayores admiración y respeto, por haber demostrado en esta
crisis tan grave un altísimo desempeño como ciudadanos con elevados valores
humanos. Oraré a la Virgen de Akita para que interceda en la recuperación de
ese hermoso país.
A este evento sumamos los efectos económicos de la explosión de la
burbuja inmobiliaria, que ha transformado en una de las crisis fiscales y
políticas más importantes de los últimos cien años.
La conquista de la libertad. |
Sin
embargo, el surgimiento de los
movimientos sociales en los países del Norte de África en demanda de mayor
democracia, abre una esperanza hacia un futuro en el que sea cada vez más difícil
instituir gobiernos autocráticos en el mundo. Todos esperamos que aquéllos se desarrollen en
beneficio de esos pueblos, no como una forma de sustituir castas dominantes
por otras.
En estas circunstancias, Vivir La Felicidad ( http://www.vivir-la-felicidad.blogspot.com ) asumió el compromiso de estar cerca de los acontecimientos más importantes y los asuntos que más profundamente afectan al ser humano, porque la felicidad que aquí se propugna no es evasiva, ni hedonista, o superficial aunque sea permisible el disfrute dionisíaco, más cuando se hace como un reconocimiento al valor inapreciable de la vida y la finitud del ser humano.
La vivencia de la felicidad nos exige amar a las personas, un sentimiento que nos acerca fuertemente al disfrute o el sufrimiento del otro. En cuanto a lo primero debemos compartir estos días con nuestra familia y amigos, dar gracias por todas las bendiciones que hemos recibido y encontrarnos con alegría, reconciliándonos por las diferencias que hayamos podido tener. En cuanto a nuestras tristezas, acercarnos a nuestros seres queridos, y sin son otros quienes están tristes, no se trata de sufrir por solidaridad mal entendida, sino de un acompañamiento en su mal momento; lo que nos exige una escucha empática, un hombro para llorar, un abrazo afectuoso y actuar a favor de quien sufre. Es como si estuviéramos en un bote y viendo a alguien ahogarse en el agua, nos toca lanzar el salvavidas con una cuerda y ayudar a esa persona a alcanzar el bote, no lanzarnos para ahogarnos con ella y mantener firmes nuestros pies en el permitiendo que el amor nos de la fuerza y nos muestre un camino, en el momento en que esa persona necesita más de ese apoyo firme. Por eso digo: debemos ser solidarios con la persona, no con su dolor, porque ese dolor no nos pertenece. El acompañamiento es fundamental pues el sufrimiento en la vida es necesario y natural. El cuerpo requiere su tiempo para sanar; la sanación será eficaz si damos el apoyo adecuado, con una visión positiva que vislumbre una luz al final del túnel.
Siempre al lado de los que sufren |
Este amor del
que hablamos está muy vinculado a la generosidad, pero de una calidad muy
superior a aquella que asociamos con dar o regalar cosas. Tiene más que ver
con una generosidad que evidencia la verdadera grandeza del ser humano, cuando uno es capaz de darse a los demás. Una persona puede carecer de “un
duro” en el bolsillo, pero disponer de lo más grande y preciado que tiene, ese obsequio que recibimos de Dios: la propia humanidad, nuestra
existencia y presencia en esta minúscula ventana de espacio y tiempo en
la que podemos relacionarnos con nuestros compañeros de viaje.
La Navidad se vincula siempre con el intercambio de obsequios. Este intercambio es una
manera de expresar afecto o agradecimiento hacia las personas que queremos, con las que nos ha tocado
compartir vida en el año que está por terminar. Compartir es bueno de por sí, pero
requiere sinceridad y autenticidad y, lo más importante, evitar que los otros se sientan obligados a retribuir; más de uno puede carecer
de posibilidades económicas para esa reciprocidad.
La "multisápida" hallaca. |
También es
importante distinguir gestos que a veces pasan inadvertidos, como en el caso de
la persona que obsequia su arduo trabajo, por ejemplo, comida que elabora con sus propias manos. En estos días, examinando recetas navideñas, me percaté de que casi ninguna -de varios países- es de fácil elaboración. En Venezuela se elabora una especie de tamal que llamamos hallaca: una masa de maíz delgada rellena con un guiso de gallina, cerdo o vaca, con añadidos de alcaparras, aceitunas, uvas pasas, etcetera. Sus distintas recetas se remontan a más de 300 años y requieren un trabajo
físico importante: el esfuerzo de varias personas e innumerables y costosos
ingredientes. Entonces, seamos capaces de ver la grandeza hasta en lo que puediera parecer
pequeño, como una hallaca, al igual que hacemos cuando admiramos la más humilde de las flores del
campo que derrocha su perfección infinita.
En fin, hay
que observar y escuchar amorosamente a quien nos honra con su presente o su entrega, y valorar y agradecer esa muestra de cariño como lo que
es: una bendición. El agradecimiento abre nuestro corazón a la grandeza
que está en la otra persona, esa belleza que, sin imponerse, nos otorga la
prueba más evidente de la presencia de Dios en nuestros semejantes. Al
transformarnos nosotros en observadores de esa grandeza y esa belleza, también devenimos en pródigos creadores de felicidad.
Encuentro de dos mundos |
Debemos recuperar la esperanza y la fe en la humanidad en momentos difíciles, tal
como Dios hizo al enviar a Jesús de Nazaret, el mas grande regalo de
amor que ha recibido la humanidad. A los que no comparten la fe en Jesucristo, toda bendición en estos días; que estén plenos de amor, la fuerza más grande del universo.