lunes, 10 de agosto de 2015

¿Como Enfrentamos el miedo o actuamos ante el Peligro?


Actualmente, en muchos países, sus ciudadanos están sometidos a situaciones de peligro y viven en el miedo y la desesperanza. 

Tenemos los casos como los que suceden en países en guerra, también en sitios en que se han desencadenado persecuciones políticas o religiosas y también lugares en donde rigen gobiernos autocráticos, que utilizan el miedo como arma de sometimiento de sus pueblos.

Estas circunstancias producen en el individuo respuestas que están programadas en el inconsciente colectivo de la humanidad y que deben además tener un fuerte arraigo en nuestra base de información genética.
El primer ancestro mamífero que se estresaba solo en tiempo presente.


Desde el primer mamífero conocido, el Morganucodon muy parecido a una rata, al enfrentarse a una situación de peligro, por ejemplo, ser atacado por algún depredador, se producía en el una respuesta neurológica por el estimulo de sus sentidos y una respuesta hormonal que generaba a la vez reacciones físicas frente a tal amenaza.

Una de las respuestas que son detectables a nivel orgánico, en estos casos, es la secreción de una hormona llamada adrenalina, que produce en el individuo el surgimiento de una fuerza y aceleración de respuestas y produce un espesamiento significativo de la sangre.

Esta última respuesta del organismo, la han explicado los estudiosos del tema, como un mecanismo de defensa para el caso de que se sufra una herida; la sangre espesa disminuye el riesgo de hemorragia y esto puede permitir seguir luchando o huir efectivamente.

También se pueden producir grandes cantidades de cortisol, que es una fuente de energía proveniente del hígado y que aporta el combustible adicional necesario para la situación de emergencia.

Lo que sucede es que tanto los animales como los humanos primitivos podían cohabitar en el mismo ecosistema (selváticos o de sabana) con sus reales o posibles predadores. Esto permitía que las situaciones de peligro fueran ocasionales o por lo menos predecibles, acompañadas con una serie de señales o avisos dados por otras especies y que son, aún hoy, compartidos por todos los habitantes de esos ecosistemas (no conozco si este mecanismo funciona en un ecosistema marino o con especies como los insectos, etc.).

El asunto es que, en ese ecosistema, podía estar presente un depredador, pero podía estar satisfecho con su última comida, con lo cual sus potenciales víctimas bajaban su nivel de estrés y seguían su rutina diaria, hasta que el depredador volvía a asumir su modo de caza.

Una respuesta más asombrosa a situaciones del peligro, y que se comparten con especies como las aves, es que al enfrentarse a situaciones de peligro inminente por primera vez, en el animal y también en el humano se produce una alteración en el encéfalo que hace que el organismo sea capaz en el futuro de tener una respuesta instantánea frente al mismo estímulo, sin que medie un pensamiento; la respuesta que en primera instancia pudo ser voluntaria se convierte en una respuesta automática.

A este mecanismo de programación cerebral se le atribuyen las respuestas automáticas que tienen las personas en el caso de las fobias y que recientemente se han encontrado mecanismos de des-programación de estas respuestas, cuando antes solo eran tratadas con terapias psicológicas por años, sin muchos resultados favorables. 

También creo que este sistema, de pasar de la angustia a la tranquilidad, se veía reforzado por la actitud de las especies de vivir en el presente, cosa distinta a la que hace el humano que tiene una visión del futuro, lo que permite visualizsr, las posibles angustias de su futuro, en el presente (¿Podré encontrar alimento y cobijo en el invierno próximo?) . 

Tanto la presencia en exceso de la adrenalina como del cortisol en la sangre son nocivos para la salud, porque pueden afectar la tensión arterial, estimular la acumulación de colesterol de baja densidad en las arterias y afectar el metabolismo de hepático pancreático, aumentando los niveles de glucosa en la sangre y estimulando una respuesta inmunológica en contra de la insulina.

Este estado se hace evidente para cualquier persona puesto que, al estar sometidos a situaciones de estrés, nos ponemos irritables, a veces agresivos, y en estas circunstancias, muchas veces orientamos esa rabia, no en contra de quien la produce o en contra de su causa, sino en contra de personas inocentes. Hay que darse cuenta de esa actitud y proponerse reorientar esa rabia hacia una acción positiva o a lo sumo paleativa.

¿Cuál es la emoción que subyace en las situaciones de peligro?

El miedo o el pánico.

¿Frente a esta emoción cuales son las respuestas posibles?.

Hay quien habla de dos posibilidades: "Fight or fly" (Luchar o volar), que pueden ser definidas como actuar o escapar y que en mi opinión existe una tercera posible respuesta y es la de paralizarse.

La primera que es luchar yo la definiría mejor como actuar, que puede incluir atacar, defenderse o evitar ser dañado. Esta es la primera opción que debemos tener presente.

Como todas las actuaciones del ser humano, pueden tener una respuesta o acción positiva o negativa.

Por ejemplo: frente a un acto de agresión verbal exagerada y totalmente injustificada, se puede optar por sacar un arma y dispararle al agresor.


¿Cómo medir que la actuación es apropiada o no?
Para eso disponemos del derecho penal que establece cuando una acción, que en otras condiciones puede ser considerada delito, puede estar justificada legalmente y calificada como legítima defensa: que sea una defensa de bienes jurídicos (en un sentido amplio) ante una agresión ilegítima y que mantenga una cierta proporcionalidad entre la agresión y la reacción. 

Pero yo voy más allá, y es que la acción  tenga un propósito positivo o realizable. Que no tenga un objetivo destructivo o negativo.

En una de las entradas del blog referidas a la Ira vs La Felicidad, señalé la importancia de la efectividad de una respuesta ante una agresión injustificada, que busca lograr un cambio o desplazamiento significativo y positivo en el agresor (esto no es realizable siempre).

La segunda posibilidad es huir, escaparse o alejarse de la situación de peligro o que nos causa miedo. 

Esta se ve con mucha frecuencia en casos de guerras en que las personas huyen de los lugares de conflicto o las personas que emigran de países ante situaciones políticas, económicas o sociales que no se sienten capaces de enfrentar o están muy lejos de estar bajo su control.

No quiero decir que hay una respuesta correcta y otra que no lo es.
Cada quien tiene circunstancias diferentes, recursos diversos, sus competencias, capacidades, actitudes y emocionalidad diferentes para enfrentar situaciones difíciles y cada quien encuentra la forma de resolverla a su manera.

Yo lo veo de esta forma: Un joven recién graduado, que no tiene familia, ni otras obligaciones puede buscar aventurarse en otro país, comenzar desde abajo y hacerse camino con el tiempo. Una persona mayor, tiene pocas probabilidades de adaptarse a cambios importantes en su vida. Esto no quita que hay personas con mucho coraje que son capaces de vencer obstáculos muy grandes y abrirse camino en la adversidad. Por eso es que me abstengo de emitir juicios acerca de las decisiones que toman las otras personas porque no soy capaz de vestir plenamente esos zapatos.

La última posible respuesta es la de la paralización. Es como el animal que se hace el muerto para que el agresor desista de su propósito. Esto le he visto en las cucarachas y en los escorpiones.

Esta conducta es la menos recomendable, por ser la menos eficaz de todas, pero existen situaciones en las que no queda más remedio, por la pérdida de control absoluto de la situación o la imposibilidad total de poder escoger otro camino.

En días pasados escuchaba una entrevista que le hicieron al psiquiatra Pedro Delgado en la cual advertía que en los casos en que una persona o animal a través de estímulos reiterados o de situaciones en las que se les expone que no pueden ser enfrentadas con huida ni con acción o lucha, el sujeto puede ser víctima de lo que se ha dado en llamar la desesperanza aprendida, también conocida como indefención aprendida, que produce en el individuo una transformación de su estado emocional hacia la resignación. Como saben la resignación es un estado emocional en el cual la persona se convence que no tiene el poder o la autoridad de cambiar las situaciones que lo afectan y proyecta hacia el futuro esa incapacidad de hacerlo: "Todo está mal y el futuro no va a ser distinto y puede ser peor que hoy."

Regímenes autoritarios han usado estos mecanismos para lograr el control total de las sociedades que gobiernan. Ejemplos de esto se vivieron en la Unión Soviética, especialmente bajo el régimen de Stalin, en la Alemania Nazi y en el Régimen de los hermanos Castro en Cuba. Entendiendo que lo que se suprime de manera radical es la posibilidad de lucha, quedando solo una rendija que es el posible escape o fuga de esos países. Cuando esto sucede en algún país, el gobierno no tiene otra opción que cerrar las fronteras y construir muros como el de Berlín.


Esta reflexión la he hecho para preguntarles:
Cuando estoy en una situación de miedo o estrés, ¿cómo reacciono?
Si no me conformo con mi forma de reaccionar en estos casos, ¿hacia dónde quiero evolucionar?
¿Puedo ser estratégico en mi propósito cuando reacciono en estas situaciones?
¿Cuán eficaces son mis decisiones en estos casos?

Una de las recomendaciones es que aprendamos de los animales a vivir en el presente y así aliviar la carga de las angustias y preocupaciones del futuro.

Como alguna persona que no me acuerdo dijo: "Si no te gusta el futuro que vislumbras, construye uno distinto".

Si estás paralizado o sumido en la desesperanza aprendida, te conviene ver este video:

Mi padre solía decirme, no te preocupes, ocúpate y que va por la misma línea del dicho anterior.

Solo espero que esta reflexiones puedan ayudar a tomar conciencia de cómo estamos enfrentando situaciones difíciles y proponernos a ser actores de nuestro destino, en el entendido de que debemos saber cual es nuestro poder para lograr cambios, cuál es la autoridad que tenemos para cambiar la cosas, las competencias o herramientas que disponemos para lograrlo (podemos adquirirlas o generar alianzas para disponer de ellas) y nuestra capacidad de sumar voluntades para coordinar o colaborar en un esfuerzo colectivo.

Esto determina que los que tienen más poder y autoridad tienen una mayor responsabilidad, pero no nos releva de hacer lo que nos corresponde a cada uno de nosotros y más a través de mecanismos o instancias de equipos de trabajo o colectividades civiles o políticas.

Abajo encontrarán una conversación que sostuve hace 15 días con Luis Enrique Alcalá acerca del tema del miedo en su programa Dr, Político.


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