martes, 28 de diciembre de 2010

La Felicidad y la Fe en los Milagros.

Iesum Christum Nike (Jesucristo triunfante)
Aunque la palabra milagro etimológicamente viene de la palabra mirar, se utiliza para referirse a un hecho o circunstancia que es inexplicable para el ser humano y al que se le atribuye un origen sobrenatural o divino.
Hace tiempo quería escribir sobre el tema de los milagros, tema que tiene mucho que ver con la fe y me convencí de hacerlo porque en la reunión de Noche Buena conversando con el Dr. Mélich y el Dr. Pérez,  dos señores mayores (de quince años), me señalaron que no creían en los milagros, asunto que me causó asombro debido a que ambos son católicos practicantes, claro que con una deformación religiosa producto de su pasantía por un colegio jesuita (Colegio San Ignacio de Loyola).
En estos casos yo me hago la siguiente pregunta ¿Cómo se puede ser cristiano si no se cree en los milagros?. Puede que los evangelistas hayan exagerado un poco sobre la vuelta a la vida del podrido Lázaro, o de la multiplicación de los panes y los peces (podían ser escasas las habilidades matemáticas de los apóstoles), pero indudablemente sin la creencia en la resurrección de Cristo al tercer (sic) día (otro error matemático, fue al segundo, bueno en realidad como a las 40 horas de fallecido), no existiría el cristianismo. A menos que se conciba que los milagros son cosas del pasado, a pesar de que la Iglesia Católica se la pasa beatificando y santificando gente como si fueran chorizos, basando su decisión en los milagros concedidos por esas personas de vida digna y piadosa.
En lo particular creo en milagros de origen desconocido, y en la capacidad del ser humano de realizar milagros o ser instrumentos de los milagros o intermediario entre lo que está más allá y el mundo que percibimos comúnmente.
En un pasaje bíblico los apóstoles le señalan a Jesús que le impusieron las manos a unos enfermos para librarlos de los demonios y no lo pudieron hacer y Jesús les contestó que  para lograrlo requerían de mayor ayuno y oración, con lo cual en vida de Jesús ya los apóstoles habían sanado enfermos.
Este episodio lo señalo porque la participación en un milagro como autor, intermediario o como lo quieran llamar requiere de la persona algún grado de elevación espiritual que puede ser de origen o desarrollada a través de una práctica o una sadhana adecuada.
He tenido la fortuna de presenciar situaciones, que no podrían considerarse como milagros, pero que son inexplicables desde el punto de vista racional o como señalamos que puede tener un origen sobrenatural como el caso que relato:
 Un día me informaron que un pariente joven, para hacerse una operación quirúrgica, le habían exigido los exámenes tradicionales de sangre. Cuando le presentó los exámenes al cirujano, le apareció el azúcar en 400, los triglicéridos en 300 y el colesterol en 250. Por supuesto el médico suspendió la operación por lo elevado de la glucosa en la sangre. Ante esta situación se le abría el panorama de un cuadro de diabetes con el posible escenario de tener que depender de inyecciones diarias de insulina. Esto me tenía muy preocupado porque a pesar de su edad, 32 años, al haber sido su padre insulino dependiente, se podría ver en esta situación, además de que una diabetes 1, con niveles de colesterol y triglicéridos altos, pronosticaba un posible infarto (su padre murió al sufrir un segundo infarto fulminante). Fue asignado a un endocrino, quien le puso una dieta y le pidió que se repitiera todos los exámenes 15 días después.
Antes de conocer los resultados de los análisis y tratamientos del médico, estaba yo en la peluquería dándole vuelta en la cabeza al asunto con mucha preocupación e imaginando las dificultades que este estado de salud le generaría y el tener que adaptarse al régimen de vida a partir de el diagnóstico de la enfermedad, asumiendo con la experiencia de su padre que su caso fuera de la misma gravedad. En ese momento entró en la peluquería un hombre que tenía apariencia de estar desequilibrado (mal vestido, cabellos despeinados, ojos desorbitados), se sentó en la silla de los que esperan turno y sin que nadie le dijera nada, ni se inmutaran, comenzó a hablar en alta voz, diciendo: “A el lo que le pasa es que es muy desordenado con la comida, come mucha grasa y fritos, además de comer muchos dulces. Si el hiciera lo que le dice el médico, comiera sano e hiciera ejercicios  tendría una buena salud y ningún problema.”. Se levantó de la silla y se fue de la barbería. En los días siguientes, el pariente se repitió los exámenes y los mismos salieron dentro de rangos normales, diagnosticándole solo diabetes tipo 2, con lo cual, no tendría necesidad de usar insulina, sino tomar unos medicamentos y seguir un régimen de dieta estricta de grasas y carbohidratos y ejercicios, tal y como el “loco” había dicho. Por supuesto cuando a esa edad le diagnostican a alguien diabetes 2, tiene una gran probabilidad de que desarrolle con el tiempo diabetes 1, pero saber que tiene la tendencia y con la voluntad de cuidar sus hábitos alimenticios y de ejercicio, puede retrasar de manera importante el proceso de la enfermedad y mantener una buena calidad de vida. A partir de allí entendí que se puede pedir ayuda y que de alguna forma te llega; siempre he pensado que el “loco” era alguien que decía lo que un ángel le soplaba al oído.
Ustedes pueden pensar que es casualidad, pero me pasó con otra persona algo muy parecido que me llevó a pensar que a mi también me “soplan” al oído.
Para que un milagro se lleve a cabo se requiere de la fe;  lo contrario es pretender ganar en la lotería sin comprar ni un "quinto". Entiendo que hay milagros que pueden darse y otros que no corresponden, porque hasta Lázaro a pesar de su resurrección le tocó morir finalmente. La fe es una actitud optimista que abre muchas puertas y que en los casos en que debemos enfrentar reveces, podemos encontrar las fuerzas para seguir adelante, incluso resurgir de las cenizas como el ave phoenix....
En un próxima entrada les comentaré del otro caso mas impactante. 

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