miércoles, 9 de junio de 2010

La Belleza y La Felicidad.

"No hay mujer fea, sino mal acicalada"
Estamos rodeados de belleza natural y creada por la humanidad. Todo el quehacer del ser humano tiene un aspecto estético incluido. La arquitectura o el diseño de casi todo lo que hacemos o construimos, la belleza en todas las artes, en el sentido más amplio de la palabra, la identificación con todas las creaciones bellas de la naturaleza, en lo que vestimos y como nos acicalamos diariamente. Esta inclinación es tan fuerte que utilizamos la belleza como una forma de llamar la atención, captar simpatías y para seducir, además de que somos agobiados diariamente por una publicidad basada fuertemente en esta premisa.

La belleza forma parte de una inclinación natural e instintiva de ser humano, es decir, somos admiradores y buscadores de la belleza por diseño genético. Desde el punto de vista antropológico, y sin ser algo solo vinculado al ser humano, la belleza se convierte en una presunción instintiva de salud y de competencia para la supervivencia de la especie. Por tal razón el ser humano busca mezclar sus genes con personas cuya apariencia física sea bella, para lo cual, entre otras cosas, requiere que exista una cierta simetría o armonía de rasgos esenciales para considerarla tal, de manera que, su descendencia tenga características que, supuestamente, le van a garantizar su supervivencia.

Resulta tan importante la belleza que los estudios hechos en materia de recursos humanos señalan que resulta mucho más fácil encontrar empleo si el o la aspirante tiene un aspecto físico agraciado.

Hombre Perfecto de Leonardo Da Vinci.
Los grandes cultores de la belleza fueron los griegos, quienes produjeron tanta belleza que admiramos hoy en día en la literatura, la filosofía, el teatro, la arquitectura, la escultura y la creación de la democracia, pero los espartanos la llevaron al extremo de lanzar por la roca Tarpeya a los niños que nacieran con algún tipo de defecto (*).

En ese contexto, podemos considerar que la belleza no es ajena a la felicidad, aunque no es lo único ni lo más determinante para lograrla, pero es un elemento importante debido a que, la actitud y el equilibrio o falta de el, frente a élla, puede constituir un factor favorable a la felicidad o de la infelicidad.

La complejidad de la naturaleza humana nos lleva a que el tema de la felicidad no tenga una respuesta tan simple como la que pudiere utilizarse para explicar los hábitos de apareo de las aves y otros animales, puesto que la entidad humana incluye lo racional, lo espiritual y lo Psicológico.

Si bien el ser humano utiliza su percepción instintiva, por una parte y por la otra, una óptica definida por la cultura, la época, la sociedad o el clan al que se pertenece, también interviene su interés, su racionalidad, su emocionalidad, su psique e incluso su espiritualidad a la hora de tomar decisiones fundamentales de vida, incluso en cuanto a  la escogencia de una pareja.

La persecución de la belleza por ella misma puede llevar a la persona a una psicosis en la que se pretende negar la realidad del envejecimiento y de la muerte, actitud que nos impide adquirir la experiencia de crecer y evolucionar como seres humanos viviendo una parodia de vida (este tema lo trato en Mi Libro de la Muerte http://vivir-la-felicidad.blogspot.com/2013_03_10_archive.html ). 

Esto no implica que adverse esa natural tendencia a arreglarse y hacer una esfuerzo para mejorar la apariencia personal. También esta actitud constituye una suerte de regalo a las personas que nos observan: Les resulta grato y alegra la vida a la gente y constituye un elemento fundamental para la construcción de una autoestima necesaria para ser exitosos en la vida. 

En mi caso me encantan las mujeres coquetas, no importa la edad, apariencia o condición física. Uno de los más gratos recuerdos de mi vida se refiere a mi abuela materna (no digo su nombre de pila porque ella lo consideraba feo y no le gustaba que la llamáramos más que Cocó, nombre que le atribuyó mi querida prima Isabelita Afonzo de Rodriguez). A sus noventa y tantos años, todavía le dedicaba diariamente dos horas completas a arreglarse, aunque se fuera a quedar en casa todo el día. Cuando fue hospitalizada en su última enfermedad a los 98 años, no permitía la visita de sus médicos a la habitación, sin estar debidamente arreglada, como toda una dama. Afortunadamente toda su descendencia femenina heredó esa coquetería que yo admiro en toda mujer. Siempre digo que no hay mujeres más bellas que las Petersen.

En cuanto a la cirugía plástica, pienso que la moderación es la mejor práctica. Se puede envejecer bello y lo más importante con dignidad.

También desde el punto de vista psicológico la belleza constituye una proyección de nosotros mismos. Lo que el observador reconoce hermoso en su persona, en lo externo o en lo interno, lo proyecta en otros y lo identifica como tal, al igual que se proyecta en otros los valores más preciados y hasta los defectos.

Esto implica que para percibir la belleza debe haber no solo una concepción interna de la misma, sino también una actitud pro belleza que permita identificarla o distinguirla cuando se tiene enfrente. 

Lo que no se distingue no se es capaz de verlo, y más cuando se está en la búsqueda de esa belleza que está en el otro, en su interior, incluso en las manifestaciones del alma del observado, y aquí, resulta importante que ese acto de observar y me atrevería a añadir, ese escuchar, requiere ser candoroso, para poder observar con asombro y de forma amorosa esa belleza que se distingue, para lograr compensar, en esa persona, lo que no es tan bello, con lo que lo es de forma superlativa.

Cuando nos limitamos a lo superficial perdemos la riqueza intrínseca de lo hermoso, como si simplemente observáremos una flor sin admirar la belleza infinita del hecho creador, de la riqueza y complejidad de las incontables manifestaciones de la naturaleza y del Universo, en fin, pasar por alto la evidente manifestación de la presencia de Dios.

(*) La sociedad espartana vivió tiempos muy duros de guerra y estaban en riesgo de extinción no solo por parte de sus vecinos sino de parte del imperio persa. El entrenamiento militar comenzaba a los 7 años y solo los más aptos lograban llegar a la adultés. Por esto la práctica señalada debe analizarse en ese contexto.

Nota: Umberto Eco, escribió un libro pleno de imágenes llamado "Historia de la Belleza", que por cierto se ganó el premio del libros más bello del año. ¡Que belleza!

sábado, 5 de junio de 2010

La Felicidad y el Perdón






Juan Pablo II con Medmed Ali Adca   
La felicidad exige tener siempre “limpia nuestra casa” y para éllo, entre otras cosas, debemos haber perdonado a las personas que nos han ofendido y haber pedido perdón de las que hemos dañado.
Cuando una persona nos ha ofendido de alguna forma, eso crea en nosotros, un dolor, una tristeza o un rencor hacia élla. Mientras no logremos liberarnos de ese sentimiento negativo no podremos encontrar la paz necesaria para vivir la felicidad. Ese dolor, tristeza o rencor que envenena nuestro cuerpo, mente, corazón y alma nos hace ciegos al amor y no nos permite entender que la ofensa proviene de la imperfección que compartimos todos los seres humanos.
El Padre Nuestro dice en una de sus partes “…perdona nuestros pecados, así como nosotros perdonamos a quien nos ofende.” Esto implica una actitud humilde como seres imperfectos y un compromiso reiterado y constante en cuanto al perdón.
El perdón no necesariamente pasa por el arrepentimiento de la persona que nos ha ofendido, pero si se requiere que el perdón sea expresado. Cuando perdonamos liberamos a la otra persona de un peso que tiene sobre sí y le abrimos la posibilidad de reivindicarse, de superar su error y convertirse en una mejor persona. A veces la persona no reconoce su falta, o no se arrepiente de lo que ha hecho o no asume un sincero compromiso de cambio, pero eso no es responsabilidad nuestra, porque cada quien es el único responsable de su proceso de crecimiento en esta vida.
Pero cuando uno de los apóstoles de Jesús le preguntó ¿Cuánta veces tenemos que perdonar a una persona?, Éste le contestó: “Setenta veces siete”.
Otro asunto diferente es el olvido. Para éllo se requiere de tiempo, que la persona, con sus acciones muestre que ha cambiado y pueda restablecerse nuevamente la confianza. No podemos caer en un ciclo repetitivo de ofensa y perdón, porque en ese caso hacemos un mayor daño al ofensor al no permitirle asimilar su aprendizaje de vida.
En este sentido se requiere expresar a las otras personas como nos hacen sentir sus palabras o sus acciones, cuando estas nos afectan negativamente, evitando calificar o descalificar a la persona a quien hacemos el reclamo. Sacar para afuera eso que nos duele o molesta, sin ofender a la otra persona, dándole la oportunidad de corregir su proceder. Esto nos permite evitar que las ofensas se enconen y acumulen en nuestro interior con el grave riesgo que podamos agredir, a su vez, al ofensor de manera desmedida.
Incluso cuando se trata de aquellas personas a las que en nuestra vida les profesamos un amor incondicional, el perdón que otorgamos no puede liberarla de la responsabilidad y las consecuencias que debe asumir por sus actos. Esta incondicionalidad no puede justificar el alcahutear sus errores ni liberarlo de las consecuencias de los mismos.
La otra parte del perdón es mucho más difícil de lograr y por ende es la más importante; se refiere tener la humildad y el valor para pedir perdón a quienes hemos ofendido. Cuando logramos sinceramente pedirlo y ponernos en movimiento para capitalizar ese error cometido, lograremos evolucionar hacia una mejor persona, y admás lograremos vencer los dos mayores enemigos de la humanidad y por ende de la felicidad, la soberbia y la vanidad

lunes, 24 de mayo de 2010

La Felicidad y el Condicionamiento. El Color Púrpura.


Celie
A veces usamos los condicionamientos que nos han sido impuestos por la vida como una excusa que desconoce nuestro potencial para ser felices.

Cuando uso la expresión “condicionamiento”, me refiero al ambiente, país, familia, condición económica, condiciones de salud, talentos, etc., que constituyen todos esos aspectos con los que nacimos o circunstancias en que nos toca vivir en este mundo.

Pensando en esto me hizo acordar de la película “El Color Púrpura”, que se desenvuelve en los primeros años del siglo XX (época de segregación racial y discriminación de género) en una provincia sureña de los Estados Unidos, protagonizada por Whoopi Goldberg (Celie), y Danny Glover (Albert), (mayor información en: http://es.wikipedia.org/wiki/El_color_p%C3%BArpura ) en la que en un determinado momento Celie abandona a su abusivo marido y al alejarse, Albert le grita algo así: “¿Qué vas hacer tu sola en la vida?. Eres mujer, eres negra, eres pobre y eres fea.”

En esas circunstancias, élla estableció un pequeño negocio de costura, que la ayudó a llevar una vida decente, manteniendo siempre la ilusión de recuperar a sus dos hijos (ambos producto de la violación de su padre y que tuvo que entregar a su hermana, quien se los llevó a vivir a África, para protegerlos de la violencia de su padre). Finalmente, cuando Albert se ve solo y abandonado, que ha perdido todo su dinero y se da cuenta del error cometido con Celie, se empeña en lograr la repatriación de los hijos de élla, lo cual logra, redimiéndose, cuando actúa por primera vez en su vida para el logro de la felicidad de quién había sido víctima de su desprecio y maltratado por tantos años.

Jesús en una de sus parábolas nos enseño que Dios nos ha hecho la misma promesa a todos (el cielo), pero, para lograr esa recompensa, cada quien tiene que recorrer el camino que le ha sido asignado. Unos tienen un camino más corto o fácil, otros muchos más largo y difícil.

Siempre le digo a mis alumnos que algunos pueden haber carecido de una madre, otros con muy poco dinero para vivir holgadamente, otros con problemas de salud, etc., pero si nos enfocamos en las limitaciones que podemos tener, en los obstáculos que nos hemos encontrado en la vida, no en el potencial que nos ha sido dado y en lograr aquello que realmente amamos o que nos hace vivir intensamente, viviremos lamentándonos de nuestras tristezas y alejados cada día más de aquello que nos hacer realmente felices.

Esto se vincula con el concepto del "locus de control externo", del que hemos hablado en otras oportunidades y tiene que ver con asignar la responsabilidad de nuestros problemas y fracasos a algo que no es atribuido a nosotros, convirtiéndose en una muletilla o escusa permanente para justificar que no hayamos logrado triunfar en nuestros proyectos o aspiraciones de vida.

Esto no significa que el condicionamiento sea absolutamente inocuo, sino que debemos asumirlo como la realidad que nos ha tocado vivir y enfocarnos en la habilidad que tenemos todos los seres humanos de encontrar las maneras y los caminos para superar dificultades.

Esto nos lleva a evitar compararnos con lo demás y en especial a con aquellos que en apariencia tienen menos dificultades en sus vidas. Siempre que pasa por mi mente desear, de alguna forma, la suerte de otra persona, me muerdo la lengua, porque la vida da demasiadas vueltas y una vida tranquila o deseable puede esconder una tragedia.

Prefiero dar gracias a Dios por las bendiciones que he recibido y me ocupo de ver la forma de metabolizar o superar los condicionamientos y las limitaciones que me han tocado experimentar. En tal sentido tengo un ejemplo algo vano referido a mi inflexibilidad física, frente a mi deseo de practicar la disciplina del yoga. A lo largo de 3 años de práctica no deje de sentir dolores por la dificultad de lograr las posturas que requerían mayor estiramiento o fuerza y eso me llevaba a expresar mi dolor con algún quejido.  En varias oportunidades se me acercaron compañeros que me preguntaba el porque de mi empeño con el yoga, ante tanta dificultad, y yo les respondía: Lo hago porque es difícil, porque me reta. No me he convertido en un estrella de la disciplina, pero si he logrado un avance que es apreciable.

La Felicidad y el Desapego.

Ave sin haberes reina en los aires.
Vivimos en este mundo con una gran dependencia de bienes materiales desde los más esenciales como el alimento hasta aquellos que usamos por puro entretenimiento, el exceso de apego a los bienes terrenales atenta en contra de nuestra felicidad.

La palabra desapego para los latinoamericanos tiene una connotación negativa porque la relacionamos con la desvinculación afectiva de la gente o de los valores importantes, como la familia, el país, etc.

En realidad el desapego es tan antiguo como las disciplinas espirituales y los reyes del mismo fueron los ascetas, quienes vagaban prácticamente desnudos por la vida, consumiendo lo que la naturaleza les proporcionaba y con una existencia dedicada exclusivamente a la meditación.

Buda con los ascetas.
El príncipe Siddhārtha Gautama (Buda), hizo su pasantía con los ascetas y cuenta la tradición que meditando en el bosque vio pasar a una canoa con un señor mayor y un niño quien tenía en sus manos un instrumento de cuerda que intentaba afinar y quien preguntó al viejo: ¿cuánto tengo que tensar la cuerda?. A lo que el viejo le contestó: “Ni tanto que se rompa, ni tan poco que no suene.” Allí entendió que uno de los valores fundamentales de la vida es el equilibrio, y dejó el ascetismo.

En occidente tuvimos en la edad media a los Cátaros y a San Francisco de Asis que rescataron para los europeos, en contraposición al lujo y la pompa eclesiástica, el desapego como elemento fundamental de un vida espiritual y religiosa. El santo vestía harapos y andaba descalzo, incluso cuando asistió a una audiencia con el Papa Inocencio III.

San Ignacio de Loyola.
Posteriormente, Ignacio de Loyola, impuso el desapego como principio de su orden sacerdotal, pero más en el sentido de que el sacerdote debía estar presto a dejar todo atrás, sin preguntar, a fin de acometer de inmediato la misión que le había sido encomendada.

La idea es asumir el desapego con armonía, no de forma radical. Cada quien tiene su camino y su misión en esta vida y dentro del este parámetro se hace necesario encontrar el equilibrio entre los valores y bienes del espíritu y los mundanos, pero también sin dejar de disfrutar de lo hermoso y sabroso de la vida, no crearse una suerte de dependencia, de lo que debemos agradecer que tenemos y disfrutamos, pero entendiendo que no son lo bienes esenciales en nuestras vidas.

Hacer los que nos dicta el corazón, lo que verdaderamente amamos y que nos llena realmente, no hacer lo que se espera de nosotros o aquellos que hacemos para aparentar.

Si vivimos con el pensamiento puesto en la muerte, como si cada día fuera el último, podremos apreciar con mayor certeza lo que es verdaderamente importante en nuestras vidas, y así no atentaríamos en contra de la felicidad.

viernes, 14 de mayo de 2010

La Felicidad, una actitud de vida

Brincando de felicidad.
La felicidad es una actitud ante la vida. Si miramos los aspectos negativos de la vida y resaltamos los inconvenientes que nos encontramos en el camino, en vez de apreciar todas las bendiciones que hemos recibido y la belleza que nos rodea con una palabra o un pensamiento agradecido, no reconoceremos la felicidad en que vivimos.

Como dice mi gran amiga Estherluisa Lavié B., ¡Que facil es ser feliz!.

Esta actitud comienza por levantarse todas las mañanas con ganas de vivir, arreglarse bien, perfumarse, pararse derecho, frente en alto, con una sonrisa en la cara, dar los buenos días a todos los que se nos cruzan en el camino y resaltar lo bello y positivo de lo que nos rodea y de todas las gentes que tratamos, a pesar de esos asuntos que nos inquieten.

Hay un dicho que reza: "No te preocupes, ocúpate". Si el problema o la angustia que sentimos está en nuestras manos, hay que organizarnos para resolverla; si no está en nuestras manos la solución, ¿para qué preocuparse?.

Un nuevo amigo, quien me envió un hermoso texto acerca de la misericordia, hizo alusión a una oración de San Francisco de Asis que dice: "Dios mio, concédeme serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que puedo y sabiduría para reconocer la diferencia."

Por una parte somos observadores agradecidos de las bellezas del mundo y a la vez actores y creadores de felicidad.

Esto no es una vivencia hedonista, porque este actuar en felicidad está enfocado en proporcionar felicidad a todos los que nos rodean, constituye un liderazgo que busca adeptos que a su vez se conviertan en agentes propagadores de felicidad.

A mi alumnos les digo siempre que hagan una lista de todas las bendiciones que han recibido en la vida (lo que se ha recibido de gratis) y le añaden todos aquellos logros de los que nos sentimos orgullosos, en el sano sentido de la palabra. Esta lista debe contener más de 50 menciones, de lo contrario nuestra actitud ante la vida debe ser reevaluada. Esta lista debe ubicarse en un sitio visible, para que la podamos leer todos los días (sugiero la puerta del refrigerador), y nos acordemos de cuan afortunados y felices realmente somos.

Parafraseando a Jesucristo: "Tú, cuando estés triste o preocupado, perfúmate la cabeza y lávate la cara, de modo que nadie lo note, excepto tu Padre, que está en lo escondido. Y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará”.

No compartas tu tristeza, comparte tu alegría de vivir.

jueves, 6 de mayo de 2010

ÍTACA.

Mi amiga Estela, me envió el poema llamado "Ítaca" del autor Konstantínos Kaváfis, del cual se acordó leyendo el texto Vivir la Felicidad.

"Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Posidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas."

Konstantínos Kaváfis.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Vivir la Felicidad.

Este "blog" está dedicado a poner de manifiesto que la felicidad es una vivencia del hoy, del ahora y no un proyecto o meta futura en sí misma. Esta vivencia en el hoy puede referirse al disfrute actual de la remembranza de eventos y experiencias pasadas, como al entusiasmo que vivimos ante proyectos que emprenderemos y su visualización en el ahora.

No podemos vivir aspirando a "ser felices" en un tiempo futuro, pues no es más que una ilusión. Esa felicidad que se puede vivir con relación al futuro requiere que tengamos más que una simple declaración de felicidad, sin contenido, sino que la misma debe estar acompañada de un proyecto concreto que visualizamos hoy, que comenzamos a vivir con intensidad en el presente y que independientemente de la suerte que acompañe al mismo, el solo proceso de llevarlo a cabo se convierte en la materialización de la felicidad.

Al término de mi camino de Santiago en el año de 2006, alguien me preguntó acerca de lo que había sentido al llegar finalmente a la meta, a lo que contesté: "La felicidad no está en Santiago, está en el camino."

Mandala
Un día viendo un programa de televisión acerca de los monjes tibetanos, aparecía uno de ellos "dibujando" una mandala en el piso como de un metro de diámetro. El trabajo era muy minucioso realizado con unos pigmentos en polvo de diversos colores. El trabajo lo venía realizando desde hace varios meses. Cuando el monje lo terminó, lo miró e inmediatamente barrió la mandala .

Cuando le preguntaron el por que de su acción, respondió, "Esto nos hace reflexionar sobre lo efímero de la vida." Esto fue como ver la vida y su construcción, la cantidad de actos y esfuerzo para lograrla y de pronto la muerte nos alcanza. Nos toca, pues, pensar que la felicidad está más en el hacer, en la lucha y el esfuerzo que le ponemos a todos nuestros "proyectos" y no en el logro en sí mismo.

Cuando logramos tener esta visión, podemos darnos el lujo de soñar en proyectos que, por nuestra edad, condiciones de salud y por su grandiosidad, no vamos a verlos consumados, pero en el hacer, en el comenzar el mismo, encontramos una satisfacción, un entusiasmo que puede arrastrar a aquellos que se queden para que tomen el testigo y lo hagan realidad.

Cuando se visitan las grandes catedrales de Europa y vemos que algunas de ellas tardaron siglos en concluirse, se entiende que hay proyectos que trascienden a los individuos y se revelan como proyectos de la humanidad.

En ese contexto se requiere vivir la felicidad del hacer de hoy, en el disfrute de la belleza que hoy nos es regalada por Dios, que se expresa en la naturaleza, en las sonrisas que damos y recibimos, en los sentimientos nobles que nos acompañan, en la salud que tenemos y en la esperanza de que, a pesar de que somos solo un grano de arena en el universo y con una existencia efímera frente a la eternidad de los tiempos, somos parte eterna de tal inmensidad.