viernes, 11 de marzo de 2011

La Felicidad y El Sentido de Pertenencia


Ayer venía en el automóvil escuchando a un entrevistado que comentaba una película que se desenvuelve en el ámbito de una escuela y en cuya trama se ponía de manifiesto el contraste entre una libertad absoluta vs. un régimen de control total.
Esta persona señalaba que este debate se podía entender con dos frases que le habían escrito seguidores de twitter y que la primera decía: “Control sin libertad es tiranía”; y, la segunda: “Libertad sin orden es anarquía”.
¿Que tiene que ver esto con el sentido de pertenencia?.  
El sentido de  pertenencia forma parte de las características sociales que ha adquirido la especie humana en su proceso de evolución. El ser humano como especie social busca identificarse con los que forman parte de su “manada”.
En los animales la manada es una forma de protección de los depredadores; el humano, a pesar de ser un predador, también formaba parte de la cadena alimenticia de predadores de mayor entidad como podrían ser los grandes felinos, la hienas, los osos, etc.
También por este doble rol de víctima de los predadores y de predador, el ser humano imitó los hábitos de cacería de otros predadores y sus técnicas grupales se asemejaron mucho a las de los lobos, los cuales al ser domesticados por el hombre pasaron a ser sus compañeros de caza y con los que compartían su sustento y protección. La guerra y el deporte son derivaciones del proceso de cazar.
Para que esta unión grupal fuere exitosa se requería de un lenguaje para poder coordinar las acciones defensivas y ofensivas, aunque en este ámbito podía estar limitado a sonidos y señas sin mayor elaboración y un sistema jerárquico con liderazgo definido, por la mayor fuerza, del jefe de la manada.
Esto se vio reforzado por la debilidad y alta dependencia de los bebes y niños humanos, que a diferencia de otras especies, requieren de cuidados por un largo período de tiempo, con lo cual se creó una dinámica social alrededor de esta necesidad de crianza, principalmente dedicada la protección, la cual se hizo extensible a las personas que por su edad no podían cumplir con las labores de los más jóvenes. Hay quien señala que la menopausia es una consecuencia de este fenómeno en el cual las mujeres mayores pasaban de ser madres a ser abuelas cuidadoras (entiendo que la menopausia solo se da en los humanos). En este contexto social controlado por el “ánima”(*) surge un lenguaje más complejo y elaborado y se abre espacio para que surjan la medicina, la religión primitiva y el resguardo de la tradición oral, de la ahora tribu, por parte de los mayores; y, en este ambiente de vida alrededor del hogar, surge la agricultura y la cría de animales (por esto el lenguaje hablado y la agricultura son atribuido por algunos antropólogos a la mujer, quienes dominan el primero con mayor maestría que los hombres aún hoy en el siglo XXI). Esta circunstancia  fortaleció a la raza humana al proporcionarle mayor estabilidad para la realización de otras actividades más allá de la de sobrevivir,  como el arte, la artesanía, en fin, el surgimiento de una cultura y que en el futuro permitió además, cuando se logró acumular y preservar alimentos, el nacimiento de la ciudad..
Entonces este sentido de grupo, al ser indispensable para la supervivencia de la especie, quedó fuertemente arraigado en nuestra carga genética y es lo que va aportando elementos que van a producir el desarrollo de la inteligencia y que nos fue alejando evolutivamente de nuestro parientes cercanos.
En este proceso tiene un peso muy importante el desarrollo de las emociones, que son indispensables para la creación de lazos afectivos determinantes para el mantenimiento de la cohesión social, que se enriquece con la caricia, una sexualidad más allá de los períodos de fertilidad y que se realiza frontalmente a diferencia de la inmensa mayoría de los animales. Pruebas del surgimiento de la emocionalidad, vinculada al sentido de pertenencia, es que en la edad de piedra se han encontrado evidencias del cuidado y protección a los enfermos y del duelo producido por la muerte de un ser querido, el cual era cuidadosamente enterrado y se han encontrado tumbas en las que los cuerpos fueron cubiertos de flores.
En el mundo moderno seguimos actuando conforme a este mandato genético y por eso nuestro sentido de pertenencia nos arraiga a la familia, al grupo de amigos, a los que comparten nuestro fanatismos por un equipo deportivo, a nuestros compañeros de escuela, a nuestro clan de amigos del vecindario, al partido político y al país. Pero este arraigo no es solo hacia una colectividad sino a los lugares donde vivimos, donde trabajamos, a lo que creamos o construimos, etc.
Uno de los derechos fundamentales del ser humano está basado en el sentido de pertenencia y es el derecho de asociación que comporta un aspecto positivo a podernos asociar con quien queremos hacerlo y un aspecto negativo a rechazar asociarnos con los que no queremos hacerlo.
Esta dinámica hace que los miembros de esa colectividad crezcan o acepten entre sí elementos de identificación que son considerados fundamentales para determinar la pertenencia o no al grupo, que pueden ser: El idioma, complementado con una jerga particular, maquillajes, vestidos, raciales, culturales, etc. Que en la medida de que sean más abundantes se propende a la supresión o limitación de la individualidad, cuando la "forma" como identificación del grupo predomina sobre las razones de fondo. (los motorizados de estilo "Hell Angels" son iguales en todas partes del mundo, conduciendo una Harley Davison, con chaqueta de cuero  negra, con un  distintivo en la espalda que refiere a la "banda" en particular, con pañoleta en la cabeza y hoy por hoy mayores de 65 años de edad)
Este derecho a rechazar a alguna persona o grupo, del que hemos hablado, tiene un límite cuando se ejerce de forma "odiosa” y que por tanto, contraviene la prohibición de discriminar, por raza, sexo, religión, condición social, por ejemplo (no es que todas las veces una discriminación que esté en esta lista se puede considerar como odiosa, como sería el caso de negarse a aceptar una pelea de boxeo entre un hombre y una mujer) .
La vida en sociedad o en cualquier forma de colectividad exige que hayan normas básicas de convivencia y respeto para que ese grupo sea exitoso en el logro de sus fines; ese marco normativo requiere que los miembros, individualmente considerados, estén dispuestos a renunciar voluntariamente a parte de su libertad en aras del interés colectivo, a respetar el espacio o relevancia de las demás personas del grupo y a aceptar una autoridad.
Una de las renuncias más trascendentales que hizo la humanidad fue la de transferir su derecho a retaliación reconocido en la Ley del Talión (ojo por ojo y diente por diente) a una autoridad independiente para que aplicara justicia, con el sentido profundo de que una agresión en contra de uno de los miembros de la colectividad pasaba a ser considerada un atentado en contra de la colectividad, permitiendo el nacimiento de una justicia más equitativa e imparcial.
Pero este asunto es más complejo que esto porque además del marco normativo formal, que como hemos señalado resulta beneficioso para vivir en sociedad y que ha permitido que el ser humano haya podido convivir en colectividades mayores a 150 personas (estamos diseñados genéticamente para poder manejar relaciones hasta ese límite máximo), va más allá porque se llegan a superponer una serie de marcos normativos que incluso trascienden las fronteras del país, como son el marco normativo de las religiones, en especial la católica romana,  el de las Naciones Unidas, el de la organización de los juegos olímpicos y otros marcos normativos a nivel micro, que pueden ser escritos o no,  que corresponden a la empresa en que trabajamos, la escuela a la que atendemos o inclusivo al de la banda de delincuentes a la que hayamos decidido pertenecer, que forman parte de  la cultura.
Este bombardeo normativo compite con nuestro individualismo, el cual no resulta tan único ni particular, puesto que por descarte está definido socialmente e incluso por el poder de la publicidad.
Como señalamos al comienzo de este tema, nos debatimos entre una posición autoritaria que pretende controlar todos nuestros movimientos y usurpar nuestra capacidad de decidir, en un extremo, o un libertinaje en que desatemos todos nuestros deseos pasiones sin considerar el daño que podemos ocasionar a las demás personas.
En este sentido lo importante es establecer un equilibrio y para que ese equilibrio sea beneficioso, tenemos que aprender y enseñar a ejercer responsablemente la libertad, basando nuestras decisiones en valores personales y colectivos en búsqueda de una armonía social.
Enseñar o modelar ese aprendizaje no implica desatar los nudos de las normas fundamentales, pero si las apretamos demasiado, vamos a provocar dos reacciones negativas y alternativas que pueden tener signo contrario, una, la sumisión oligofrénica de la persona que por su baja autoestima o por comodidad sigue a la corriente, incluso cuando la mayoría camina hacia el precipicio; otra, conformada por una rebeldía rencorosa que busca la destrucción de todo los establecido incluyendo así mismos.
Este aprendizaje implica la formación de los individuos para que se conviertan en ciudadanos responsables, que tomen decisiones buenas o malas y en este caso asuman su responsabilidad, adquiriendo en este caso mayor experticia.
Las dictaduras y los regímenes autocráticos buscan la sumisión a través de un marco normativo férreo, e intervensionista, en el cual no se de mucho margen para tomar decisiones; se usan estrategias para desinformar, mentir, y depauperar a las poblaciones con el hambre y la ignorancia para hacerlas sumisas al control cada vez más centralizado de la sociedad. 
La revolución de Túnez marca un paso adelante hacia la formación de sociedades más libres y democráticas en la que los ciudadanos se integren a la información, tecnología y bienestar al que tiene derecho, asumiendo la responsabilidad de participar en el proceso político, económico, social y cultural que demandan estos nuevos tiempos.

Así que debemos preguntarnos: ¿Estoy dispuesto a asumir el reto y la responsabilidad de ser libre?
(*) Aspecto femenino de la psique.