lunes, 8 de agosto de 2011

El Diálogo (2da Parte): Reconocimiento del Otro.

Una  de mis lectoras me señaló que al leer  la entrada anterior (El Diálogo, un reto urgente), en un determinado momento se sintió desconcertada.
La verdad es que la intención era poner de manifiesto la forma en que tradicionalmente se hacen  planteamientos relacionados con un tema, en el cual se van concatenando ideas para que el mismo tenga sentido y, en especial, para sustentar la posición del escritor; al mostrar que en el fondo lo que expresaba era mi visión, mi opinión o mi narrativa desde la perspectiva de mi vida, historia, condición socio-económica, prejuicios, etc., quise mostrar que mi visión no es necesariamente válida, comprendida de la forma en que yo la entiendo y más allá, el hecho de que el tema debe carecer absoluto de importancia para algunas personas.

Adicionalmente, he reflexionado mucho sobre ustedes, mis lectores, y me surgió una primera conjetura y es que ustedes están posicionados por encima de la “Air Line” o en todo caso de la “Wash Line”, según el modelo de Hans Rosling contenido en el video anexo a la entrada anterior (acceder buscándola al final de la entrada anterior o directamente  así: http://www.ted.com/talks/view/lang/spa//id/1101 ); y una segunda, y es que los que están en la “Electricity Line” para abajo no les resulta trascendente estos temas, al tener que vivir resolviendo problemas cotidianos más importantes.

El otro día entrevistaban a una persona, que no alcancé a escuchar su nombre, quien comentaba que los seres humanos nos aferramos tanto a nuestras creencias, prejuicios y puntos de vista, que solemos leer, identificarnos con personas o ideas que van de acuerdo con esas creencias y, por el contrario, solemos guardar distancia y  ser reactivos ante cualquier idea que vaya en sentido contrario. Como dice el dicho: ”Los mancos se juntan para rascarse”.

Aunque la especie humana ha sido considerada como de gran adaptabilidad y por su posibilidad de sobrevivir en casi cualquier medio ambiente se le considera como “generalista” (por el contrario, los “especialistas” se pueden extinguir si se produce alguna alteración sustancial en su ecosistema natural), tenemos un apego a lo conocido debido principalmente a que esa estabilidad inalterada nos da paz y tranquilidad. Esto es lo que se ha dado en llamar por algunos como “transparencia” (otros la llaman zona de confort*). La transparencia la he dado en calificar como el imperio del cerebro reptil, del que hemos hablado en otras ocasiones. Esta parte inferior del cerebro que almacena, además de toda una serie de conductas instintivas,  las conductas o hábitos que se han vuelto recurrentes o cotidianos.

¿No les ha pasado que van conduciendo de un lugar a otro pensando en cualquier cosa que tengan en la cabeza y cuando llegan a su destino y se dan cuenta de que se han detenido en todos los semáforos, tomaron la ruta correcta y llegaron sin problemas casi como si lo hubieran hecho con piloto automático? Esto pasa porque esta acción se ha convertido en rutina y casi no requiere de la voluntad para realizarla.

Esta habilidad del cerebro reptil puede ser aprovechada y, por tal razón, cuando una persona se hace el propósito (neocortex) de hacer ejercicio regularmente para preservar la salud, requiere de un gran esfuerzo inicial que lo obliga, con toda la resistencia de su cuerpo, a empeñarse en realizar la actividad por un período ininterrumpido que algunos dicen  es de 30, otros de 45 y los menos de 60 días continuos. Si se logra tener la fuerza de voluntad y la determinación para pasar este período de adaptación, la actividad se convierte en rutina y se nos hace difícil dejarla de realizar. En esta situación la hemos alojado en el cerebro reptil.

Por esto es tan difícil cambiar todo tipo de hábito y por eso nos encontramos con personas que comienzan dieta todos los lunes en la mañana, la cual dura hasta el mediodía del mismo día.

Por lo visto que nuestras creencias e ideas parecieran enraizarse de la misma manera.

Por esto cuando se presenta una situación o un planteamiento que contradice, aunque sea en parte, eso que hemos tenido como nuestra verdad, se rompe la “transparencia”, se nos mueve el piso, somos desplazados fuera de nuestra zona deconfort, y se nos genera una angustia o estrés, o a lo sumo un desagrado. En mi caso particular, siento ese desagrado en el vientre ("mariposas en el estómago").

Esta situación tiene que ser reconocida y tomada en cuenta, porque el diálogo requiere la aceptación de la existencia del otro, especialmente ese otro que tiene una perspectiva distinta, una historia distinta, unas necesidades distintas y por ende una narrativa opuesta o diversa a la nuestra. Pero el asunto no se limita en aceptar que existe ese “otro”, sino que además tiene la legitimidad de tener una posición divergente, de manifestarla y defenderla.

El reconocimiento del otro pasa por una escucha activa y empática y una observación acuciosa de esa otra persona para realizar una razonable gestión de esa realidad. Reconocimiento que debe incluir la reflexión acerca de lo que nos acerca y lo que nos diferencia, con lo cual se requiere de una auto evaluación sincera de nosotros como observadores. En ese reconocimiento, adquiere una importancia muy grande la congruencia entre lo que se declara y lo que se hace, para lo cual el conocimiento del cuerpo, el propio y el ajeno nos puede dar claves fundamentales, porque “el cuerpo nunca miente”; además, buscando y reconociendo la propia sombra(*1) y la de los otros.

En antropología se dice: “Cuando nos convertimos en observador de otra cultura, dejamos de ser la misma persona”. En mi concepto resulta que ese enfoque en el otro nos hace crecer como seres humanos y un poquito más sabios.

Esta habilidad ha demostrado ser un activo importante para un político exitoso, porque el mismo depende de su capacidad comprender la necesidad, la carencia o las aspiraciones de una colectividad y adaptar su narrativa de manera que resuene en las mentes y en los corazones de su electorado, porque la emoción crea vínculos más poderosos que la razón. Por supuesto que se requiere del carisma y una buena labia para convencer, pero los más importante a mediano y largo plazo es que la narrativa del político sea también congruente, no solo creíble, porque de lo contrario tarde o temprano “se le verán las enaguas” y el amor se convertirá en odio o en indiferencia.

Tristemente en el mundo moderno se ha impuesto como herramienta la habilidad histriónica de no solo tener una narrativa conectada emocionalmente con la “masa”, sino que se abusa de símbolos y estereotipos, invocando una cierta o falsa identidad ideológica (hoy por hoy sin ningún sentido práctico), de clase, de sexo, de raza, religión, etc. y hasta se recurre a profundos resentimientos, además del señalamiento de responsables externos (reforzando el locus de control externo *2 y asumiendo un rol de vengador) para lograr esa conexión.  Esto llega al extremo de que una persona de unas determinadas características físicas, raciales, culturales, a veces no logra ser creíble solo por el “fenotipo” de su presencia.

En este escenario, lo que puede lograr el éxito es la constancia, la verticalidad de la acción, la claridad en la convicciones y la congruencia entre lo que se piensa, se siente, se dice y se actúa.

Como vemos, el tema es muy complejo pero si tenemos la disciplina de dar predominio a la escucha y a la observación por encima de la manifestación de nuestra opinión, estaremos dando un paso importante en la apertura del diálogo.

*: Zona de Confort:  Wikipedia: "En el ámbito de la psicología, la zona de confort es un estado de comportamiento en el cual la persona opera en una condición de ´ansiedad neutral´ , utilizando una serie de comportamientos para conseguir un nivel constante de rendimiento sin sentido del riesgo (Alasdair A. K. White "From Comfort Zone to Performance Management 2009).
En el ámbito del coaching, se conoce como zona de confort al conjunto de límites que, sutilmente, la persona acaba por confundir con el marco de su íntima existencia.
Sin duda, es una de las expresiones más significativas porque define muy gráficamente el acomodo de aquellas personas que han renunciado a tomar iniciativas que les permitan gobernar sus vidas."

*1: Sombra:  Karl Gustav Jung la define de dos modos diferentes:
"Por un lado, se puede definir como la totalidad de lo inconsciente. Del mismo modo que Freud define inicialmente el inconsciente como todo aquello que cae fuera de la consciencia, Jung mantiene el mismo postulado adaptándolo a su propio corpus teórico, en el que el inconsciente tiene, además de la dimensión personal, una colectiva (inconsciente colectivo).
En segunda instancia, Sombra designa al aspecto inconsciente de la personalidad, caracterizado por rasgos y actitudes que el Yo consciente no reconoce como propios." Wikipedia.

*2: Locus de Control Externo: Es cuando atribuimos a lo que nos es externo las causas o culpas de lo que nos sucede. Implica asumir un papel de víctima o a lo sumo de "veleta" sujeta al capricho del "viento". No se asume la responsabilidad de los que nos sucede ni de nuestro destino.