Cuando se habla de la necesidad de construir muros, como pretende
el actual presidente de su país, para separar (segregar) personas, y así
impedir que unas personas entren en contacto con otras o para protegerse de los
daños que puedan causar, me hace pensar en la Gran Muralla china, la barricada
construida por los romanos para evitar la entrada de los bárbaros del norte y
finalmente el muro de Berlín.
El nuevo muro pretende separar a dos países, para impedir que
los mexicanos y demás latinoamericanos emigren a Estados Unidos en búsqueda de
un futuro mejor. Es evidente que la circulación de personas en estos niveles
implica que parte de las personas que cruzan puedan tener objetivos contrarios
a las leyes; entonces se alega que su construcción busca evitar el paso de
delincuentes de todo tipo. Sin embargo, independientemente del derecho de los
países de regular la inmigración de extranjeros, el argumento esgrimido no es
sostenible estadísticamente, cuando la infracción de la gran mayoría de esos
inmigrantes es la de ingresar ilegalmente para trabajar y no para cometer
delitos graves.
Ninguno de los muros mencionados logró el objetivo de sus
constructores y estoy seguro que con éste último se conseguirá un resultado
adverso. Lo grave es que en todos los casos resultó en un signo del comienzo de
la decadencia de una sociedad dominante.
Esto genera un contraste muy grande frente a un pueblo que ha
superado paradigmas que no funcionaban ya y comportamientos incongruentes con
los valores y principios democráticos de esa sociedad.
Una democracia funcional es aquella en la que existen múltiples
grupos de intereses y un sin número de maneras de pensar. Allí es posible
evolucionar y hacer correcciones de ideas que atentan en contra de derechos
fundamentales de los individuos, los que son universalmente reconocidos o los
que están en vías de serlo, pero, a veces olvidamos que lo más importante de
una democracia no es que las decisiones importantes de esa sociedad sean
tomadas por la mayoría de sus miembros, (entendiendo que resulta más difícil,
pero más efectivo lograr consensos que imponer la voluntad de la mayoría)(2)
sino que el sistema permita y garantice que una persona puede lograr la
protección requerida a sus derechos fundamentales, aun cuando una mayoría
adverse a este individuo.
Pero este individuo requiere asumir también su rol de
ciudadano y sus responsabilidades individuales y colectivas, e inclusive debe
estar dispuesto a dar su vida física o productiva por el colectivo al que
pertenece.
Aunque la democracia norteamericana tiene mucho de esto,
todavía tiene camino que andar y seguir el proceso evolutivo que ha sostenido,
en especial, en los últimos 50 años. Ese país ha contribuido al modelaje en
otros países y a ser referencia en estos temas.
El pasivo más grande es el de no haber caminado hacia la
plena aceptación del protocolo de Roma sobre Derechos Humanos (ratio belli).
Es fabuloso pensar que una sociedad, antes segregada entre “blancos”
y “negros”*, haya terminado eligiendo presidente a una persona como Ud., quien tiene
ancestros africanos y de religión musulmana.
Este hecho, para los que observamos a ese gran país, tan
perfecto e imperfecto, a la vez, como todo lo que es humano, vemos con envidia su
capacidad de evolucionar de manera tan asombrosa. Sin embargo, en mi juicio, es
una sociedad con rasgos de machismo, porque le ha sido difícil reconocer la
naturaleza dual del ser humano, hombre-mujer, (el animus – ánima de la que
hablaba Karl Jung) y aceptar el sitial que le ha sido negado de alguna forma a
las mujeres.
Posiblemente la rapidez de estos cambios es lo que determina,
en algún momento de ese camino, que las corrientes más conservadoras de
pensamiento, quieran poner un freno o revertir este proceso.
Para lograr este objetivo quieren desmontar el proyecto más
emblemático de su administración que es el Obama Care.
No tengo elementos para alabar o criticar este beneficio
social, pero sí sé que todo sistema de seguridad social requiere disponer de
sanidad financiera para ser sostenible en el tiempo. Lo que si veo importante
es que se pretende dar acceso a la salud a un sector de la población de bajo
recursos y eso es encomiable y debe encontrar viabilidad.
Lo único que me pregunto es que Ud. señaló hace varios años que
uno de los temas que encarecía los servicios de salud era el de los montos
por indemnizaciones tan elevados que se imponían a los médicos en caso de mal
praxis, lo que implica primas elevadas de seguro para los médicos y que esto
debería tener una limitación legal. Este asunto no fue resuelto.
También los sistemas de seguridad social deben tener
mecanismos para evitar y sancionar los abusos de los beneficiarios, de los
médicos, de los servicios médicos y de las compañías de seguro.
Aquí hay que vencer la visión de que cada quien debe velar
por su vida y porvenir, en cualquier circunstancia, algo que puede ser deseable
dentro de una sociedad de personas libres, pero que resulta insuficiente frente
a personas que no pueden hacerlo totalmente, por discapacidad, edad, o que no
tienen las mismas oportunidades para crecer y desarrollarse, más aún cuando la
educación y el entorno en muchos casos son inadecuados o insuficientes.
Este tema, tiene mucho que ver con la pobreza en los países y
la globalización indetenible del planeta, que nos obliga a poner el esfuerzo de
toda la sociedad para mejorar esta situación y en el sentido de que lo que
hagamos por la pobreza de los países vecinos y de las zonas de pobreza extrema
en el mundo, puede disminuir los procesos de migraciones masivas por el hambre o
la guerra que vivimos hoy en día. Un muro no puede detener en ansia de un ser
humano de aspirar a un futuro mejor.
Por último, para dar un salto significativo se debe comenzar
por el lenguaje y en especial el lenguaje que implica una etiqueta a una
persona.
Hay un tema moderno que se ha dado en llamar endo-racismo. Esto
es cuando el racismo viene desde la persona que es discriminada por la sociedad,
pero también de la persona que se autodefine de una manera “racial” también desde
el grupo que discrimina.
El primer acercamiento está dado porque el color de la piel
es de tanta variedad que resulta impreciso usar esa calificación, además que el
color se puede variar dependiendo de los niveles de exposición al sol o por
temas metabólicos del organismo humano.
Desde el punto de vista racional una
calificación por colores no tiene ninguna importancia o trascendencia, salvo,
la mayor o menor propensión a cierto tipo de enfermedades de la piel, por ejemplo.
La genética es lo único que nos identifica físicamente y de manera única de los
demás individuos del planeta. Los fenotipos deben carecer por esto de
consecuencias jurídicas.
Otro aspecto consiste en que nadie tiene derecho a definir a
otra de una determinada manera y más cuando esa calificación no tiene o no debería
tener efectos jurídicos, salvo casos en que se requiera hacer una
identificación de una persona perdida o que es solicitada por las autoridades
en una investigación policial o judicial. Las definiciones tales como “Africano
Americano”, “Latino”, “Asiático”, “Árabe”, etc., son también imprecisas y
racistas o endoracistas.
En todo caso deberían existir plantillas de color como las
que usan los dentistas para colocar un diente postizo que sustituya a un diente
verdadero para que resulte igual o muy parecido, para los fines prácticos señalados.
En este sentido a una
persona se le puede calificar por su nacionalidad, por su edad, su altura, por
su peso (sin que se diga si es mucho o poco). Puede haber estándares médicos
que, basados en información epidemiológica, permitan asomar tendencias en
cuanto a la salud o algunas patologías.
Aquí se presenta un tema que ha pasado debajo de la mesa y es
la discriminación por la apariencia física, ya no por el “color” de la piel
sino desde el punto de vista estético. Está comprobado que una persona que es
percibida como “fea” tiene menos oportunidades de conseguir empleo y me
refiero a cualquier tipo de empleo. También existen estudios de discriminación
por el nombre cuando se busca empleo.
En lo personal me siento más cómodo definiéndome por mi
nacionalidad, por la religión que profeso (1), o, por rasgos de orden cultural
que considero propios y que me hacen sentir que pertenezco. Pero esto último es
un derecho personal y que no contradice lo que los demás sientan o piensen de
sí mismos.
Algo de este asunto también aplica a las nuevas etiquetas
usadas para referirse a las personas según su “orientación” sexual. Aquí pasa
algo parecido a lo mencionado anteriormente: la sexualidad tiene tantas
variedades y matices que cada quien conoce la suya y desconoce la de los demás.
Aquí aplican etiquetas discriminatorias como las expresiones que se usan mucho
y que tienen connotación negativa y en contraste otras como: “correcto” o “normal”,
que también afectan a las personas con algún grado de discapacidad.
Recientemente he visto que en algunos países que se refieren a estas personas como personas especiales o personas con habilidades especiales.
La conclusión de esta carta es la siguiente: Una persona que
le toca vivir en un país sin democracia y sin respeto a los derechos humanos
fundamentales de los individuos, le pide, encarecidamente: Que Ud. no se desprenda
de su activismo político y social y tome el testigo para crear conciencia de la
discriminación existente y trabaje y sume esfuerzos por la evolución y el
respeto de los derechos humanos en el mundo.
Gonzalo Pérez Petersen.
(*) El uso de las comillas lo hago para resaltar los imprecisa
o inadecuado del término, con base al argumento planteado en este artículo.
(1) Es reprochable cuando la religión se usa como mecanismo
de discriminación. Las religiones deben aceptar el derecho a la libertad
religiosa, en el sentido de defender el derecho de otros a profesar otra
religión o no profesar ninguna, y se debe cuestionar el uso de la religión para
fines políticos o para subyugar o limitar el libre albedrío de las personas o
que quieran copar o destruir el orden social que propugna una verdadera democracia.
(2) No nos hemos dado cuenta que el trasfondo de la grave
crisis política, institucional, social, económica y ambiental, que se vive hoy
en día en todos los países tiene que ver con la necesidad de encontrar nuevos
consensos, porque el modelo existente está agotado. Debemos repensar los
objetivos que realmente queremos lograr como sociedad y no como sociedad local
sino universal y entender que la globalización ha dejado de ser una idea y se ha
convertido en una realidad indetenible.